La pregunta también podría haberse formulado de forma más usual : ¿cuántos «yo» somos o tenemos? Según algunos investigadores, no sólo del campo de la psiquiatría y la psicología, sino incluso de ámbitos científicos como la lingüística, la antropología y la ciencia de «los quanta», esto es, el mundo cuántico, somos muchos. Lo de la bi-polaridad de un ser humano se quedaría tamañico ( : o sea, muy pequeño; el término «tamañico» es clásico en nuestra lengua; lo usó Teresa de Jesús en sus escritos, y no era término culto, sino conversacional en los siglos XV, XVI, XVII…), ante las posibilidades de esas diversas y muy concretas maneras de ser una persona más de un «yo». Y esto, vaya a modo de antesala de lo que siga, nada tiene que ver con la «egomanía», la «egolatría» ni cosas semejantes.
En los sueños, por ejemplo, nos sentimos identificados con un tipo de «yo» o de personalidad que es capaz de realizar multitud de actos que en la vida de vigilia nos resultan imposibles, como volar por ejemplo, o dar saltos fantásticos desde enormes alturas, o se nos antojan repulsivos o al menos no deseados, como sería el caso de aquellos que tienen sueños eróticos con cadáveres, o de tipo incestuoso, tales los que estudió en su día el medico vienés Sigmund Freud y sobre los cuales elaboró sus famosas teorías psicoanalíticas, como las del llamado «complejo de Edipo» y otras similares. Nosotros no vamos por ahí ahora.
Sea cual sea el número de personalidades (de «yoes») que podamos albergar en nuestra psique, algo de lo que no tengo duda alguna es que poseemos lo que suelo llamar un «corpus oniricum», un «yo del sueño», que es de naturaleza más mental que no fisiológica, y con lo que nos movemos y viajamos y actuamos mientras dormimos. Al parecer, y según estudios como los que en textos anteriores se han citado, (tomados del campo de la antropología, y desde la obra de Marc Augé; ahora tampoco seguiremos esa senda), ese «yo del ensueño» o «ego onírico» no cesa en su actividad cuando despertamos y empezamos a actuar con el yo de la vigilia, sino que prosigue sus andanzas al tiempo que seguimos despiertos.
¿Quiere esto decir que en tanto está usted en su trabajo, – ya sea en la oficina, ya conduciendo de una localidad a otra para repartir algún producto, o ante el ordenador redactando un informe…-, «otro usted» deambula en sueños por sabe Quién Qué Mundos?
Bueno, no es exactamente así, pero se le parece mucho. Lo que sí parece cierto es que lo que soñamos no cesa, y la prueba de ello es que se puede continuar un sueño noche tras noche retomándolo donde se dejó o no, sino simplemente retomando su temática. Es algo que exige una simple técnica, y cierta constancia; y no son, por cierto, pocas las personas que lo han puesto en práctica. Pero lo que ahora queremos resaltar es la incuestionable realidad esa duplicidad de «yo-s» (se me permita esta manera de expresarlo : el uso habitual de «yoes» nunca me gustó… ¿Tal vez por estar formado, al cabo, de dos términos muy usados en nuestra lengua, «yo» y «es», cada uno con sus valores múltiples? Puede ser), ese «ser cada uno más de un yo», de los que al menos uno de ellos es «materia de sueño», algo sólo «mental» o únicamente perteneciente a la psique. Eso es lo que hoy nos llama más la atención y lo que, en textos sucesivos, nos valdrá como base de futuras «visiones del ego».
Como se ha dicho en anteriores textos, el chamanismo usa esta realidad para interactuar con otros sujetos, normalmente discípulos del chamán. Se explicará esto con más detalles.
La bibliografía sobre estos temas es amplia y seria. No se trata de algo meramente folklórico. Y, a veces, esta bibliografía roza lo psiquiátrico en su más cruda realidad : personas a veces incapaces de saber con precisión si están del todo despiertos o no.
Todo ello lo detallaremos y justificaremos, como solemos hacer siempre que nos es posible. Gracias.
No sería nada original, Manolo, diciendo que da gusto leerte. Mi comentario hoy va por otro lado: A partir de hoy, incorporaré a mi vocabulario usual el término «tamañico» que usara Santa Teresa y que yo – entono el “mea culpa” – desconocía, y lo haré pues, aunque no lo registre el Diccionario de la Real Academia, me ha encantado el vocablo.
En los estudios antropológicos realizados en tribus africanas, por ejemplo, se distingue claramente entre «posesión» y «sueño». Anoten que el término «posesión» nada tiene que ver aquí con la tradicional idea judeocristiana de «posesos».
Hablaremos de ello más adelante.
Obvio : no entro aquí en aquellos «juegos» de posibles combinaciones de pronombres y verbos que hacía Agustín García Calvo en «Lalia». Cosas del tipo «me queremos algo» y otros por el estilo.
Gracias, Pepe. Pues sí : realmente Teresa de Cepeda y Ahumada, o sea, Teresa de Jesús, a quien don Antonio Machado llamó, en uno de sus prólogos, «la pobre Teresa» (y, aclaraba don Antonio, : «… la llamo pobre cuando me acuerdo de algunos de sus comentaristas.»), ha sido tradicionalmente poco leída y hasta mal leída, cuando resulta que tiene una riqueza excepcional.
Su prosa, junto con la de Bernal Díaz del Castillo, es la más pura y enraizada «prosa de raza» de todo el siglo XVI. Y al tiempo de eso, resulta de una llamativa modernidad, como ya reconocieron bastantes poetas y grandes escritores del pasado siglo XX.
En efecto, «tamañito» sí viene en el DRAE, pero la variante en «-ico», no viene. Como tampoco viene en el María Moliner, diccionario que sigue muy de cerca al de la Real Academia. Sin embargo, en el Corominas ( que es Dicc. Etimológico, como bien sabes) en 5 vols. viene la variante con quam + magnus, de donde «cuamaño» y -cita Joan de Corominas- «quamañicos o cuamañicos, lo que abunda en la validez del tamañico de la santa de Ávila.
De tam+magnus : tamaño, y de quam+magnus, cuamaño. ésta última ya no se usa.
Teresa de Jesús era desenvuelta, graciosa, fina en sus ironías, y muy firme en sus convicciones sin caer nunca en modos de adoctrinamientos «a lo talibán», que se diría hoy : cada cual debe guiar su alma a su medida, sin forzar nada, y con la mejor humildad ante lo que sea el credo de uno. Gracias, Pepe, por tu comentario.
Y ya puestos : leyendo a clásicos como los citados, otros como el cura de apellido Delicado, autor de «La lozana andaluza», una famosa puta cordobesa que hizo fortuna en la Roma del siglo XVI, ¡qué cantidad de palabras, giros, términos y expresiones de gran fuerza hay -había…- y no están en el DRAE!
No extrañe nada, pues, la ausencia de «tamañico», que son muchas las que le acompañan en eso, en estar ausentes de.