Hay un curioso episodio en la narración que Bernal Díaz del Castillo hace de la entrada de Hernán Cortés en Méjico cuando ya ha iniciado la conquista de la Nueva España, nombre que dieron primeramente los españoles a aquel país. Aún iban al encuentro de los entonces dueños de aquellas tierras, cuya extensión es de unos casi dos millones de quilómetros cuadrados, esto es, unas cuatro veces la de la actual España. (Doy este dato para que el lector pueda hacerse una idea de la magnitud de la empresa que iniciaba Cortés con su menguado ejército a finales de la segunda década del siglo XVI). Y cito ya directamente a Bernal Díaz del Castillo :
“… e allí tomó Cortés posesión de aquella tierra por su majestad, y él en su real nombre. Y fue de esta manera : que desenvainada su espada, dio tres cuchilladas, en señal de posesión, en un árbol grande, que se dice ceiba, que estaba en la plaza de aquel gran patio, e dijo que si había alguna persona que se lo contradijese que él se lo defenderá con su espada y una rodela que tenía embrazada; /…/ e por ante un escribano del rey se hizo aquel auto.”
Este hecho tenía lugar a mediados, aproximadamente, de marzo de 1519. La conquista de México no había hecho nada más que empezar, y Hernando Cortés ya tenía casi del todo acabado su plan de actuar al margen de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, y hacer y deshacer por su cuenta y bajo las órdenes, tan sólo, del entonces rey de España cuya corona, dicho sea de paso, iba a señorear por todo el orbe : Carlos I de España y V de Alemania era coronado Emperador del Sacro Imperio en ese mismo año del inicio de la entrada definitiva de Cortés en tierras del Imperio Azteca, el de 1519. Pero vamos a lo nuestro de ahora : el árbol sagrado.
Arboles sagrados hay no pocos en la historia de los pueblos y civilizaciones, desde el humilde olivo al fuerte roble, o desde el sicomoro o sicómoro, (que es una higuera de origen egipcio), al álamo. El abeto, el ciprés, el sauce, el cedro… : son muchos los árboles que están asociados a divinidades y cultos varios, a creencias y mitologías. “A la sombra sagrada de los cedros”, dice un verso de Luis Cernuda. Y da título a un estudio interesante y erudito, que ahora no podemos abordar. Y recordemos cómo Sidharta Gautama encuentra la iluminación meditando bajo el llamado “Árbol Bodhi”, una higuera sagrada.
Volviendo al árbol ceiba, que en México también se llama pochote, o kapok en países anglosajones, era sagrado para los antiguos mayas, y el que acuchilló Cortés se hallaba en el interior del patio de un templo en una localidad cercana al río de Grijalba, cuyo nombre le viene por el al cabo desdichado descubridor, Juan de Grijalba o Grijalva, que descubre en 1518 el río de Tabasco luego llamado precisamente por él, “río de Grijalba”. La elección por parte de H. Cortés de ese árbol para el acto de toma de posesión de aquellas tierras no es gratuita ni casual : era árbol ubicado en el patio central de unos templos mayas, árbol tenido por sagrado en aquella cultura, cuya cormogonía cuenta esto de la ceiba (o Yaxché, en lengua maya de la península del Yucatán) en su libro del Popol Vuh :
Los dioses creadores sembraron en los cuatro rumbos del cosmos sus respectivas ceibas sagradas, al este la ceiba roja, al oeste la negra, al sur la amarilla y al norte la ceiba blanca. También sembraron una quinta ceiba en el centro, en cuyas raíces colocaron el Mittal, o morada de los muertos, en tanto que los seres vivos habitamos en su base, y en su alta copa y ramas moraban los dioses. El árbol ceiba llega a alcanzar los 70 metros de altura, lo que no está nada mal.
Hemos de decir, para hoy acabar ya con este texto, que esta percepción sagrada de los árboles en casi muchas de las grandes (o menos grandes) culturas de todo el mundo no es cosa absurda, y que la actual actitud de ignorancia (e incluso menosprecio) de los árboles por parte del hombre actual, “urbanita enloquecido”, es lo que más debe llamarnos la atención, como veremos en sucesivos textos : cuando veamos los árboles como energías vivas, entonces será el momento de razonar sobre esos “desvíos” del actual habitante de las grandes ciudades
Carlos V había nacido en Gante en 1500, y llegó a Castilla muy joven, rodeado de su corte flamenca, que en principio no era bien vista por la nobleza castellana. Pero pronto el joven monarca y emperador iba a enamorarse de la tierra castellana, y los españoles a militar sin menoscabo bajo sus banderas imperiales.
Con todo, estos datos son ahora de secundaria importancia : lo primario son los árboles. Con ellos seguiremos en sucesivos textos.
Que sea a ese árbol sagrado al que Cortés acuchilla, cobra sentido si nos acordamos que por sistema los españoles del siglo XVI, en su conquista de México, destruían los altares de sus dioses y derribaban sus símbolos. Cortés llevaba consigo a Aguilar, un “lengua” ( esto es, intérprete; hombre que por haber estado preso entre indios, conocía su lengua y costumbres; Cuando tiene lugar este episodio aún no había aparecido doña Marina, aquella princesa india que le fue regalada a Hernán Cortés, y con la que tuvo un hijo), que por su condición, conocía las costumbres y creencias de los indígenas. Digo esto porque el acto de toma de posesión de un territorio, en la época, se solía hacer con otros tipos de gestos : clavando una lanza en el suelo y alzando la bandera al tiempo que se decían las frases de rigor, o alzando una cruz, pero no acuchillando árboles. Ahora bien, al tratarse de un árbol sagrado para los mayas del Yucatán, estando en su territorio, sabiendo de sus temores y creencias, el acto de Cortés cobra pleno sentido.