Sueño y Tiempo

1 May
"Viejo horizonte", de Tanguy

Podría parecer que los sueños carecen de tiempo, que no hay realmente eso que conocemos como «tiempo» en las horas de la vigilia, en los sueños, se nos esfuma, desaparece. Pero sería un error ceder ante esa primera impresión. De hecho, de tal error ya nos sacan, sobre todo, dos escritoras del pensamiento, dos pensadoras del decir y del hablar, del lenguaje : María Zambrano y Chantal Maillard. La discípula de Ortega, en su «El sueño creador» (1986), sobre todo; Chantal, en su «La creación por la metáfora. Introducción a la razón poética»(mayo, 1992), uno de los mejores estudios reflexivos, (¿qué estudio que no lo sea de veras no es, necesariamente, reflexivo?), que conozco sobre la obra de María Zambrano. Pero vayamos a lo nuestro, que no puede ser en este foro sólo un filosofar : hemos de centrarnos en aquellos aspectos de la naturaleza de los sueños que nos los hagan comprensibles o, al menos, más comprensibles, a la inmensa mayoría de los lectores.

En los sueños hay unos modos de tiempo que no son, ciertamente, el tiempo de la vigilia, el tiempo de «estar uno en su ser lúcido». Citemos aquí unas palabras de la obra antes dicha de Chantal Maillad : «El tiempo de los sueños es la atemporalidad.» (pág. 83). Y antes, un par de párrafos arriba, hemos leído estas reveladoras secuencias de palabras : » En el sueño no hay acción porque no hay pregunta, no hay pregunta porque no hay extrañeza, y porque no hay pregunta no hay decisión. En suma, en los sueños no hay propiamente «pensar». /…/ «Es una situación de pasividad; en los sueños, asistimos -recalca Ch. Maillard-, un poco desde dentro, un poco desde fuera.»

Ahora bien, nos preguntaríamos nosotros, ¿qué modo de «atemporalidad» es la de los sueños? Porque si bien no hay en el soñar rastro apenas ( o sin «apenas») del tiempo como sucesión, sí que percibimos una cierta sucesión de cosas a las que asistimos, cosas que se nos van dando como lo que me atrevo a llamar «pasividad en acción». Porque en sueños estamos en gran medida sometidos a un modo de pasividad ( : no podemos evitar aquello a lo que «asistimos», como decía Chantal ) donde se activan estados de aceptación o de rechazo que nos producen reacciones. Y son «reacciones» que presuponen en nuestro ser un modo de ser «más profundo» que, por lo que sabemos, a veces nos anonada, a veces nos horroriza, a veces nos obliga a despertar como de golpe.

Son como reacciones desde lo más profundo de nuestro ser, lo que supone, sin duda, que no es que seamos realmente «otros» – cosa sobre la que hemos pasado como de puntillas en un anterior texto- sino que bajo ese YO que somos, hay como sub-yoes» preexistentes. O si se prefiere : en la vigilia asistimos a lo que creemos/tememos/deseamos ser «de verdad»; y en sueños nos asomamos a los que «somos más abajo». Y subrayemos ese «los que somos», que apunta a los otros yo-es antes dicho. Y eso que «somos más abajo», ¡como que nos abisma!, y puede producir cierto pasmo apenas se produce el despertar : algunas de las cosas que soñamos, hasta tal punto nos pasman, que producen en muchos seres actos creadores múltiples, como obras literarias o como pinturas, en tanto que a otros puede conducirles a extrañas maneras de locura.

Los sueños, pues, siendo «sucesos sin tiempo» o una «cosa atemporal», tienen un a modo de «tiempo interno» del que nos hacemos conscientes cuando (y esto, ya voluntariamente por lo general) despiertos recordamos lo soñado. Porque hay que distinguir entre el sueño en sí, y el recuerdo del sueño : no son la misma cosa, por mucho que nos parezca esto un imposible. Apenas lo pensemos un poco, un sueño y el recuerdo de un sueño no son la misma cosa, de la misma manera que no lo son un beso y el recuerdo de un beso, o un rapto de rabia y el recuerdo de ese rapto de rabia. ¿O acaso vamos a caer en pensar que, por mucho que «la pintura (sea) un sueño», «La pintura (sea) cauce del soñar», como leemos en María Zambrano, sueño y obra pintada sean la misma cosa? No podemos tampoco, creo, ceder a tal idea.

Seguiremos con estas cosas, pero antes dejo aquí citada la obra de Zambrano de donde he tomado esas dos citas recién escritas y donde nosotros hemos repuesto el verbo «ser» ( : en su forma «sea»), «Algunos lugares de la pintura», Editorial Eutelequia, de octubre de 2012, con introducción y notas de Pedro Chacón, Catedrático de Filosofía de la Complutense. Gracias, lectores. Y se me disculpe esta vez el -quizá- exceso de citas.

4 respuestas a «Sueño y Tiempo»

  1. Soy consciente de ello, y lo dejo para otro momento : muchas de las cosas antes escritas ahí arriba, será preciso que se fundamenten más adelante. Porque en todo esto hemos omitido, de manera consciente, la íntima problemática que todo tiene con algo que nos es esencial : el lenguaje mismo, que es lo que (creo) nos hacer «sernos». Un «sernos» ( o un ser-se ) que nos hace, a su vez, «estar».
    De manera que si se dijera algo así como «somos porque estamos en un lenguaje» o si se quiere «estamos, porque somos en un lenguaje», ¿no nos acercaríamos a algunas cosas de las que ya planteó W. M. Urban en su «Lenguaje y Realidad»?

  2. Si el lenguaje de los sueños es simbólico no es muy de extrañar que eso que afirma María Zambrano de que pintura y sueño están en una relación muy íntima, no es en absoluto extraño. Es una idea por desarrollar, esto que digo aquí.

  3. No me resisto a dejarme atrás estas palabras de María Zambrano, escritas para la Introducción a su «Algunos lugares de la pintura», que cito desde la nueva edición de Pedro Chacón, de Eutelequia, Octubre del 2012. Dice M. Zambrano :

    «La pintura nace en las cavernas, pero nace de la luz, una luz especial, propia, entrañable, no una luz cualquiera. Entre la penumbra y esa luz reveladora, la pintura se instala en un tiempo diferente, que la acerca a lo intangible, a la morada de lo misterioso.»

    La edición de Pedro Chacón ya la hemos citado en otro lugar. Las palabras arriba reproducidas están en la pág. 12 de esa edición.

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