No se me oculta que esa hipótesis de que bajo un único, aparente «yo», puedan subyacer varios «yo-es» nos podría remitir bien pronto a aquellos pasajes evangélicos donde Jesús expulsa demonios de «posesos» y en el acto mismo de echar a aquellos demonios, que acaban entrándose, en alguno de los casos referidos por los evangelistas, en una piara de cerdos y arrojándose a las aguas para ahogarse, preguntados por el de Nazaret por su nombre respondió (mejor : respondieron, ¿no?) «mi nombre es Legión, pues somos muchos».
Cito el (o los, mejor) pasajes de memoria, pues sólo recuerdo ahora que estaban estas expulsiones de demonios en textos de Mateos, Lucas y Marcos, pero no sé si en Juan también. Mas eso ahora sólo es anécdota : importa sólo las curiosas similitudes de esas posibles múltiples personalidades, algo que la moderna psiquiatría aborda de forma natural y cotidiana y que, si no se sobrepasan ciertas lindes, si no se evitan determinadas fronteras, acaban por no ser obstáculos para un adecuado y «normal» vivir en sociedad. Al fin y al cabo, la sociedad actual nos obliga casi a ser más de uno, porque…, ¿quién puede presumir de ser uno igual en el seno de su familia, entre sus más íntimos, en medio de una muchedumbre, a solas por estas calles sin barrer…? Pocos, sin duda : solemos necesitar al menos de una personalidad pública, que tratamos de mantener como quien actúa en una obra de teatro, y de otra (a veces, de «otras» : dependiendo de las diversas «privacidades») privada. Al menos, digo, esos dos «yo-s» nos son precisos.
Y esto nos lleva de la mano a lo que he llamado en el título de ahí arriba «las lindes del ser». Y las lindes o las fronteras o los límites del ser humano nos colocan ante una serie de hechos que, al margen ahora sus explicaciones, son incontestables : esos dos «yo-es» de la vigilia, el yo público que pasea con amigos o conocidos por calles o sale de compras o va de copas, y el yo privado que en su casa a veces se muestra de otra u otras maneras, raras o inexistentes en su vida pública, esos dos yo-s, decía, se complementan con los que se asoman a nuestro sentir y experiencias desde las honduras de los sueños. Cuando los recordamos, claro es. Y es ahí, en los «egos» escondidos que descubrimos en nuestros sueños, donde primero debió nacer la necesidad de la psiquiatría en los tiempos modernos, desde Sigmundo Freud por lo menos, y la realidad del chamanismo en los tiempos más remotos, allá por nuestras prehistorias culturales, y también por esas ( tan extrañas para muchos, tan relevantes para quienes lo mediten ) indagaciones de la antropología en las actuales comunidades de «pueblos primitivos» : senois, yanomamis, los nupes estudiados por B. G. M. Nadel ( véase su «Nupe Religion», Londres, 1954 ). Y otros muchos posibles ejemplos.
Para ir engavillando un poco todo esto que estamos dejando caer hoy como si y sin más, nos limitaremos a señalar que esta es la cuestión más central de todo este tema : cada ser humano en su fuero íntimo percibe, o suele percibir, algo como un núcleo, un «centro rector», un «interior yo insobornable», y en torno a ese centro, rara vez perceptible para los demás (¡y con frecuencia dado de lado por uno mismo!), una variedad de posibles y diversas personalidades más o menos queridas y asumidas por uno. Y me pregunto : ¿era a eso a lo que se refería don Antonio Machado cuando escribió : «Tengo a mis amigos / en mi soledad; / cuando estoy con ellos / ¡qué lejos están!» Y también aquello otro de : «…busca en tu espejo al otro / al otro que va contigo.» (Son textos de «Proverbios y Cantares». El del espejo es el poema IV, y el de «¡qué lejos…» es el LXXXVI.
Seguiremos con estas cosas : no tienen fondo, en realidad. Son lindes casi infinitas esas que estamos llamando las lindes del ser. Gracias.
Lo sé. Y también que una especie de «saber muy universalizado», en el sentido de que muchas personas lo saben : esto que hemos tratado ahí arriba no es más que la cúspide de una pirámide, la punta de un iceberg. Todos y cada uno de los aspectos tocados en el tema de hoy, desde las posibles citas de versos de poetas hasta las dimensiones psicológicas de la complejidad del ser humano son como pequeños universos de una extensión formidable, valga la deliberada paradoja.
Vienen luego otras cuestiones. Una, los «yo-es» ( o «yo-s», como también he escrito antes ) que focalizan en sus teorías algunos estudiosos de la cosa cuántica, como por ejemplo hace Dana Zohar en su «El Yo Cuántico», obra de sumo interés pese a tener ya varias décadas.
Y otra, los «otros yo» que nos asaltan a veces, a veces nos acarician, desde esas fronteras de lo onírico. O de los Onirismos, palabra que algunos quieren poner de moda. Ya saben : la moda de los «-ismos».
Y una nota .- Antes, en el comentario que hice arriba, después del «Y también…» falta un «sé» : Lo sé. Y también sé que… Etc. Gracias.
Hay un tipo de verdad que podemos llamar «verdad psicológica», y que podemos representar, por ejemplo, en el temor ( e incluso el pánico ) que pueda tener una persona a la oscuridad. Recuerdo que siendo muy niños jugábamos a adentrarnos en zonas conocidas del campo en torno a la casa, entre los árboles (olivos, algunos frutales…) diseminados acá y allá ( por aquel entonces, y hablo de los años 50 en sus inicios, el Camino de Antequera, antes de llegar al Puerto de la Torre, era una sucesión de casas matas más o menos señoriales, y campos de trigo o zonas semi-silvestres), pero en las horas ya sin luz del día de los largos veranos luminosos de Málaga. Y jugábamos a hacernos sentir miedo de lo que fuera : aparecidos, sombras, imaginarios seres más o menos fantásticos.
Desde el punto de vista psicológico ese miedo era tan real como el miedo objetivo que una persona sentir ante un animal salvaje amenazador y libre de lanzarse sobre uno, o el temor, también objetivo, que una persona pueda tener al verse en un sueño a punto de caer por un precipicio. ¿Es más real el miedo en el sueño, o en la vigilia? Responder a esto no crean que es tan fácil como puede parecer a primera vista.
Estas cosas se tratarán en la próxima entrada, la parte segunda de «las lindes del ser», cuyo título ya se verá ( : no me gusta lo de «Las partes del ser», y 2 ).