Cuando ahí arriba he escrito «los otros sueños» no me quiero referir de ninguna de las maneras a un «otros sueños» que tengan que ver con nada ni con nadie. Son «otros» porque no nos pertenecen, y es, entonces, en ese sentido de «lo otro», esto es, de «lo que no es (de) uno», de lo que estaremos hablando. «Los otros sueños», aquí y ahora, (y sólo para este uso particular nuestro de este texto), son los sueños que nunca hemos soñado, ni soñamos, ni soñaremos. Nunca.
Trataré de aclarar esto más, o por mejor decir, expresarlo de manera diferente : si alguien tiene un sueño, y lo escribe o lo relata, ese sueño cobra a partir de ese momento una cierta individualidad. Y nos estará permitido referirnos a ese sueño de ese alguien como «el sueño de X». Pongamos por caso : el sueño primero que se relata en el Génesis : «Y Yahveh Dios infundió un sueño letárgico sobre el hombre, quien se durmió…» (Génesis, 2, 21).
Todos estaremos de acuerdo en que Adán en el Jardín del Edén, desde su formación hasta ese día en que Yahveh «le juega la pasada» de infundirle un sueño especial ( :»letárgico», se dice en la Biblia), Adán, – decía yo antes -, solía dormir, como solía comer, contemplar lo que le rodeaba… Adán «vivía» el mundo entero, y en ese mundo, al dormir, también «viviría sus sueños» : eran «los sueños de Adán», sueños pues con un soñador muy concreto, por más que estemos ante un mítico, simbólico soñador.
Pero el «sueño letárgico» que le infunde Dios al primer hombre fue un sueño muy especial : un sueño que permitió al Creador del primer hombre sacarle una costilla y formar con ella otro ser : una mujer, a la que llevó ante el hombre. Y a la que Adán, llamó «varona» : porque de varón había sido formada… (¿Por qué no la llamó «diosa», pues de Dios era obra?).
Pero dejemos estar ese asunto, que ahora no nos atañe; dejémosle estar, no sin antes remarcar que el primer hombre es creado del «humus», de la tierra, del «barro primordial», en tanto que la primera mujer se crea a partir de un ser ya creado ( : la costilla de Adán) con lo que nos podemos preguntar si la primera mujer era ya una «humana de segunda generación» : no viene de la tierra o el barro, sino de una tierra o barro ya modificado por Yahveh Dios en ser humano. ¿Debemos considerar por ese motivo a la primera mujer como un ser, digamos, «más puro», al estar más lejos del barro y ser más directamente «ser humano que procede de otro ser humano»?
Y todo esto ocurría en un mundo, además, al que tenía que ir Adán poniendo nombres : porque a Yahveh Dios «se le puso querer ver», es decir, se le ocurrió querer saber qué nombre la pondría Adán a todos los seres vivientes. ¿Le daba así Yahveh a su Adán la potestad de «decirse a sí mismo con palabras» qué, cómo, era cada ser viviente? Puede ser.
Pero si dejamos de hablar de ese sueño así individualizado, y a partir de este momento hablamos de (otros) sueños, ya estamos hablando de » los otros sueños»; e incluso más : de «todos los otros sueños». Pues bien : ésos, tampoco serían ahora «los otros sueños» a que aludo en el título de arriba. ¿Qué son entonces esos sueños? ¿A qué aludo con eso de «los otros sueños»? Lo voy a repetir de nuevo incluso a sabiendas de que, en principio, pueda crear una especie de extrañeza, en el lector, con mis palabras :
«Los otros sueños» son los que nunca tendremos. Los que nunca tendremos nosotros, ni persona viva alguna. Nadie los tendrá, porque «los otros sueños» son (en este escrito de hoy, y por lo que se explicará más abajo) son sueños «sin soñador».
Podemos imaginar, leyendo los capítulos iniciales del Génesis, el Edén sin Adán. Podemos imaginar un Adán sin una Eva aún. Pero…, ¿podemos imaginar sueños que nunca nadie haya soñado, sueños sin soñador alguno? Creo que, si no podemos, desde luego sí que podemos intentarlo : intentemos, por lo tanto, imaginar sueños que nunca hayan sido soñados por nadie, y ésos sí serán ya «los otros sueños».
Y ahora, traten ustedes de actuar como debió de haber actuado (supongamos) Adán en ese mítico Edén cuando se le impone esa primera tarea de dar nombre a todos los seres vivientes ya creados : pongan «sueños» dentro de esos «otros sueños», y los sueños que ustedes pongan, ésos serán en el acto «los otros sueños» : los nombres que Adán dio a cada uno de los seres que veía en el Edén bíblico son los nombres de los otros sueños (sin soñador posible). Los nombres, en suma, son «los otros sueños» : unos sueños míticos y simbólicos cuyo único posible soñador no es persona real alguna sino, como mucho y ya no es poco, no es ni más ni menos que el propio Lenguaje.
