I .- En un determinado momento, y a raíz de un curioso sueño que ahora no viene al caso, me llamó la atención un detalle del relato que Don Quijote hace de su bajada a la Cueva de Montesinos. Adelanto aquí que se trata de una cuerda, enrollada en forma de círculo que encierra en sí una espiral, donde se sienta el ilustre hidalgo y, sin pretenderlo, echa una cabezada. Vamos a quedarnos con este «esqueleto» : un círculo, y en su centro, una espiral. Todo ello procedente de una cuerda que nos sostiene ( : o sea, que sostiene al hidalgo manchego ) desde arriba, le permite llegar al hondón de una Cueva, donde acaba por quedarse dormido y «sueña vidas», por así decirlo.
II.- Y con esa virtual imagen, con esa geometría mínima de la cuerda, el círculo y la espiral, vamos a hacernos una muy simple pregunta : ¿significan algo especial el círculo, la espiral, y la cuerda? Digo aquí «significan» en el estricto sentido de «simbolizar», esto es, de qué cosas puedan ser símbolos esos elementos citados. Que en obras literarias se busque simbología de una u otra índole no sólo es lícito, sino que yo diría que hasta es necesario. De hecho, hasta épocas muy cercanas a los tiempos contemporáneos, las obras literarias son más que nada o, si se prefiere, son ante todo, símbolos. La Eneida lo es. Lo es el Gargantúa y Pantagruel. Lo es La Odisea. Para qué decir que lo es La Divina Comedia. Y, ¿no iba a serlo, de una u otra manera, el Quijote? Pero ahora, de toda la obra de Cervantes, y del Quijote en concreto, sólo nos interesan esos elementos citados ( : cuerda/cueva ; círculo; y espiral ). Y aquí dejo, por ahora, y hasta un par de días tan sólo, esto que vamos trabajando en relación con la Cueva de Montesinos. Que el camino a recorrer no es muy largo, pero es importancia hacerlo paso a paso : las cuestiones que se implican
Anoto.- Ante esa curiosa piedra natural, que es imagen prehistórica de una divinidad lunar, repasé ideas y cosas leídas como en sueños, (esto es algo que deberé explicar en otro lugar : «leídas como en sueños»), y algo como una rara manera de destello interior (¿me estaré volviendo loco, o tal vez más acordado con mi ser?) me sobrevino. El texto que inicié semanas atrás a propósito de un episodio del Quijote, forma parte importante de eso que me sobrevino. Ahora, lo expongo al lector; y lo continuaré exponiendo para su curiosidad o…, ¿tal vez para suscitar sus dudas más íntimas? Vita brevis, ars longa.
Otra vez anoto.- ¿Han probado ustedes a repasar algo soñado en un lugar especial? Ante el mar, o sobre un cerro, o bajo un escogido árbol, (pero en soledad y paz : sin tráfico de vehículos y personas atareadas). Si no lo hicieron, prueben un día, a ver qué sacan en claro, o qué ponen en oscuro… Gracias.
La entrada primitiva de la Cueva del Tesoro, o Cueva del Suizo, que también así se llamaba, era similar a esta que se ve de la de Montesinos.
Hay más : tanto en una cueva como en la otra, en la de Montesinos en la obra de Cervantes que conocemos como el Quijote, como en la del Suizo o del Tesoro, se dan sueños. Hay en ambas episodios de sueños. Ahora, como es natural, nos centraremos en el sueño de Don Quijote. ¿O por decir mejor, «los sueños» de don Quijote? Porque en una dormida, valga el término, se puede soñar más de uno y de dos sueños. Los expertos en el tema dicen que soñamos por lo general entre 3 y 5 veces a lo largo de unas ocho horas dormidos. Sin que eso signifique que por soñar, recordemos luego lo soñado, como bien saben los lectores.
«La voz del abajo es el poema», escribe Chantal Maillard en una de sus últimas obras en prosa publicada en la editorial Galaxia Gutenberg, si no me falla la memoria. Y nos decimos : entonces, el poema es lo in-decible, pues «la voz del abajo» deberá ser, por su propia esencia, «sub-(e)stante», lo que está abajo. Y lo que está abajo no puede salir -so pena de dejar de estar donde está- de ahí, de abajo. No puede «ponerse horizontal en superficie», sino permanecer en su honda verticalidad.
Pues bien : en la bajada de Don Quijote a su personal infierno, de donde al cabo ha de salir renovado, ahí, abajo, en la Cueva de Montesinos, encuentra (o por mejor decir : re-encuentra) su verdadera voz, su yo real, su ser-Alonso-Quijano-el-Bueno. La voz del abajo suya, su ser. Y se alza, a partir de ahí, hacia su «buena muerte», donde recobra de lleno toda su verdadera vida.
El Quijote es una obra poética «mayor».
Un análisis muy atractivo que nos invita, cómo no, a soñar. Es curioso cómo en tantas obras clásicas se da el descenso a otra dimensión (los infiernos): Gilgamesh, Odiseo… En este caso don Quijote desciende para encontrarse a sí mismo. Un abrazo
Gracias, Alfonso. Tú, como escritor que eres y en quien se adivina un largo recorrido, debes sin duda saber cómo de ciertos «bajones a los infiernos» sólo la ironía, a veces, nos puede salvar y devolvernos a la superficie de la vida. Un fuerte abrazo de este fiel seguidor de tu obra que sabes que soy.
Hay investigadores y críticos literarios que afirman razonadamente que el episodio de La Cueva de Montesinos prefigura el final de la obra y la muerte misma de Don Quijote. En el próximo texto abordaré esta cuestión y con ello, de momento, daremos fin a estos escritos en este blog sobre la obra cumbre de Cervantes.
Con respecto al Persiles y los sueños, es otro cantar…