En las cosas que se refieren a los sueños ocurre lo mismo que en todas aquellas donde, de una forma o de otra, esté implicada la “naturaleza cultural” del ser humano, a la vez que, -como no podría ser de otra manera-, también la “personal inclinación” (y aptitudes, tanto como actitudes) de cada individuo. No nos es posible separar lo personal de lo social, lo individual de lo colectivo. Ni nos es posible, ni de serlo sería conveniente tal deslinde porque, por muy individualistas que seamos (o que creamos ser), al cabo somos hijos de nuestro tiempo, a la vez que también de nuestras obras.
Como tampoco es cosa conveniente deslindar crianzas y andanzas : una persona que no haya sido criado ni educado para la guerra ni para el mando, pero cuya vida le haya puesto, una vez y otra y otra, en situaciones donde haya tenido que tomar partido por algo, en dura pugna a veces, y jugándose mucho en ello, jugándose incluso la propia vida, por necesidad acabará siendo persona ducha en el arte de la supervivencia, como poco.
Me pregunto si al decir estas cosas no estamos apuntando, y muy de lleno, a la figura misma de don Miguel de Cervantes. Y me respondo que en efecto, así es. Y añado que era nuestra inicial intención hacerlo, por la razón que se aclara de inmediato : en el caso de esta obra en concreto de Cervantes, (y ahora se deja al margen, como se dejará en cuanto siga de esta concreta entrada al blog, la última de sus obras, y la más apreciada por el propio autor, según él mismo dejó escrito : “El Persiles”), resulta poco iluminador separar al autor y sus vivencias, y su azarosa vida, sus luchas y vaivenes de fortuna…, separarlo, decía, del sujeto máximo de su creación : el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha.
¿Estamos en esto cercanos a la visión que en su día tuvo don Miguel de Unamuno sobre estos temas? De fijo que sí. Y aún podríamos estarlo más, de no ser por las cosas que entre la obra del ilustre vasco que fuera rector de la Universidad de Salamanca y nuestros días se han publicado tanto sobre Cervantes como sobre el Quijote. Pero déjese eso atrás ahora, que en lo concerniente a los sueños, son otros nuestros rumbos.
O si no lo son, al menos quieren serlo : los sueños del Quijote que nos interesan se limitan a tan sólo dos, que son el inicial “sueño caballeresco” de Alonso Quijano el Bueno, devenido loco por sus demasiadas lecturas de libros de caballerías, y el “sueño de fábula” de don Quijote al bajar a la Cueva de Montesinos y quedar en ella un rato, cuya duración no sabemos si fueron esos 30 ò 40 minutos que decía Sancho Panza, o aquellos hasta tres días, que afirmaba Don Quijote. Uno es un sueño nacido de los libros, y el otro es uno sobrevenido en una caverna. Con nuestra consideraciones sobre estos dos casos seguiremos en la próxima entrada.
La que hemos llamado “naturaleza cultural” no viene determinada sólo, o al menos no exclusivamente, por sus estudios y titulaciones, sino que todo eso, lo que haya estudiado y aprendido en liceos o universidades, en lecturas y su propia vida, acaba antes o después “con-formándose”, esto es, cobrando definitiva forma, con su propia naturaleza ya dada : la que como persona nacida le haya concedido su vida, su sangre, sus inclinaciones y, como se decía en el siglo de Cervantes, sus “humores”.
Y ahí entra, como es lógico, lo que más abajo habíamos llamado “personal inclinación”. Que, por mucho que estudie y grade en mil y una facultades, acabo el soberbio es soberbio, el locuaz es locuaz, el santo es santo, y así hasta que queramos seguir añadiendo maneras de ser. Que acaba contando siempre tanto lo que se hace como con quien se pace.
Las ilustraciones que hace Miguel Ángel Martín en esos dos volúmenes añaden al texto, muy cuidadosamente tratado, notable animación y facilitan la lectura pues siempre que leamos poniendo lo más que podamos de imaginación en lo leído, mejor y más placentero será nuestro ir leyendo. Por ese motivo esta es la segunda vez que hacemos mención, en poco tiempo, de dicha edición, y también de ella reproducimos portada.
Y hay algo más : en su momento deberemos separar con nitidez qué cosa es un sueño (: rêve) y qué otra una fantasía (o “ensoñación” : reverie).
Hay una tesis sobre el tema que, aunque dedicada a otros autores, como Rousseau, Dostoevsky, Eliot…, contiene observaciones válidas para nuestra visión del tema, en ese aspecto. Es de Corinne Tucker, y se publicó en 2014. Pueden encontrar ustedes su “The Reverie Genre : Rousseau, Dostoevsky, Eliot and the Roots of Modern Consciousness” en la Red.
En la obra de Cervantes no faltan ejemplos de ambas cosas, tanto sueños como ensoñaciones. A nuestro juicio, obviamente.
Cuando en la primera nota hechos escrito “su sangre” no nos referimos en absoluto a “casta” o “familia” ni nada por el estilo. Nos referimos a la personal manera de encarar el mundo de cada uno, cosa que es tan de los adentros de cada persona que ahí, ni padres ni patrias ni lenguas nos valen. Es algo único y sólo “visible” en obras, no en palabras.