Es posible que, en buena medida, estemos hechos de la misma materia que los sueños, sólo que…, ¿cuál es «la materia» de los sueños? Digamos que eso es algo que aún está en estudio. Ni más menos como suelen estar en vías de conocimiento casi todas las cosas verdaderamente importantes que envuelven nuestra vida y ponen cerco a nuestros pensamientos. Nosotros somos seres dados a pensar, sabemos cosas sobre el pensamiento y sobre la materia, cosas sobre las energías que están implícitas en ambos, en el pensamiento y en la materia, pero apenas si sabemos algo fiable de nosotros mismos.
Si no fuera así, el arte, la literatura y hasta la ciencia misma no tendrían razón de ser : los dioses no son artistas ni escritores, por más que los unos y los otros, desde tiempos muy lejanos en apariencia, tomaran a determinadas divinidades como sus patronos o «guías superiores». Egipcios, griegos clásicos, sus seguidores latinos, caldeos mucho antes que todos ellos, y hasta los mismísimos hebreos que confiesan seguir a un Único Ser Supremo (Jehová), reconocen en la divinidad un camino, un modo de guía superior, como antes se ha escrito ahí arriba, que en definitiva nos sacan del penoso hondón de esa cosa que llamamos «ignorancia» y que muchos, en cambio, consideran como estado superior o incluso llaman «Edad de Oro» de la Humanidad.
La materia de los sueños es y no es la materia de la hablan los físicos. Por lo menos, los físicos a partir de la culminación de esa «revolución copernicana» que se produce en 1900 y tiene como consecuencia esa especie de «estallido» de la física clásica : el mundo cuántico. Porque los sueños son en cierto modo, o al menos podrían serlos, ejemplos paradigmáticos de lo que es ese mundo que trata de apresar en palabras y paradojas, pongo por caso, L. Carroll en sus «Alicias», la que está «en el País de las Maravillas» y la de «detrás del Espejo».
¿De qué materia hablamos cuando se habla de «la materia de los sueños»? Llegados de nuevo a este punto, me detengo y sospecho que tal vez no hayan preguntas vanas o estúpidas, sino respuestas vacías o inútiles. Tengo por pertinente mi pregunta primera (: «¿cuál es la materia de los sueños»?) pero no acepto, hoy por hoy ninguna respuesta definitiva a esta pregunta. Eso, pese a las escuelas de oneirólogos o tratadistas de sueños que hayan existido, desde el propio Freud hasta el mismísimo Jung. Nos movemos en un proceloso mar, con aguas a veces calmas y a veces tumultuosas. Y en tanto vivimos y soñamos, -pues pienso que sin sueño no hay posible vida-, es preciso seguir navegando, sea cual sea el rumbo que adoptemos en tan peculiar e irremediable singladura.
Antes de despedirme hoy, y por mor de aprovechar estos días que para muchos serán de cierta holgura temporal, me atrevo a recomendar se lean ustedes ( algunos, sólo se relean, pues que ya lo leyeron ) un librito magnífico de J. Conrad que se titula «La línea de sombra». Gracias, y tengan todos buenos sueños.
Al margen esa obra de Joseph Conrad que se ha recomendado ( y que no versa sobre el tema que tratamos aquí, aun que sí, y mucho y muy de lleno sobre la vida misma, tomen nota de este otro, que anterior ocasión hemos usado y citado: «El sentido de los sueños», de Robert Graves, cuya primera edición en lengua castellana en Ediciones Península es del año 2007.