Cuando volví a visitar al doctor no fue por seguir ese orden en el tratamiento que toda persona debe respetar si quiere ser coherente con su propósito, que se supone es lograr la plena sanción de algún malestar. Añado de paso que mis malestares más importantes, en la actualidad, (¡y toco madera!), tienen relación con el sueño, el insomnio, las alteraciones del dormir…
Pero sigo, que esto no viene al caso : volví a citarme con el doctor porque fue él quien me pidió que fuera a verle.
-«Si quieres», -le dije atendiendo a su llamada-, «nos vemos en El Central o en Doña Mariquita y de paso tomamos un café». Me respondió que no, que mejor acudía yo a su consulta, pues andaba muy escaso de tiempo para la cantidad de cosas que tenía atrasadas y le urgían. «Por favor, ven tú», insistió.
Y añadió algo -que ahora no recuerdo muy bien- sobre no sé qué de haber pasado lo que él llamaba «un catarro de hacer poco o nada», con lo que (imagino yo, ya que nunca me lo aclaró) supuse que había vuelto a dedicarse a sus innecesarias incursiones por internet, esas navegaciones virtuales donde, a veces, se conocen mundos inesperados, y otras se dan bamboleos inútiles por mares, (también virtuales), de los que nada de provecho se saca, como no sea la sensación de tiempo perdido en vano.
El «indocto doctor», -como yo le llamaba de broma y él se reía-, era un impenitente adicto a navegar por las redes. Siempre que podía, estaba pegado al ordenador, ya por asuntos de sus materias profesionales,- éstas eran las menos veces-, ya por divertimento o simple recreo personal, que eran las más. En honor a la verdad debo decir que este médico no era en absoluto indocto, y tenía además un estupendo sentido del humor.
-«De acuerdo, de acuerdo. Ponga usted día y hora, y allá estaré, doctor». Y aquí aclaro que a veces nos tuteábamos, a veces no.
-«Indocto, indocto doctor. No te dejes atrás lo de «indocto». -Y le oí reír brevemente de su propia broma : sabía reírse de sí mismo, lo que a mi parecer es un grato don.
Le pregunté si podía adelantarme algo sobre el motivo de su llamada, o si tenía que ver con algún tema relativo a mis problemas con el sueño. Se apresuró a decirme que no me preocupara. «Todo lo tuyo va bien, es por cosas mías», -me dijo. Y me dijo más : Que sí que había temas sobre sueños, y el sueño, y los tipos y modos de soñares…, pero que esta vez no eran cosa médica relativa a mis programadas visitas como paciente. Respiré tranquilo.
-«Quiero consultar contigo unas cosas sobre ese episodio donde don Quijote se hace bajar a la Cueva del Montesinos… Verás, ahí hay cosas que tienen que ver con el soñar y los sueños, y también otras que imagino habrán sido analizadas por los cervantistas, y tú quizás me puedes orientar algo».
-«Pues lo dicho. En lo que esté en mi hacer, le ayudaré a desbrozar esos intrincados territorios. Mañana mismo, como me has pedido, -ya me había dado día y hora-, me tienes en tu casa, quiero decir tu consulta, y nos ponemos manos a la obra. Pero te lo anticipo, doctísimo amigo : esto de los sueños en la obra de Cervantes, no es cosa menor. Y cuanto se relata en ese episodio, mucho menos. ¡Hasta entran en juego las espirales y sus valencias esotéricas!»
-«¡Vaya! Pues me dejas sobre ascuas, pues es el caso que algo de ello hay en lo que quiero consultar.»
Y con esas palabras, nos despedimos. Corté la comunicación del móvil, y pensé por un momento las cosas tan curiosas como extrañas que ocurren a veces en la vida, pues meses atrás estuve por sacarle yo el tema del sueño en El Quijote y El Persiles, pero no lo hice por temor a descubrir que no hubiera leído ninguno de los dos libros…
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La bibliografía sobre este tema en concreto del Quijote es muy amplia. ¡Para qué les digo del libro entero! Y si a ello añadimos ese «detalle» de que Don Quijote se sienta sobre una especie de círculo en forma de espiral (formado por él mismo al enrollar la cuerda con que le bajan a la cueva, la cuestión se torna mucho más ardua. Pero su interés aumenta y las posibles interpretaciones de su ¿sueño, visión, ideación…? se nos disparan.
