«CONVERSAR»
En un poema leo :
«conversar es divino.»
Pero los dioses no hablan :
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras, juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras :
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y un desplome
de sílabas quemadas :
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales : las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo : nos dicen,
somos nombres del tiempo.
Conversar es humano.
El poema que acaban ustedes de leer ahí, «Conversar», lo publicó Octavio Paz en su libro «ÁRBOL ADENTRO», cuya primera edición es del año de 1987. La editorial era Seix Barral, y por ella cito.
La palabra «conversar», que hoy aparece como título de un poema, tiene una curiosa «historia familiar», si así la podemos llamar. Está en el mismo saco que las palabras «vertiente», «vértebra», «vertedero»…, y otras como «verso», «versal», versículo». Disimula su ascendencia con ese prefijo latino «CUM-«, que se nos torna o convierte en el castellano CON-. Conversar es humano, (escribe al final de su poema Octavio Paz), como humano es convertirse en algo, ser algo que de pronto se hace otra cosa, mal que les pese a los no conversos, llegado el caso.
Y la palabra «PALABRA» es hija directa del vocablo griego PARÁ-BOLÉ, ( : «Parábola»), porque las palabras son «parábolas de las cosas que se nombran». En cierto modo, y sólo en cierto modo, los sueños son muchas veces hijos, esta vez no directos sino hasta cierto punto indirectos, de las palabras. Quiero decir que hay sueños que proceden de las conversaciones últimas que hemos tenido con alguien – e incluso con uno mismo, a solas – antes de acabar la jornada del día. Quiero decir, (se insiste), en que a veces se sueña con lo que se piensa o lo que se dice, esto es, con palabras. Porque pensamos normalmente con palabras, aunque también sea posible pensar sin ellas, pensar con sonidos musicales o con colores o con ideas que carecen de nombres. Pensar con figuraciones.
Y, ¡qué curioso! : los sueños, que predominantemente son imágenes, pueden con frecuencia nacer de palabras, que son parábolas de imágenes tantas y tantas veces. Pero volvamos al texto poético de O. Paz : Conversar, ¿es humano, o es divino? Porque el poeta, el gran poeta mexicano autor entre otras muchas obras de «Árbol adentro», afirma ambas cosas. La cuestión está en dilucidar en qué sentido usa el término «divino» en el verso «Conversar es divino». Eso, entre otras cuestiones más, que ahora se dejan al borde del sendero.
Pero no se deje esto aparte : lo mismo que a veces las palabras generan sueños, los sueños siempre, (o casi), generan palabras : los sueños se cuentan, se relatan, se escriben. Algunas veces se convierten en obras enteras, obras de largo recorrido humano, artístico, literario, de hondas repercusiones psicológicas. ¿Alguna vez alguien ha pensado que una gran cantidad de veces lo que queda de nosotros, más allá de lo que es la vida animada en un cuerpo sensible, son palabras? Muchas, sin duda. Conocemos a Cervantes o a Luis Cernuda, a Platón o a Séneca, por lo que convirtieron en palabras, por sus obras escritas, que al cabo no son sino palabras. Y de aquella persona amada, que murió o quien sabe qué, a veces sólo se conserva una carta, sólo se recuerda una frase, algunas palabras, al margen ahora la vivísima imagen de su cara o de su sonrisa. Las palabras son sueños y los sueños son palabras, muchas veces. ¿Es por eso que «Conversar es humano»?
Más adelante, ya mañana que hoy me asedia el tiempo, implacable, comentaré cosas que podrán interesar a algunos lectores. Gracias.
Decía A. Artaud que «la realidad está por terminar, aún no está construida.»
Desde un punto de vista donde se contemple lo humano en su totalidad, esto es algo tan cierto como aquello otro que se expresaba en una vieja lengua de la humanidad, el akkadio, haciendo sinónimos los términos que dicen «ser» y «nombrar» : entre los antiguos asirios, «todo lo que tiene un nombre,es; y todo lo que es, tiene un nombre.» (Es dato que tomo de un libro sabio : «El Lenguaje, ese desconocido», de Julia Kristeva).
En un mismo orden de cosas nuestra realidad vital se completa en el seno del universo onírico : sin los sueños, nuestra realidad física, psicológica, material y mental, estaría como manca de algo, no completa. Por eso ahora unimos tan íntimamente Palabra y Sueño
En uno de los capítulos de su «La dinámica de lo Inconsciente» (Vol. 8 de sus Obras Completas) decía Jung que los sueños, desde el inconsciente, «compensan» el ámbito de nuestra consciencia, el mundo consciente humano.
Y destaco «compensan» : como el propio Jung explicaba no se trata tanto de una complementariedad de la vida de vigilia y de la consciencia, sino de una compensación. (El dato está en el parágrafo 545 del libro antes citado, cuyo capítulo 10, «De la esencia de los sueños», va de la pág. 281 a la 297).
Su concepto de «compensar» es mucho más amplio ( y «libre», esto es, no forzado) que el de complementar.
En un sentido muy general, los seres humanos, al «conversar», nos tornamos razonables, y al hacernos «seres de razón con consciencia de ello», obligamos ( es un decir, lo de «obligar») al Inconsciente a manifestarse de un modo rotundo. Y entonces, soñamos. En los sueños «compensamos» las limitaciones de nuestra vida consciente, tan «limitada»…
Quiere esto decir también que quien conversa «se hace con», -o «se apodera de»- aquello (o aquellos; depende de si se habla con personas o si se habla a solas uno mismo con cosas) sobre lo que o con lo que conversa. Es en ese sentido que el poeta conversa con la naturaleza de un modo similar a como lo hace el místico : poniendo «luz que deslumbra» en cuanto toca.
Estaría de acuerdo en que lo que acabo de decir ahí arriba es más que discutible : porque no soy ninguna «autoridad» en la materia. Sin embargo, no veo mejor explicación. hoy por hoy, a lo que sigue siendo un «pequeño misterio de la vida», los sueños…