Sueños de árboles

8 Mar
Obra de Ignacio Abella, portada de la 4ª edición (2001)

La mayoría de los tratados sobre la naturaleza y el posible significado de los sueños suelen asociar el árbol, como símbolo, a la idea de protección, en primer lugar. Y esto es así desde Artemidoro, en el siglo II de nuestra era, hasta la actualidad. Por ese motivo, por esa simbología positiva, es lo más general que los sueños donde el árbol o los árboles sean elementos de importancia destacada se consideren de carácter benéfico, es decir, sueños que representan beneficios y protección para el soñador.

«El árbol o los árboles», acabamos de decir; y ahora remarcamos esto : el bosque queda aparte. La simbología asociada al bosque es otra, y ahora no entramos en ello.

Luego, una vez identificado el elemento «árbol», vienen necesariamente los demás detalles : clase de árbol (como especifica Artemidoro en su obra), si es grande o no, si está bien poblado de ramas y hojas o está casi «desnudo» de ellas, si está bien firme en su lugar sobre el suelo o está caído o tronchado del todo o en parte…, etc.

Sobre el tema de los sueños de árboles, o sobre el soñar con un árbol en concreto, y su valoración positiva en una posible interpretación, hay algo que se nos ocurre debemos tener muy en cuenta : en líneas muy generales, un árbol es en sí una criatura viva de naturaleza protectora o benefactora para el ser humano, al igual que para otros muchos seres vivos. Ya en los mitos, todo «locus amoenus» (esto es, todo «lugar ameno»), o los paraísos o lugares paradisíacos, los árboles están presentes. No existen paraísos desiertos. Todo paraíso, si no es jardín, es lugar con árboles, «comedida arboleda», por así decirlo.

Y esto tiene su lógica : el ser humano es mucho lo que obtiene de los árboles, además de su madera si lo usa para fabricar diferentes objetos, ya sea un bastón, una lanza, hacer puentes, hacer casas, construir empalizadas… ¿Se hubiera decidido César a cruzar el Rin de no haber podido tender puentes de madera sobre el río? Muy posible es que no, y él mismo explica la razón de ello en sus «Comentarios de la Guerra de las Galias», como veremos en otro texto venidero.

Sin árboles, durante siglos y siglos el hombre no hubiera podido disponer del fuego en gran medida, y tampoco de naves con las que extender sus dominios o entablar contactos, ya fueran comerciales o ya de otra índole, con otros hombres de otras tierras. Y no olvidemos que sin el fuego no habría sido posibles trabajo de forja de los metales, ni la cocción de alimentos, ni, en definitiva, la cultura material que conocemos se hubiera dado.

No digo que sin árboles no hubiera habido cultura, pero es seguro que la que se hubiera producido, por fuerza tendría que haber sido muy diferente a la que conocemos.

El árbol es además un símbolo de estructuración organizada, yo diría que casi perfecta. Es un ser vivo «condenado a dar más vida», dicho así como una manera de resaltar su carácter benéfico. Y benéfico tanto para nosotros, los seres humanos, como para aves y otros muchos seres vivos de esta inmensidad que llamamos, no sin cierta ironía, «madre naturaleza». Por esa razón sobre toda otra debemos considerar los sueños de o con árboles como sueños cargados de simbolismo altamente positivo. ¿Sabía todas estas cosas ese ya tan lejano tratadista que era Artemidoro de Daldis (o de Éfeso, su auténtico lugar de nacimiento), cuando escribía la gran obra que nos legó, y en la que se adelanta más de diecisiete siglos a los principios del simbolismo propio de S. Freud? No podemos ni asegurarlo ni negarlo, pero sí que podemos sospechar que en su más hondo inconsciente bullía una muy clara idea de muy sabios conocimientos. Trataremos de seguir sus rastros en futuros textos.

6 respuestas a «Sueños de árboles»

  1. Sin duda, los paraisos siempre tienen áboles,claro está que depende del sueño, pero forman parte de nuestra vida sobremanera aunque nos empeñamos en destruirlos como si fueran inagotables.En el subconsciente de cada persona existen áboles o presonas que los representan como esa figura protectora que todos necesitamos.A mí siempre me gustó el sauce lloron, imagino por su estructura protectora.

  2. Es una buena elección la del sauce. Es árbol medicinal y de su corteza se fabrica lo que conocemos como Aspirina, que es acido acetilsalicílico. Salicílico viene de salix / salicis, que es «sauce».
    De sus ramas se hacen cestas y los mimbres de los sauces son de siempre muy apreciados en la cestería. Esto, claro es, antes de que se fueran sustituyendo las cestas clásicas por las modernas de plásticos horrorosos.
    Conocer los árboles y plantas es una muy antigua y apreciada ciencia. Los hombres sabios de los campos bien que lo saben.

  3. De los «Comentarios de la guerra de Las Galias» de Julio César se puede aprender mucho de los pueblos que vivían tanto en las Galias como en Germania.
    Estas lecciones de historia las encontramos después en otros libros, como Las Cartas de Relación de Fernando Cortés como la magnífica obra de Bernal Díaz del Castillo sobre la conquista de la Nueva España, nombre que en el XVI se le daba a México.

  4. Pero los libros que tratan de la Botánica y la Geografía del Nuevo Mundo son otros, y todos de gran interés. Ya los abordaremos, así como también el relato de los viajes por el Pacífico del capitán Cook, en el XVIII.

  5. Que el árbol es un muy estimado «objeto de mitos» lo tenemos ya desde el relato bíblico inicial : el árbol de la vida, el árbol de la ciencia del bien y del mal. Esto es, que desde el propio Génesis los árboles son portadores de sentidos ajenos en sí a la Botánica y muy afectos a la Mitología. ¿Es esto mera casualidad, es simple fruto de una tradición, o hay un más profundo sentido en todo ello?
    Cada lector saque sus conclusiones. Nosotros trataremos el tema en su momento y daremos nuestra propia visión del tema.

  6. El más completo sueño de árbol que conozco es el que acaeció a un muy gran profesor de filología que tuve (eran los años de la carrera en la Facultad de Letras de la U. de Granada), quien, sintiendo cansancio tras una de sus largas caminatas por el campo, se sentó a descansar bajo un árbol, y allí le encontró el final de sus días en esta tierra. En Paz estés, don A. LL. M. de G.

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