El Color del Caos

19 Jun
"...Y llamó a eso "el color del caos".

Había sido durante un largo tiempo un sueño que se le repetía de forma insistente pero que nunca lograba recordar con nitidez. Unas veces recordaba el sueño apenas  despertaba, pero al poco de levantarse, todo el recuerdo se esfumaba y le era ya imposible acordarse de nada. Por más que lo tratara de imaginar, incluso que intentara sentir físicamente en su memoria lo soñado, -si es que tal cosa es posible-, no acudía a su mente ni una sola imagen de su ensueño. Probó mil y un trucos para lograr el milagro de rememorar ese sueño suyo, pero nada : todo intento le resultaba fallido.

Acudió finalmente al sano consejo de personas expertas en esos temas de la mente humana, psiquiatras y ensoñadores de renombre, y se propuso seguir cuantos caminos le indicaran estas personas a fin de lograr vencer la resistencia de su memoria. Porque achacaba a su propia memoria el fallo ese de su persistente olvido. Tan persistente como molesta, casi insultante desmemoria.

«¿Por qué no prueba a ponerle un nombre? A su sueño, digo.» Le aconsejó don Ernesto, su amigo y psiquiatra. «¿Y cómo hago para nombrar algo cuya naturaleza desconozco a causa de la puñetera desmemoria mía? ¿Lo llamo Leteo, a mi sueño?» Respondió él. «No. Otro nombre. Uno que no aluda a la noción de olvidar», le dijo el psiquiatra, y añadió : «¿Ya no recuerdas que un día me explicabas que las palabras griegas «lethaios, letheo» significan «olvido»?»

Eso era bien cierto, con lo que rechazó el nombre del mítico río griego, y se propuso buscar un nombre idóneo para su evanescente sueño. Luego de un tiempo, se le hizo una cierta luz en la mente : «Ya está : lo llamaré «El Color del Caos». Y confió en la magia de los nombres para potenciar su facultad de rememorar cuanto soñara, recordar con nitidez lo que por su mente pasara. Porque sabía por experiencia propia, y por reflexiones ajenas también, que son infinitas las cosas que pasan a veces por nuestra mente y al poco se nos borran. Como sombras fugitivas que se pierden en la oscuridad más densa se desvanecen en una nada inane… ¿O no tan inane?

Pasaron semanas y «el color del caos» no dejaba de ser eso, sólo un nombre. Ya había perdido casi del todo la esperanza del recuerdo, pero por un extraño amor propio que le acompañó desde muy niño, insistía en intentar vencer a esas sombras que son los nombres y las cosas olvidados, y cada noche, antes de disponerse a dormir, pronunciaba muy quedamente, para sus adentros, la frase : «el color del caos». Y con extrañas figuraciones que, suponía él, procedían de la propia expresión, se quedaba dormido. Y sabía que soñaba, (pues siempre se sueña), pero se iba resignando a continuar sin recordar sus soñares.

Finalmente, un buen día, hojeando una imágenes en un libro de arte, vio una que le atrajo poderosamente la atención : un desnudo femenino, de espaldas, contemplaba un maremagnum de escaleras, tablones, vigas, techumbres caídas unas, otras casi a punto de caer… Una especie de caos del color de la madera, y ante ese caos una nítida imagen de la armonía del color de la carne, humana y femenina, – ¿observaron ustedes que el color del desnudo femenino no es nunca idéntico al del desnudo masculino? Prueben a hacerlo, merece la pena.-, y fue eso como si se le abrieran los cielos y sobre sí mismo brillara, en todo su esplendor , la viva luz de lo que la mente ilumina en la más alta plenitud de la clara memoria de las cosas. Y supo cuál era ese su sueño.

-Ahora, -se dijo a sí mismo-, lo escribiré y ya nunca más lo podré olvidar.

4 respuestas a «El Color del Caos»

  1. ¡Cierto! Otro color y, sobre todo, un muy otro calor…
    Gracias, Joaquín. (Pero…, ¡quítame años – ya que no leguas- y no me llames «don»)

  2. Qué bonita la entrada… me gusta también mucho el tono de narración, de cuento… es más ligero que el tono de ensayo. Muy bueno…!!!Gracias

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