Trataré en sucesivas notas y en otras entregas de ahondar en este tema. Hasta donde mis conocimientos me lo permitan, como es obvio.
Daré alguna bibliografía de fácil acceso a todo lector, y trataré de ser lo más claro posible en el deslinde entre lo que es lo soñado, lo imaginado soñar, y lo vivenciado en estado de semi-sueño.
En cuanto a la espiral, tendré que añadir algo más a lo ya dicho antes, en el post que precede a éste. Lo estimo conveniente y, al tratarse de reiterar cosas, intentaré no ponerme «lastroso», perdón, : no ser un lastre para el lector.
Errata.- en el inicio del texto, en su primer párrafo, donde se lee «sanción» debe ponerse «sanación». El error ha sido mío : debí releer lo escrito antes de pasarlo a la sección de blogs. Disculpen y gracias.
Aclaro ahora que el valor que se ha dado en este texto al término «valencia» está muy cerca del sentido que tiene en la química, y podríamos entenderlo, «grosso modo», como «valor o número de posibilidades», aplicado a los átomos capaces de funcionar con más o menos diversos compuestos. Entiéndase esto de una forma muy amplia.
Que se haya puesto ese título y apenas se haya hablado de lo que ocurre en la Cueva de Montesinos, así como algunas otras cosas referentes al sueño en Cervantes (sobre todo, en el Quijote -parte 2- y en el Persiles), es algo que se entenderá cabalmente cuando los textos II y III sobre este mismo tema de hoy hayan sido publicados. Estoy en ello.
Nota.- Antes de publicar las cosas que expuse a mi amigo el doctor sobre el tema de la C. de Montesinos, no está de más que se sepa que tuvimos una extensa y – a veces – «confusa» conversación telefónica sobre el valor posible de las cosas relativas al esoterismo en general, y al de la mente humana en particular.
Porque como trataré en otro lugar, más adelante, una cosa es el Esoterismo, como corriente más o menos «intelectual» asumible, esto es, lo que el Dicc. de la RAE acepción 4) del término «esotérico», y otra cosa ( a mi muy inmodesto entender) el «esoterismo inherente a la mente humana» : creo que hay aspectos de la mente que aún nos son desconocidos y que en ellos «se contienen» elementos esotéricos.
No quiero dejar este aspecto último sin matizar.
Hay materias diversas, como la botánica o la física, la cristalografía o el estudio de las mareas, que conforman, en un muy particular proceso, «tríadas» : 1) el objeto a estudiar, -por ejemplo, las plantas o los volcanes-; 2) la mente humana, -que es con lo que accedemos a sus estudios-; y 3) el proceso mismo del estudio, -que exige una metodología.
Pues bien : del mismo modo que en el estudio de la mente es ésta la que acaba descubriendo y dando lugar a disciplinas específicas, como la neurología, la psicología, la psiquiatría…, etc., en el esoterismo entiendo que hay dos parecelas : estudio del Esoterismo en sí, y dentro de éste, el que existe, del modo que sea, en el interior de la propia mente que lo estudia.
Soy consciente de la dificultad de este planteamineto, y para aclararlo (¡quien sabe si para añadir aún más complicación al tema!) digo que hay una materia general que es «lo esotérico» como objeto posible de estudio, y un aspecto particular : los fenómenos esotéricos ínsitos en la propia mente humana, que es al cabo quien lo estudia todo.
Espero, en un futuro, poder tratar esta cuestión con mucho más detalle. Y no me iré de este punto sin señalar algo : la obra de arte.
La obra de arte, un cuadro o una catedral o un poema…etc., «antes» de estar ya como obra hecha (¡o inacabada!) en la realidad accesible a todo contemplador, está como obra en proyecto en la mente del artista. Valga esto como símil aclaratorio.