En este primer texto que pienso dedicar a Cervantes y a su “opus magnum”, (esto es, “obra suprema”, que sigue y seguirá siendo la del Quijote), voy a limitarme a entresacar algunas afirmaciones de un muy interesante libro, editado el pasado año de 2015, y cuyo autor es Aldo Ruffinatto. Más abajo daré la referencia completa del estudio que hoy vamos a recorrer de manera breve, aunque espero que sustanciosa.
Y a partir de estas palabras iniciales quiero entrar en el tema, que es el que se nombra en el título de esta colaboración mía en el blog de la Opinión de Málaga, no sin antes expresar, una vez más, mi honda y sincera gratitud a las personas que rigen y gestionan ese diario malagueño, nacido al filo del siglo XXI, en concreto en el año de 1999. Con todos ellos, directores varios, redactores, otros colaboradores…etc., estoy en sincera e impagable deuda de bonhomía.
Vayamos al tema. La cuestión de los sueños en la obra de Cervantes, ahora muy particularmente en el Quijote, no es un tema marginal sino todo lo contrario : su estudio ilumina aspectos varios que están sin duda entre sí muy relacionados, pues atañen tanto a la figura del autor, don Miguel de Cervantes, como a sus conocimientos e interés por los aspectos humanos relativos a la salud mental, a la naturaleza misma de nosotros, seres de carne y hueso, de tiempo y circunstancias, de infinitudes del alma a la vez que de muy limitadísimas estrecheces de la vida. ¿De cuántos modos de locura nos habla don Miguel en su obra? ¿No sabemos hoy, acaso, que el fundador del psicoanálisis moderno, Sigmund Freud, quiso estudiar español para poder leer en su misma lengua la obra de Cervantes?
Atraído Freud por los casos de “locos” que Cervantes fue dejando como sembrados acá y allá en su obra literaria, ya se trate del Licenciado Vidriera, ya del muy insigne Caballero de la Mancha, estudió el castellano de una singular manera :
“Según se desprende de numerosas cartas entre Freud y su amigo Eduard Silberstein, escritas entre 1871 y 1881, ambos aprendieron el español de manera autodidacta. Incluso formaron una especie de sociedad secreta a la que nombran “Academia Castellana” (AC) y usaron como seudónimos los nombres de los dos perros protagonistas de “El coloquio de los perros” del (sic) “gran Cervantes”; solían firmar, Freud como Cipión y Silberstein como Berganza…”
Tomo estos datos da la Wikipedia, y no de otras posibles fuentes, para dar mayor facilidad de contraste de datos a quienes esto que escribo lean.
Volviendo a los sueños, diré por ahora que en el estudio referido de Aldo R., que se titula “Dedicado a Cervantes”, en el capítulo III.2. (Sonadas, soñadas invenciones. (La cueva de Montesinos), de página 104 a 116, se abordan las posibles valoraciones de los sueños en el la obra de Cervantes y, ahí, en concreto en el famoso episodio del descenso del héroe a la vez sublima y ridiculizaba, a la vez cuerdo y loco, a la vez “sí y no” ( un “héroe cuántico”, si atendemos a lo que razona muy acertadamente Danah Zonar en su “The Quantum Self”, traducido al español como “El yo cuántico”).
Ya trataremos esta cuestión, que creo apasionante, en otro momento y también dentro de la serie de textos que deseo ir sacando a la luz sobre el Quijote, don Miguel de Cervantes, la medicina europea durante el siglo en que nace don Miguel…, etc. Por ahora nos quedamos con esta pregunta que se hace el autor de “Dedicado a Cervantes” :
“… La aventura de la cueva de Montesinos (y, añado aquí, con ella la cuestión de los sueños) ¿a cuál categoría corresponde? ¿A la de las experiencias vividas, o a la de los acontecimientos imaginados, o, finalmente, a la de los sueños?” (pág. 107, op. cit.)
Y terminemos por ahora, dejando en el aire la respuesta para, en muy pocos días, retomar este tema y avanzar en estos intrincados vericuetos que suelen poner ante nosotros no pocas de las cosas que soñamos. Quede, pues, entreabierta esa puerta a estas cuestiones : darán ellas paso a no pocas “cosas dignas de mención”. Gracias.
Donde dice : “…a la vez sublima y ridiculiza”, debe decir “…sublime y ridiculizable”. Se trata de ese tipo de erratas a que nos induce el escribir desde el ordenador y luego no releer una y otra vez lo escrito : el ordenador con frecuencia pone la palabra que tiene como “previsible”, y la cambia sin más por la que uno ha escrito.
Esas erratas las iré anotando y rectificando.
También deberé completar aspectos del texto que han quedado en el aire.
Gracias y se me disculpe.
La edición que conservo de mi padre y mi tío y padrino Modesto, de la BAE, es la de 1851.
Como puede leerse se la regaló mi tío Modesto a su hermano Manuel (: mi padre) en el año de 1955.
En paz estén ambos, con cuantos con ellos fueron en esta vida.
Cervantes murió en 1616. Al año siguiente su viuda dio a la imprenta la última (y más apreciada por el propio autor) obra de don Miguel, el Persiles. Se publica pues “Los trabajos de Persiles y Segismunda” en 1617.
A partir del siglo XVIII, sobre todo gracias a la alta valoración de los lectores cultos ingleses y alemanes, el Quijote cobra ya la singular relevancia que hoy día tiene. En tiempos de Cervantes, y a pesar de ser obra que pronto tuvo su público, las enemistades literarias “pusieron piedras en el camino”. Lope de Vega era un feroz enemigo personal del ingenioso caballero don Miguel de Cervantes Saavedra.
He observado un curioso anacoluto : hablo de un descenso del héroe ( : de don Quijote) pero he omitido “…a la cueva de Montesinos”. Luego sí nombro el lugar, pero antes dejé una frase incompleta : de ello puedo deducir que además de soñar es preciso dormir, y ponerse a escribir un texto que debería tener plena racionalidad gramatical y semántica sin haber descansado suficientemente, es correr el riesgo de “salirse de la carretera”. Como cuando se conduce, ni más ni menos.
Tanto en el Quijote como en el Persiles el tema de los sueños tiene su importancia. Y desde un punto de vista amplio, ¿acaso la propia vida quijotesca, -valga la redundancia que se avecina-, de Alonso Quijano como don Quijote, no es todo un sueño de cabo a rabo? Don Quijote vive un largo sueño caballeresco y toda la gran novela cervantina se articula en ese eje de fondo : la visión de ensueño del Hidalgo Manchego.
Tanto en el Quijote como en el Persiles el tema de los sueños tiene su importancia. Y desde un punto de vista amplio, ¿acaso la propia vida quijotesca, -valga la redundancia que se avecina-, de Alonso Quijano como don Quijote, no es todo un sueño de cabo a rabo? Don Quijote vive un largo sueño caballeresco y toda la gran novela cervantina se articula en ese eje de fondo : la visión de ensueño del Hidalgo Manchego. A esto se le puede añadir el hecho incontestable del Gran Sueño de Ultramar, el que encarnaron los que se embarcaban para las Indias Occidentales, para las tierras americanas, y vivían el “sueño del oro”, en una gran aventura no menos “quijotesca” que la que plasmó Cervantes en su obra máxima.