“Me siento, pues, algo en desacuerdo con los poetas del día. /…/ Muy de acuerdo, en cambio, con los poetas futuros /…/ cultivadores de una lírica otra vez inmergida en *las mesmas aguas vivas de la vida*, dicho sea con frase de la pobre Teresa de Jesús (1).
(1) La llamo “pobre” porque recuerdo sus comentaristas”
Lo que acaban de leer son palabras de don Antonio Machado, escritas en 1931, en ocasión de explicar a Gerardo Diego cuál era su POÉTICA en ese mismo año, en que se publicaba la “Antología de poetas españoles contemporáneos”, que organizara el propio G. Diego.
Viene muy a propósito lo que dice Machado sobre Teresa de Jesús, así como también, – aunque esto último sea algo de paso -, lo que explica acerca de las diferentes concepciones que de la poesía, de la literatura en general, tienen las épocas y generaciones.
Muy a propósito porque no es raro que se den los casos de escritores y artistas que son poco o nada valorados en su tiempo, y luego cobran un extraordinario auge, y se acaban viendo, ya por todos o casi todos, como anticipadores de estilos, de conceptos nuevos y más ajustados a la “moderna” realidad : ésa que pertenece siempre al momento, y suele ser con frecuencia tan fugaz como lo son nuestras vidas y sus laterales momentos llenos de altibajos. Se podrían dar ejemplos de estas cosas que digo acerca del gusto y los cambios en la estética, pero nos baste el de un escritor del siglo de Teresa de Ávila : Bernal Díaz del Castillo.
El mejor cronista de la Conquista de la Nueva España, (o sea : Méjico), soldado del Cortés en su ruta hacia la capital del Imperio Azteca, y a la postre capitán en los nuevos territorios, Bernal Díaz, era además de soldado un notable narrador. Su “Verdadera Historia de la Conquista”, muy criticada en su momento por otros autores, como López de Gomara, quedó sin embargo con el paso del tiempo (y así lo es con justicia) acreditado como ejemplo más puro del mejor estilo narrativo en nuestra lengua, el castellano o español del siglo XVI. Hoy, la prosa de Díaz del Castillo, puede leerse con la misma o parecida facilidad que la del Quijote de don Miguel de Cervantes, lo que es un hecho notable en la historia de nuestro idioma : que obras de los siglos XVI y XVII puedan leerse con facilidad por la gente común, lo que con otras lenguas, tales como el francés o el inglés, no ocurre tan igual.
Todas estas cosas que se han dicho ahí arriba, a propósito de los escritos de Santa Teresa, ya sea su Vida, o sus Moradas, o sus Cartas…, tienen para nosotros el interés que nuestra propia historia suele presentar a lo largo de los siglos, como si de una especie de “karma” se tratara : lo que un tiempo es perseguido y prohibido, acaba siendo reconocido como algo digno de la mayor estima. Y más, si se trata de obras del pensamiento, y mucho más aún si se trata de cosas del pensamiento que “tocan” con lo que se suele llamar el “status”, el “sistema”…, es decir, la particular “nomenclatura del Poder” en cada momento de la historia. Pues ese es el caso de la vida y la obra y los pasos mismos de Santa Teresa, quien, de no ser porque tenía un esforzado ánimo y muy poderosas ayudas, habría dado con sus pobres huesos en alguna cárcel de la Inquisición. ¿Acaso no pasó años más tarde con otro místico, Miguel de Molinos, a propósito de su “Guía Espiritual”?
Ocurre que los espíritus libres no suelen someterse, si acaso, nada más que a su personal e interior sentir, y están como en permanente pelea con el mundo de sus respectivos tiempos históricos. Algo así, – dando ahora un gran salto en el tiempo, en la manera de expresarse, en la misma cultura -, algo así a lo que ocurre, en otro orden de cosas como estoy recalcando, con el escultor checo David Cernys, gran parte de cuyas esculturas pueden verse en esa bella ciudad capitalina que es Praga, y una de las cuales he elegido para esta entrada, entre otras cosas para recordar, de paso, esas higas que, como cuenta Teresa de Jesús, le sugirió “alguien” que hiciese cada vez que tuviese visones místicas… (¡Qué mundo este!). Seguiremos con ella y su tiempo. Gracias.
Sobre Miguel de Molinos algo habrá que decir en venideras entregas.