Es curioso lo que ocurre con el origen del arte : algo similar a lo que hemos visto en el origen del propio creador del arte, el ser humano : que tanto el uno como el otro, la creación como el creador, están sumidos en lo que consideramos habitualmente como «enigmas».
A la larga, luego resulta que no lo son : parecen enigmas pero no lo son. Se trata únicamente de cuestiones problemáticas, cosas que no resultan por sí mismas evidentes, y sólo después de estudios, investigaciones, descubrimientos, teorías…, etc., es cuando llegamos a ver con claridad en ese (valga la metáfora) océano de nieblas : inmensidades que se nos ponen ante lo que constituye nuestro objeto de interés.
Algunas de las cosas más sorprendentes que encuentra el investigador de las pinturas hechas por los hombres prehistóricos en las paredes de cuevas y abrigos naturales son esas extrañas composiciones donde se mezclan aspectos de la naturaleza de diferentes animales como osos o caballos o cabras…, etc. Así, pintar caballos con las pezuñas partidas como si se trataran de las patas de bóvidos, es un tema relativamente frecuente. Atendamos a lo que a este respecto dice el profesor Marc Groenen, docente en la Universidad de Bruselas :
«Resulta imposible aceptar la hipótesis de la negligencia o la confusión : el cazador es, ante todo y por necesidad, un especialista en la observación de las marcas y de las huellas de los animales. Debemos admitir entonces que estos elementos compuestos son el fruto de una intención deliberada. De hecho, parece como si algunos elementos de la realidad hubieran sido recuperados para ser rejuntados simbólicamente en función de unas intenciones que responden a criterios relevantes de otro nivel de «la realidad».
La cita que acabo de reproducir está en la página 33 de la obra del profesor M. Groenen que se tradujo en octubre del 2000 con el título de «Sombra y luz en el arte paleolítico» (traducción de Xavier Mangado para Editorial ARIEL S. A. Barcelona). El título original de esta obra es «Ombre et lumière fans l`art des grottes«, y se publicó en francés en el 1997.
El libro del profesor M. Groenen es de gran interés, y sus conclusiones tienen una validez que sólo puede ser puesta en duda por quienes de una manera un tanto absurda se aparten de los datos que conocemos y traten, además, de aferrarse a teorías divergentes, como con frecuencia ocurre en casi todos los campos de la ciencia, salvo aquellos donde algún tipo de tecnología o de saber incontestables impida la discrepancia.
Antes de poner fin a esta breve reseña : se ha destacado en la cita de la pág. 33 lo de «otro nivel de la realidad» porque el propio autor subraya lo de «la realidad», y además porque consideramos que este elemento, el de conjugar en las formas artísticas más de un nivel de realidad es algo que da una dimensión extraordinaria a estas manifestaciones del arte ya desde sus orígenes : ¿»Otra realidad»?
La portada del libro titulado «Cromañón» viene a cuento de lo que se argumentará en un texto próximo.
El texto donde se comentará una serie de hechos, conocidos por no personas bien informadas y sin embargo pasados con frecuencia por alto, se va a centrar en lo que llamamos «factor onírico». Con esas palabras nos referimos al hecho de que en estado de sueño solemos ver la realidad de unas formas «diferentes» a como la vemos en estado de vigilia.
No hace falta acudir a la teoría de los alucinógenos para explicar las «visiones» del artista de las cavernas. Simplemente contando con el estado onírico como elemento que el pintor incorpora a su obra, ya tenemos una explicación suficiente.
Uno de los datos que nos da el autor de «Cromañón» es que los avances en biología y en otras ciencias que disponen de sofisticados medios y laboratorios son muy eficaces y superiores a lo que las excavaciones nos pueden ofrecer. En realidad los conocimientos que se obtienen de uno y otro campo son solidarios.
Sin embargo hay un aspecto que me llama la atención muy poderosamente: no se habla casi para nada del muy posible influjo que lo que vengo llamando «factor onírico» ha podido influir en el avance de la idea civilizadora de los hombres de esos primeros momentos pre-
históricos de la humanidad. ¿O acaso no soñaban?
Aquí habrán de contar con opiniones de físicos cuánticos (E. Schrödinger) y de la Biología o la Genética, entre otras ciencias, para poder tratar de «ordenar» ese «caos» que parece ser la época prehistórica del ser humano.
Anoto .- Cito a Erwin Schrödinger en base a ese breve ensayo suyo que se titula «¿Qué es la vida?»
Aún quedan muchos aspectos por conocer sobre el cerebro humano. El hecho de que los mamíferos (y otros animales no mamíferos) sueñen, hoy por hoy es incontestable. Asentado ese hecho, ¿qué impide suponer que a través de experiencias oníricas el primitivo ser humano aprendiera técnicas y otras varias cosas?