La idea de que entre este mundo, el de gente aún en vida (mortal), y el otro, el de quienes allá pasaron tras cumplir acá su tiempo, existe un “limes”, es decir, un límite, una frontera o una linde, es una idea tan antigua como el lenguaje mismo. Y junto con dicha idea viajan en tiempo – y habitan de ese modo mentalidades muy diversas- otras que dan sangre nueva a antiguas tradiciones. Algunas de esas tradiciones nos son conocidas gracias a la literatura, y los textos donde las encontramos son tan famosos como clásicos : tal, el libro VI de le Eneida, donde Virgilio da cuenta de un saber tradicional de los infiernos que en su tiempo era ya lugar común para muchas gentes, y gentes de diferentes grados de cultura; acorde esto con la naturaleza “universal” del imperio romano. Otras las conocemos a través de textos religiosos, ya sean de tradición cristiana o ya lo sean de otras creencias.
Pero las tradiciones esas que ahora nos interesan se centran en lo que hemos llamado antes “limes”, es decir, linde, frontera. La frontera entre el mundo de los vivos y el otro del más allá, o de los muertos. Y antes de seguir, una pregunta que dejamos abierta : ¿Es el sueño, el soñar, un puente entre esta mundo de los vivos y aquel otro del más allá? Podría serlo, en algunos casos; no en la mayoría, pues es el caso que en este sentido del dormir/soñar las fronteras las imponemos nosotros : son personales, no implican a terceros agentes; por así decirlo, esas son “fronteras internas”, y por ese motivo resultan más difíciles de traspasar : no las vemos como espacios asequibles, y solemos aceptarlas tal cual. En tanto iban con nosotros desde el principio, pues que eran “internas”, no las veíamos del todo o no con entera claridad.
Ahora bien : ¿era así también en la mentalidad del hombre de las cavernas? Posiblemente no lo era, ya que su mundo mental estaba muy lejos de la simple especulación, y mucho más acorde a la realidad del día a día de lo que solemos pensar. Y si hacían del soñar un “misterium entis”, por así decirlo, eso no les impediría tener siempre una referencia real con cuanto pensaran o planificaran. Y hasta su arte mismo refleja una gran cohesión entre su mundo mental y sus realidades del día a día, como al parecer sus pinturas nos indican.
Y la mentalidad del hombre que le sigue, que ya no es el hombre paleolítico sino el neolítico, presenta cambios sensibles en unos aspectos y una extraordinaria continuidad en otros. ¿No es normal que así sea, dado que hay saberes muy generalizados? Que nos vienen de tan, tan lejos, que nunca podemos saber si son estos saberes una idea común que creció entre nosotros y nuestros antepasados o es fruto de una tradición sabia que cada generación renueva, cosa que viene a ser lo mismo, con matices. Pero ahora preguntábamos por unas “fronteras” : las que limitan lo que vive, de lo que no vive realmente, sino que está solamente como dormido y esperando su tiempo : lo vivo futuro, ese panorama con el que linda la esperanza de un tiempo mejor, ese horizonte que suele parecer inalcanzable, pues que nunca se llega a él : el presente carece en realidad de horizontes en sí, es puro punto central donde no habita nada más que la “acción contemplativa” de un sujeto en estado constante de efervescencia : nosotros, como seres vivos; pero nosotros seres vivos, como linderos de la no-vida. Apelo aquí a la poesía de Juan Eduardo Cirlot, en su “En la llama”, por ejemplo. Ya lo veremos esto en otros textos : el canto de la vida muerta, las lindes de lo vivo en la poesía.
Sólo nos queda, de momento, una certeza : lo fronterizo entre la vida y la no vida es sólo algo circunstancial, y del mismo modo que las rocas se apelmazan entre sí, también las vivencias forman una amalgama que se organiza para ser el sustrato de lo que se sueña. Vida y muerte van de la mano, y a veces, cuando soñamos, ambas se personifican y danzan juntas. Bailan. Son reinas del tiempo presente y generan un espacio casi siempre ausente : el del deseo nunca realizado, pues no es cosa sólo de humanos sentir lo vivo como don o regalo ahora en las manos : no añoramos lo que tenemos, y así parece que vivimos siempre en las lindes de lo vivo, o sea : en lo vivo fronterizo con la muerte. Ya desarrollaremos esto, y baste por hoy.
“Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”