¿Soñar es más?

6 Ene
Nude in the sleeping tree, by Muse. 1979

Esa pregunta del título, «¿Soñar es más?», así a secas, sin contexto, carece de respuesta porque carece de sentido. Muchas veces hablamos sin darnos cuenta de que la inmensa mayoría de las cosas que decimos cobran sentido sólo en el contexto de la conversación que mantenemos. El «sentido» y el «sin-sentido» (y ahora nos referimos sólo al sentido y al sinsentido de las palabras organizadas en un determinado discurso) cobran valor en el seno del lenguaje, y éste, el lenguaje mismo, lo cobra a su vez en el seno de los humano : en lo social. Recuerdo ahora cómo me chocaron unas afirmaciones de Humberto R. Maturana y F. J. Varela que leí en su día en «El Árbol del Conocimiento», obra escrita en 1990 y que aún conservo en una edición de la Colección Debate (Madrid, 1996) y que decían así : «Por desgracia, la vida social y lingüística no deja fósiles, y no es posible reconstruirla.» No podía admitir esa afirmación porque desde una formación basada en el estudio del lenguaje sabía que la vida lingüística sí contiene «fósiles». Y si se nos apura, y sin tener una formación en ciencias sociales, diría que la vida social también deja fósiles. ¿Qué, pues, me chocaba de esa afirmación de esos dos hombres sabios? Veamos :

«El detalle de la historia de las transformaciones estructurales propias de los homínidos no lo conocemos con precisión y quizá no lo sepamos nunca. Por desgracia, la vida social y lingüística no deja fósiles, y no es posible reconstruirla. Lo que sí podemos decir es que los cambios en los homínidos tempranos que hicieron posible la aparición del lenguaje tiene que ver con su historia de animales sociales, de relaciones interpersonales afectivas estrechas, asociadas al recolectar y compartir alimentos.» (Pág. 187, obra citada).

La cosa cambia sustancialmente : hemos situado la frase en su contexto, que se refiere al de la «historia natural del lenguaje humano», y ahí ya sí que podemos entender lo que se quiere decir con lo de no poder reconstruir una «vida social y lingüística que no deja fósiles». Algo así ocurre con lo que nos planteábamos sobre el título : «¿Soñar es más?» Porque diríamos ante todo : «¿ Soñar es más…, que qué? Y hasta podemos imaginar una conversación donde se esté hablando de lo que significa ver una película «normal», otra «en tres dimensiones», comparar esas experiencias con lo que imaginamos al leer una novela que nos atrapa en su historia y estilo narrativo… etc., y ya en el seno de esa charla alguien, de pronto, propone la pregunta de si tener un sueño, soñar, sería más (o menos, o lo mismo…) que aquellas otras experiencias.

¿Soñar una historia es más que leerla en una novela? ¿Soñar algo es más que imaginarlo estando despiertos? Creo que ya sí hay posibles respuestas a estas preguntas : el análisis de imágenes de un cerebro humano al que se ha colocado electrodos y que, conectados a un especial dispositivo altamente técnico y sofisticado, reproducen en una pantalla los cambios que producen en el cerebro los sueños, la lectura de textos de una novela, etc., nos darían la pista para poder calibrar el más o el menos de tales procesos en nuestros cerebros.

La cuestión de «Soñar es más?» no se cierra con esto : arriba, tienen los lectores la imagen de un árbol donde , como único fruto o como flor única, (se me permita la metáfora), aparece el cuerpo desnudo de una muchacha adulta que contempla o mira algo en la distancia. Reparen ahora los lectores en lo que dicha imagen sugiera en cada uno, y luego de contemplarla durante un breve espacio de tiempo, pase de página y comience otro proceso : ahora, no miramos ni vemos la imagen, sino que nos limitamos a recordarla como la hemos visto, y desde el recuerdo de la visión, nos ponemos a imaginar el contexto total de la escena : el paisaje, el árbol sin hojas y hasta se diría que casi del todo «seco», y volvamos a la pregunta : si eso que estamos imaginando porque antes lo hemos visto, la muchacha desnuda sobre el árbol, lo soñamos, ¿qué sería más, la visión propuesta, o el sueño? Cada cual dé su respuesta, que nosotros volveremos sobre la cuestión dicha, pero ya desde otros ángulos.

3 respuestas a «¿Soñar es más?»

  1. Por lo que a mí respecta, si soñara algo semejante a lo que se ve en la imagen del árbol y la mujer desnuda, daría más valor a lo soñado que a lo visto en un folio de un libro o en una fotografía. Y, sobre darle más valor, me lanzaría a la búsqueda del sentido simbólico de mi sueño con la certeza de que lo soñado y luego indagado, sin lugar a dudas, acabarían dándome más respuestas válidas que la simple visión de la imagen, que yo no he creado o en cuya creación yo no he participado en absoluto. Aquí, sería un simple contemplador; allí, en el sueño, sería algo más que un simple «contemplador» : el sueño en buena medida es creación ( o si se prefiere, re-creación ) del soñador.
    Pero insisto : cada cual dé su respuesta. Gracias.

  2. Como en textos próximos veremos que hay fundamentos para pensar que hay algo así como una bi-polaridad «yo-despierto» y «yo-dormido», y que aunque despertemos el yo que duerme sigue soñando mientras hacemos la vida en vigilia y el yo despierto actúa y piensa y sufre y ama y ríe…, ni más ni menos a como lo hace en sueños el otro yo, el durmiente, lo de que «soñar es más» resulta ser una realidad que se añade a la que no ponemos en duda, o rara vez la ponemos : la de la vigilia.
    Realmente el ser humano es bastante más rico en matices de lo que podamos creer en un principio. O eso me parece.

  3. Al margen ahora esa bipolaridad de estados, el de vigilia y el de ensueño, es interesante anotar, aunque sea sólo de paso, la gran relación que en todas las culturas primitivas, ya sean aquellas de las que procedemos como europeos, los antiguos griegos y latinos sobre todo, pero también hebreos, árabes, egipcios, celtas…, o ya sean las de los llamados «primitivos actuales» tan poco estudiados aún por la antropología, la gran relación (decía) que hay entre los chamanes y el sueño. De hecho, el sueño es un instrumento de conocimiento, por un lado, y de relación del hombre con el «Más Allá» : dioses, seres ya fallecidos… Este tema queda ahora ajeno a nuestros próximos textos, y sólo con la debida cautela lo trataremos en el futuro.

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