Porque al nombrar las cosas, ya no las vemos como son, sino como las nombramos. Más : no las vemos, sino que las soñamos. Seguiremos divagando, en otros textos, sobre estas viejas cosas nunca del todo resueltas.
Ruego se me entienda : este texto no es, ni lo pretende, ni de pretenderlo podría serlo, texto teológico, ni de exégesis bíblica, ni cosa por el estilo.
Este texto es fruto de unas muy personales ideas, algunas de ellas fruto de sueños, otras simplemente venidas a la mente del que se pone a pensar y se le representan en su imaginación «cosas» (esto es, «ideas.cosas»), y al no querer uno dejarlas ir sin más, las escribe.
¿Que alguien ve aquí banalidades? Nada que objetar al respecto : somos libres de ver en el mundo, o en los textos que van y vienen por estos mundos, lo que nuestras entendederas tengan por válido en cada momento…, siempre que esa validez no invalide las de los demás. Porque también somos libres de no querer ser libres…
Sí contaré ahora la génesis (¡qué lejana ya en el tiempo!) de este texto : viendo este cuadro del Bosco, que por cierto siempre me ha fascinado a la vez que veía en él un no sé qué «naíf», se me vino a la mente una pregunta : ¿qué soñaría Adán en el Paraíso?
Aún me lo sigo preguntando
Porque estará claro que el primer hombre tendría que ser un ser humano cabal en todos sus términos : comería, bebería, dormiría… Pensar otra cosa es pensar en una criatura absolutamente exenta de humanidad. Un humano demasiado poco humano… ¿O no?
Si observan el cuadro del Bosco, podrán reparar en que ya en el Paraíso, en el acto mismo donde parece que Yahveh Dios está presentándole a Adán su ya compañera Eva, delante de ellos se ve cómo una gato o cualquier otro tipo de felino lleva un ratón que ha capturado. Cosas como esas y otras que ahora no comento son las que me dieron la impresión de que junto a todo lo simbólico del magnífico tríptico, algo «naif» deja caer el gran pintor en su obra
Esto de «sueños sin soñador» presupone, quizá, que se esté tratando de dar un modo de realidad a algo ( : los sueños, en este caso) que en su natural devenir siempre procede de un algo previo, anterior : el sujeto que sueña.
¿Serían estos «los otros sueños» como seres de un otro universo donde los sueños tendrían la realidad que tenemos en este mundo los que dormimos y al dormir podemos tener sueños?
Seguiré en ello. En otros textos.
De todos «los otros sueños» que podamos imaginar, los más próximos suelen ser los menos pensados. Porque hay sueños que antes de lanzarnos a ellos deberíamos pensarlos.
Sin olvidar esto : no desees demasiado algunas cosas, no sea que una vez logradas te des cuenta de que estabas deseando el final de tu paz y, de paso, la intranquilidad de otra (u otras) personas.
Que las cosas vengan por sus cauces y por sus pasos contados, y que te alcancen cuando estés mejor preparado para hacerte con ellas, ya sean cosas, o logros, o relaciones personales.
Podemos creer que las palabras, como dijo un poeta, «no sirven : son palabras». No es verdad en su sentido más obvio : las palabras, el lenguaje, sí sirven : son algo más que palabras. El Lenguaje es creador de Mitos, de «ideas», y así accedemos a formas de pensamiento que en realidad «constituyen mundos», y por lo tanto, «crean», de crear y también de creer…
¿Quieren pensar que hay un «lenguaje inocente»? Piénsenlo. Pero entonces se pregunten ustedes también por la constante acción de control del Poder sobre lo que se dice y lo que se nombra. La palabra puede ser poder. Y quien tiene poder, lo ejerce. Porque al nombrar, o «estamos con» o «estamos contra»…, conque ya verán dónde ponemos cada cosa que se nombre… Al hablar ya hay un camino donde puede (y digo «puede») perderse la inocencia. Y las palabras , sí sirven. ¡Bien que acabó sabiéndolo don Luis Cernuda, pongo por caso!
¡Qué lucidez la del G. Celaya en un hermoso poema que se canta aún, sobre esta cuestión!
Sería un no acabar entrar en estas cuestiones, y eso no es ahora el objetivo. Eso, lo haremos en otro próximo texto.
Gracias, y buenas noches a todos.