Escribo ahora la palabra “laberintos” con inicial mayúscula, igual que la palabra “sueños”, (que la antecede en nuestro título de hoy), porque estoy poniéndome en la tesitura de que lo que vamos a tratar en este texto es una determinada “identidad”, (en cierto sentido, y sólo en cierto sentido), entre ambas cosas, el Sueño y el Laberinto. Así es : admitamos, para empezar, que en cierto modo los sueños son laberintos y, a la inversa, los laberintos pueden interpretarse, en su origen, como sueños. Para ser en esto último más precisos : los laberintos son “sueños de la razón en busca de su Razón última de ser”. Repito : sólo en cierto sentido. Y ahí dejamos esto ahora, que la cosa tiene su relativa complejidad.
“Muchos sueños son mensajes. Casi todos hemos experimentado sueños que resultan significativos. /…/ Pero ¿qué significan? Relatos que se remontan a la época del Antiguo Testamento hablan de mandatarios que eran incapaces de interpretar sus sueños, y del poder que se atribuía a quienes podían hacerlo. /…/ Los mitos son verdades humanas sobre el nivel simbólico que pueden tratarse como sueños. De hecho, Jung obtuvo una parte de su concepto de los arquetipos, las figuras simbólicas de nuestro inconsciente colectivo, a partir de los mitos de los dioses y las diosas griegas. Por consiguiente, vamos a considerar la historia del Laberinto de Creta como si fuese un sueño para ver qué podría decirnos acerca de esta herramienta mágica (que son los laberintos).”
Lo acabado de escribir en el párrafo anterior es una cita del libro de Sig Lonegren que puede leerse en la página 57 de su libro, publicado en 1991 con el título de “Labyrinths, Ancient Mysths & Modern Uses”. Nuestra cita está en la versión al español de Delia Mateovich, publicada en Martínez Roca S. A. (Barcelona, 1993). Lo que al final de la cita aparece entre paréntesis lo añado para mejor comprensión lectora del texto. Continuemos.
Los seguidores de las teorías de Carl Gustav Jung llaman “sombra” a esa especie de “yo escondido u oculto” en lo más profundo de nuestro inconsciente personal, y en los sueños que se tengan con valor significativo, esta “sombra” suele aparecerse con el mismo sexo del soñador. Según Jung la “sombra” es esa parte del “nosotros” que reprimimos, que no nos gusta, y con la que no queremos tratar a nivel consciente. Y cuando el conflicto entre lo que llamamos “consciente” y lo que constituye nuestro “inconsciente” es muy intenso y no encuentra suficiente desahogo en la vida más o menos atareada o tranquila que llevemos, suelen aparecer diferentes tipos de alteraciones mentales, estados nerviosos sin aparente explicación, conflictos de personalidad…, etc.
Malestares psíquicos que pueden desembocar en auténticos problemas, y estos ya sí que necesitan tratamiento específico, so pena de caer en hondas depresiones e incluso en ciertos modos de locuras. Algunas veces “se curan”, simplemente, a través de diversas “manías” que desarrollamos en nuestras vidas, y que, en tanto no sean perjudiciales para nadie, no precisan tratamiento. Anotemos de paso que la palabra “manía” es griega, literalmente, y que en esa lengua clásica significa precisamente “locura”, de manera que, en cierto modo, un maniático es una especie de loco. Un “light demens”, por así decirlo, pero demente o “loco”, al fin y al cabo.
La sombra, -explica Sig Lonegren siguiendo a los junguianos-, representa nuestros instintos heredados de a lo largo de nuestra evolución vital, y contiene impulsos sexuales y agresivos que no pueden ser fácilmente aprobados por el “yo consciente”. En los laberintos, que forman parte de una herencia cultural muy antigua, tan lejana en el tiempo que tenemos que remontarnos a la prehistoria y tal vez antes, el ser humano logra plasmar una especie de ritual que le permite a la comunidad (y, dentro de ella, a cada individuo) “fabricar” una especie de camino hábil para “salir con éxito” del conflicto en que nuestra mente se halle en algún momento de nuestra vida.
Y termino por hoy : escribo entre comillas lo de “salir con éxito” porque la palabra “éxito”, precisamente, significa “salida”. (De ahí, para volver a la actualidad, lo de “brexit” : Br(itain) exit. El verbo latino /ire/ vale por “ir”, y /ex-ire/ es “ir afuera”. Exit es la forma verbal latina que significa “sale”, y también “salida” : “éxitos”. Como todo lector comprenderá lo que hoy damos como texto de este blog es sólo un inicio de una más extensa serie de textos, donde iremos desgranando lo más notable que encontremos sobre estas tres cosas, que tendremos que ir viendo juntas : sueños, laberintos y su historia, y posibles valores de determinadas pinturas heredadas por la humanidad de la prehistoria de la especie humana. Hasta pronto, lectores.
Anoto :
Los niños, hasta cierta edad, suelen dar un modo de realidad a lo que sueñan, y con ello a los sueños mismos, que luego se esfuma pero que es muy curioso, como vamos a ver.
Una niña de pocos años le dijo a su abuelo, que había soñado con una cabaña muy bonita en un bosque y que él, el abuelo, estaba en la puerta. Y añadió la niña
– Dime, abuelo, ¿qué hacías tú allí, en la puerta de la cabaña?
Otro niño, este de unos 7 años más o menos, preguntado sobre si sus sueños estaban o no en su cabeza, dijo que no, que
-Mis sueños no están en mi cabeza; soy yo el que está en mis sueños.
El libro sobre los Laberintos de Sig Lonegren es tan interesante, y se apoya en tal cantidad de saberes de tipo histórico, psicológico, antropológico…, que estoy convencido de que un gran número de personas, a poco que estén algo interesadas en alcanzar un grado superior de auto-conocimiento, si se topan con la obra (en estos momentos no sé si está o no descatalogada) de fijo que la consultan y leen y trabajan durante mucho tiempo.
Porque no es un libro sólo para leer, como puede serlo una novela o una historia, sino que es un libro-herramienta, y con él se puede trabajar, mentalmente, la propia personalidad. Y al hacerlo, seguro que logran éxito en sus empresas personales.
Hay en el texto un “éxitos” que debe ser /exitus/, que es la palabra latina. El error esta vez es un descuido : hay que leer y releer lo que uno escribe, pues estos ordenadores a veces cambian términos a su ¿mejor? entender y “nos rectifican”.No hay, sin embargo, obstáculo en dejarlo tal cual, pues el lector sin duda lo entiende. Además, en latín clásico no había tildes ni acentos, sino que las vocales eran largas o breves, (en lugar de átonas o tónicas, como lo son en lenguas románicas)
Hay aspectos en lo que sabemos del modo de vida y la caza en los tiempos prehistóricos que nos obligan a replantearnos eso de que no es posible comparar con los actuales primitivos a nuestros antecesores de las más antiguas edades de la humanidad.
Algunos investigadores de tribus de los indios de las caderas americanas y de sus rituales en relación con la caza del bisonte, por ejemplo, nos dicen mucho sobre “cosas” que podemos deducir de las pinturas rupestres en cuevas. De esos temas trataremos en un próximo texto.
Donde dice “caderas americanas” debe decir ( de hecho eso escribí ) PRADERAS AMERICANAS. Lo dicho : los ordenadores “nos rectifican”.