Con este título no me refiero ahora al poema de Heinrich Heine, el conocido poeta alemán que tanto influyó en Gustavo Adolfo Bécquer, aun cuando fuera a veces de un modo indirecto, de acuerdo con algunos de sus más destacados críticos. Quiero citar aquí unas palabras del escritor Bello Vázquez, quien habla del tema del dolor como una de las constantes de la poesía de Becquer, y a propósito del gran poeta sevillano, escribe : «… La fascinación por la magia lo convirtió en un pájaro libre y soñador, el cual sin reservas, utilizaba su capacidad imaginativa más allá de la realidad con el propósito de explorar otros mundos fuera de la existencia metafísica.» Y es a este punto adonde queríamos llegar : ese increíble poder de la imaginación, y su capacidad para explorar otros mundos.
Tal cosa, esos «otros mundos», esas «Otras fronteras, otras realidades» (para decirlo aludiendo directamente al título de un libro de la extraordinaria sensitiva que es Paloma Navarrete), no son en absoluto cosa de despreciar. O si lo prefieren ustedes, son realidades que tienen una existencia semejante a la poseen los sueños : que nos iluminan algunas veces, o que nos hunden otras en estados de confusión y tristeza, dependiendo de una y mil cosas de muy difícil definición. Quiero decir : del mismo modo que los sueños tienen su propia realidad, cosa que es incontestable, esas otras realidades también tienen sus insólitas lindes y sus indecibles dimensiones. Existen, pero no sabemos con exactitud ni cómo ni dónde; sólo tenemos la certeza de que existen…, cuando por algunas razones, que no sabría yo ahora explicar, descubrimos que «detrás» (: ¿más abajo, más arriba, en otro sitio?) de lo que soñamos hay unos modos de universos, -vamos a calificarlos de «oníricos»-, y universos de los que, si dudamos, sólo esto podría yo ahora argumentar : si no son «reales» los sueños, ¿cómo es que en Psiquiatría, y en Psicología Profunda, se acude a ellos para detectar «cosas» en la mente de los pacientes; cómo es que pueden curar del mismo modo que podrían hacernos enfermar? Pero volvamos a lo del «pájaro libre y soñador».
Si de algunos poetas, digamos que de contados y muy determinados poetas, se puede decir que son libres y soñadores, y que son a la vez de la tierra y de los cielos, también eso mismo podemos decir de un pájaro muy especial : la alondra. Citemos de nuevo a un poeta, ahora ni alemán ni español, sino inglés : Percival Bysshe Shelley. Digamos de paso, como simple información para el lector (y puede que curiosa información), que la esposa del poeta acabado de citar, Mary Shelley, es la creadora de esa gran novela gótica que es «Frankenstein o el moderno Prometeo» (1818) y de otras muchas obras, de sumo interés pero que ahora dejamos de lado para centrarnos en las dos estrofas primeras de una obra poética, de una muy especial singularidad, de su marido, Percy B. Shelley
«A una alondra»
«¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu!
No fuiste nunca un pájaro,
tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes,
el corazón derramas
en profusos acentos, con arte no pensado.
Alta, siempre más alta,
de la tierra te lanzas
como nube de fuego;
por el azul revuelas
y cantando, te ciernes y, cerniéndote, cantas.»
Entre otras, el poeta, dirigiéndose a la alondra, dice cosas como «No sabemos quién eres»; o le pregunta así : «Dinos, ave o espíritu». Ave o espíritu, junto a ese «no sabemos quién eres», y ese inicio del poema : «¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu! // No fuiste nunca un pájaro…», ¿No nos llaman la atención? ¿Ante qué estamos : un delirio de un poeta, una visión, desde este mundo, de «otras fronteras, otras realidades», o qué? Invito al lector a que se informe un poco sobre la naturaleza de la alondra, cuya imagen ilumina el inicio de este texto de hoy, que hemos querido poner entre los anteriores y los que vengan, a modo de lo dicho : un «intermezzo lírico». Y no nos olvidemos ese «con arte no pensado», que tiene sus migas, como en otra ocasión iremos desmenuzando. Gracias, lectores.
Del mismo modo que para acceder a determinados estados de consciencia se nos pide que nos relajemos y concentremos, a fin de «despegar» del aquí y ahora, y de ese modo poder mejor traspasar otras fronteras, la alondra canta, como dice el notable poeta inglés, «con arte no pensado».
Como antes dije, ya se desgranará esto.
Cito ahora el libro de Paloma Navarrete, del que algunas cosas entresacaremos en textos venideros.
«Otras fronteras, otras realidades. El aprendiz de brujo». Ediciones Luciérnaga, 1ª edición, Barcelona, noviembre del 2015.
En las «Aventuras de un inútil», Joseph von Eichendorff concede a la alondra un lugar entre los grandes seres del paisaje :
«Deja que Dios gobierne todas las cosas,
Él por quien subsisten los arroyos, las
alondras, los bosques, los campos,
la tierra y el cielo.»
(Pág. 107 del ensayo de Gastón Bachelard «El aire y los sueños»)
Vean de paso cómo en los versos citados el autor sitúa el nombre de la alondra en un lugar especial, al «cortar» el sintagma «las alondras» dejando el artículo «las» a final de verso, en encabalgamiento con el siguiente, donde la primera palabra es entonces «alondras».
Esta apreciación la hago yo mismo, observando la cita que hace G. Bachelard del autor primero citado : un recuerdo de mis clases de literatura.
Es curioso que este pequeño pajarito, que hace sus nidos con hierbas en el suelo, y desde el suelo vuela verticalmente hacia el cielo, en tanto canta, sea un tipo de «ave sagrada» para los celtas continentales, los que se establecieron sobre todo en la Galia.
Los romanos, a una de las primeras legiones que reclutaron en la Galia, la denominaron con el nombre del ave, ALONDRA : «ALAUDA».
En el Diccionario de los Símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, se dice que la alondra representa la unión de los terrenal y lo celestial.
Para Michelet la alondra es un símbolo moral y político : «el gozo de un invisible espíritu que querría consolar a la tierra.» Eso dice expresamente. Y Bachelard, de cuya obra nos hemos servido, considera a la alondra una «imagen literaria pura». El simbolismo de la alondra es luz y alegría, sobre todo. Y canto feliz.