Forma parte, -lo que llamo ahora «conversión» de D. Quijote-, de ese juego barroco de «espirales», de que hablaba Helmut Hatzfeld (1892 – 1979), filólogo e hispanista alemán que se especializó, entre otros temas y autores, en Cervantes y Santa Teresa de Jesús. De tales espirales ya hablé en una nota anterior : se trataba de esos binomios, por así llamarlos, de personajes que en la novela iban teniendo papeles o actuaciones contrapuestos, donde el autor podía «rizar el rizo» de sus tramas en la obra. Don Quijote se convierte porque en un momento dado pasa de ser ese «caballero andante» que va por los campos de Castilla tratando de favorecer a los débiles y derribar a los soberbios y engreídos que abusan de los humildes, a volver de nuevo a su naturaleza de hidalgo castellano, dado a la vida noble y tranquila de aldea, a ser, en definitiva, Alonso Quijano «el Bueno», en la estimación de sus vecinos.
Tal «conversión», en la crítica más fiable de que disponemos, tiene lugar a raíz de la visita o bajada a la Cueva de Montesinos. Pero hay más : el episodio de la cueva es una especie de «descenso a los infiernos» del héroe, típico como sabemos de toda la literatura occidental desde el mismo inicio de la misma, en la Antigüedad, y hasta nuestros tiempos. La historia, novela o «fábula» que es El Quijote, introduce en la aventura de la cueva de Montesinos un papel de suma importancia : se va a producir la transición del mundo caballeresco, ideal, al mundo real y cotidiano. En palabras de Gloria M. Fry :
«If we accept -escribe- the premise that the novel is a purification of the chivalric ideal, we may consider the Montesinos episode as a «cleansing» of don Quijote of his malady before he can be readmitted into the society of this time.» No parece alejarse mucho de esta línea Harry Sieber cuando afirma lo siguiente : «Don Quijote`s experience in the Cave of Montesinos points directly to the end of the novel and to death. His consciousness return from the literary time of the world of Montesinos to the «aevum» of the novel itself. The final acceptance of himself as Alonso Quijano «el Bueno» is an admission that his cannot change or protract the time of death.»
Estas citas, que tomo de la página 109 de la obra de Aldo Ruffinatto que se titula «Dedicado a Cervantes», y que ya cité en anterior texto, (reproduciendo incluso como ilustración la portada misma del libro que se ha publicado en Prosa Barroca y SIAL Ediciones en este año de 2015), no creo que sea necesario se traduzcan al castellano, pues cualquier lector de este post, sin duda, con facilidad entiende el inglés propio de la crítica literaria, siempre más asequible que el que podemos encontrar en obras de creación tales como puedan ser las de A. C. Doyle o F. G. Slaughter. Por no hablar ya de James Joyce, que serían palabras mayores. Con todo, y para facilitar la mejor compresión de este texto de hoy, en nota que adjuntaré al mismo en breve, daré un resumen en nuestra lengua de las palabras de Fry así como las de Sieber.
Pues bien : esa «conversión» de don Quijote a raíz de ese «descenso a los infiernos» que puede entenderse en la bajada a la Cueva (Cave) de Montesinos, ésa es la «espiral» última de que podríamos hablar por ahora. Otra cosa, que ya dejo para más adelante, es la consideración de los sueños : tanto en el episodio dicho, como en los que se narran en el Persiles, obra de Cervantes ya póstuma y que está siendo de nuevo valorada por la crítica con una visión de la misma más justa.
Las palabras de Gloria M. Fry : «Si aceptamos la premisa de que la novela es una purificación del ideal caballeresco, podemos considerar el episodio de Montesinos como una «cura» de la enfermedad de don Quijote para poder ser readmitido en el seno de la sociedad de su tiempo». Por «la novela» se refiere, como es obvio, al Quijote. He traducido «cleansing», que literalmente sería «limpieza», como cura. Y esa «malady» o enfermedad de don Quijote, -lo que todos sabemos-, era su locura en lo que atañe al mundo de las novelas de caballerías.
Las palabras de Harry Sieber nos vamos a quedar con el inicio tan sólo, que tiene para nosotros mayor importancia ahora. Viene a decir que «La experiencia de Don Quijote en la Cueva de Montesinos apunta directamente al final de la novela y a la muerte.» Aclaremos : al final de la novela cervantina cuyo episodio valoramos ahora, y a la muerte del héroe, don Quijote, es decir, Alonso Quijano «el Bueno».
Como podremos fácilmente deducir, la espiral que ahora y aquí estamos contemplando no es del tipo don Quijote versus Ginés de Pasamonte, sino de ese otro tipo que sería uno mismo enfrentado con, por así decirlo, su «alter ego» : Don Quijote vs. Alonso Quijano el Bueno.
Anoto aquí : en el anterior comentario, entre » …Harry Sieber» y «nos vamos a…» falta poner el indicador / : / esto es, los dos puntos, : , que vienen a dar completitud sintáctica al texto. Gracias.
Quédense con estas palabras :
«Los libros de caballerías fueron la lectura favorita de los españoles del siglo XVI, de suerte que toda su tramoya (…) vino a formar parte del imaginario popular.»
Eso escribe J. Gil en su Introducción a la obra de Bernal Díaz del Castillo, «La verdadera historia de la conquista de la Nueva España». J. Gil es miembro de la Real Academia y el nombre de «Nueva España» es el que tuvo primeramente Méjico a raíz de la conquista de Hernán Cortés.
Esta anotación la hago para mejor encajar la novela de Cervantes (él también escribió a veces Cerbantes) en su contexto cultural.
¿Qué propósito tenía realmente don Miguel de Cervantes para escribir esa novela, si es que tiene que tener algún propósito la obra literaria? Lo que dice de hacer burla o parodia de los libros de caballerías no parece hoy que sea una razón suficiente. De hecho, el Persiles es una novela de caballeros y truhanes a la vez que -como se repite hasta la saciedad- una novela bizantina.
En otro lugar abordaremos esta cuestión. Lo que más inmediatamente nos va a ocupar en breve serán las valoraciones de los sueños que encontramos en estas dos obras cervantinas, el Quijote y el Persiles.
A la idea de que los españoles del siglo XVI eran en su gran mayoría iletrados y no sabían leer, idea cierta, hay que añadirle el siguiente matiz, que no es de poca importancia : no sabían leer en su gran mayoría, pero sí que se ponían en torno de alguno que fuera buen lector, y oían durante grandes ratos las hazañas o los hechos pícaros o santos o endiablados…, de los protagonistas de turno. Esto lo sabemos por estudios, como los de Marcel Bataillón entre otros hispanistas, y por la misma tradición de los juglares y gente de vida teatrera y errante. En el mismo Quijote tenemos el caso de Ginés de Pasamonte, cuando llega a la venta y monta sus tramoyas con el mono adivino y otras historias, que acaban por despertar la ira de don Quijote y le destroza el teatrillo.