
Es curiosa la fascinación que ejerce el mar sobre nosotros, y es curiosa también la misma palabra «fascinación». Quien dice el mar dice los trenes, las montañas, la nieve, la noche, los increíbles atardeceres y el paso insensible del tiempo una vez que ha llegado uno a no se sabe siempre con certeza qué cantidad de «tiempo dormido» en la memoria viva de las cosas. Llamo ahora «tiempo dormido» al que está aún en todo lo que nos rodea, cosas vivas o cosas inertes, seres u objetos, y a la vez está aún – se diría – «adentro en» los relojes. Remarco «adentro en» porque es una expresión que considero personal, y me gusta su sentido reiterador. Adentro en.
Y quien dice «fascinación» dice «que fascina», y lo que fascina, por una extraña senda que sólo conocen los que saben cosas de las palabras y sus avatares semánticos, es a la vez «lo que aoja», o sea, que engaña o causa «mal de ojo», que es eso «aojar». Y ello, pese a que la palabra fascinar, sobre todo en su forma sustantiva, – fascinación -, induce más a pensar en cosas gratas que no en engaños o malicias.
La expresión «¡Es fascinante!» no tiene hoy una connotación negativa, y la idea a «aojamiento» o mal de ojo, que recoge el Diccionario de la Lengua Castellana, está allí unida a las de encantar, maravillar, etc., todas en sentido positivo, en principio. Pero en su origen el verbo castellano procede de un término latino, FASCINUM, que ya aparece en Plinio y en otros autores clásicos, y sí que tiene el sentido de «hechizo, encantamiento (maligno)». Así, por ejemplo, se lee en el Diccionario que «las serpientes fascinan o encantan a los pájaros con su mirada»; y de ese modo los inmovilizan, los atrapan y los devoran. Con plumas incluso.
Pero la fascinación del mar sobre los seres humanos, – y esto creo que desde muy lejos nos viene -, es lo que ahora nos centra. ¿Será porque es ahí, en el mar, donde se origina la vida en los inicios de nuestro planeta y desde el mar salta a las tierras y montañas? ¿Acaso la diosa Afrodita, tal vez la mayor «fascinadora» de la Historia de la Humanidad, no nace de las aguas? ¿Y no han sido siempre naciones dominadoras del mar las que han dado origen a muy grandes imperios? Salvo excepciones, la mayoría en tiempos históricos ya lejanos ( : caldeos, sumerios, persas, el propio y efímero Imperio de Alejandro Magno) todas las naciones que han dominado los mares se han hecho, por períodos más o menos largos, dueñas de las tierras. ¿Será en virtud del comercio? En gran medida, sí. Pero más allá de todo comercio, ¿acaso no subyace todo un mundo de ideas mucho más «intenso» y valioso el el mismísimo oro?
El mar nos fascina, en primer lugar, porque nos propone implícitamente un reto. Un reto de índole vital ante todo, y luego, cuando ese reto ha sido aceptado, y el ser humano dedica su vida al mar, ya sea como pescador que pasa su vida en una ribera manejando con otros una jábega, o como marino de muchos mares que a lo largo de su vida puede decir con fortuna haber dado más de una vez la vuelta al mundo, el mar nos fascina porque antes o después uno descubre que adentro de sí late un más escondido mar, con insondables abismos, como bien supo, por ejemplo, ese gran escritor, tan desdichado como dueño de su fortuna, que fue Edgar Allan Poe. Dejemos aquí esta entrada. Quedémonos en Poe, que sobre estas cosas hemos de volver. Barcos, palabras, mares, libros, escritores…
Uno de los clíper «Rainbow Warrior» (de la ONG Greenpeace), si no me falla la memoria, fue deliberadamente destruido por los servicios secretos franceses, que lo volaron en 1985. Algo ha llovido desde entonces, pero ¿cuántas son las cosas que permanecen esperando un giro de 180 grados en sus planteamientos? Aviven, señores, aviven el paso que los límites existen, y ninguna situación (¡ninguna!) es permanente. No, en este mundo. Medítese eso, por favor.
Una errata detecto en mi texto : en el penúltimo párrafo se lee, al final : «… y valioso el el mismísimo oro?» Y debe leerse : «… y valioso que el mismísimo oro?»
Gracias, y disculpen.
Pese a todo lo material e inmaterial que nos ha dado y nos da, no tratamos bien a la Mar y seguramente nos daremos cuenta demasiado tarde.
Enhorabuena Manuel.
Muchas personas se están dando cuenta, Felipe. Pero me temo que YA es demasiado tarde para eso y muchas otras cosas, como el uso del agua potable, el cuidado de los acuíferos, y por supuesto, la propia limpieza integral del mar. De la mar, como los marineros de esta tierra prefieren.
Gracias Felipe, muchas gracias.
¡Qué magníficas historias contiene el mar! La mayoría de ellas, sin duda pérdidas son ya irreparables. Otras, desde la propia «Odisea» de Homero, según se suele suponer, se nos conservan.
De algunas de estas cosas nos ocuparemos en nuestras venideras «fascinaciones». Gracias.