Acaso entre las múltiples cosas que cada día nos suceden y de las que sólo una mínima parte pasan el filtro de nuestra consciencia y se fijan, por mayor o menor tiempo, en nuestra «material memoria», aquellas que tienen lugar mientras, estando dormidos, soñamos, ésas suelen ser a veces de una tan grande importancia que sólo cuando ha pasado mucho tiempo y repasamos para nuestros adentros el tiempo vivido, sólo entonces es cuando caemos en la cuenta de qué cantidad de posibilidades hay ante nosotros en todo momento, y cuántas son las que nunca podremos analizar : por la simple razón de que nos es imposible estar en dos sitios a la vez o, llegado el caso, optar al mismo tiempo por dos caminos diferentes. Y esto, pese a lo que se postula en ese singular libro que se titula «El Yo Cuántico», de Danah Zohar, y que venía a ser algo así como que podemos llevar, y de hecho llevamos, varias vidas simultáneamente. Para resumir de manera algo apresurada parte de lo que se postula en «The Quantum Self», título originario del libro de D. Zohar.
En un texto (o entrada de este blog) anterior se hablaba de Johannes Kepler y su famoso «Somnium», publicado en lengua latina en 1634 y que en traducción de Francisco Socas lo pueden ustedes encontrar en las publicaciones de la Universidades de Sevilla y Huelva, en cuidada edición del año 2001. El libro de Kepler tiene antecedentes tanto en la Antigüedad Clásica como en los tiempos inmediatamente anteriores a su época e incluso casi contemporáneos suyos. Lo que hoya vamos a tratar en esta breve entrada van a ser simplemente algunas curiosidades en torno al tema de los viajes oníricos, ya sean fruto de simples fantasías o ya se trate de sueños realmente tenidos por alguien.
Esta obra de Kepler tiene claros antecedentes literarios, el más famoso de todos, a mi parecer, es el «Sueño de Escipión», que relata Cicerón en su «De Re Publica», «Sueño» que durante siglos circuló como pequeña obra exenta, pues no es sino más tarde que se conoció el tratado completo de Marco Tulio Cicerón «Sobre el Estado», en cuyo final se inserta el «Somnium Scipionis».
De entre los antecedentes de su tiempo, y éstos ya no literarios solamente sino ocurridos en la vida real y luego, eso sí, pasados a letra que los fija y refiere y transmite a la posteridad, el caso del doctor Torralba, a quien se alude en el Quijote en el pasaje de Clavileño y de quien se ocupa Menéndez Y Pelayo en su Historia de los Heterodoxos Españoles, es quizá el más notable. Y ello por esta razón : la madre de Kepler era mujer humilde que se ganaba la vida recogiendo hierbas medicinales y haciendo con ellas mezclas que luego vendía en saquitos, como su propio hijo, Johannes, relata al inicio de su librillo lunar, y Torralba fue denunciado por un conocido suyo a la Inquisición y pronto condenado, reo de haber tenido a su servicio una especie de «ángel de dudosa moral católica» que era capaz de llevarle por los aires a lugares muy lejanos y traerlo de nuevo a su casa sin daño. Y aquí la cuestión sería : ¿usó en alguna ocasión Kepler las sabias mezclas de hierbas de su madre para entrar en estados «supra-normales» y tener experiencias oníricas no habituales? Eso, tal vez nunca lo sepamos.
¿Soñó Kepler su visión de la Luna, o tan sólo imaginó su «Selenografía» (lo paralelo a «Geografía») a partir de sus conocimientos astronómicos? ¿Usó alguna vez de esas hierbas que su madre recogía en tono a las fiestas de San Juan y luego mezclaba y aderezaba para venderlas en saquitos de piel? ¿Cuáles eran los efectos de tales hierbas? En proximos escritos iremos desgranando algunas de estas cosas, y para esos textos, ya sobre los propios de Kepler y la estupenda edición antes citada será donde hagamos nuestras reflexiones y trataremos de dar respuestas a estas preguntas. De momento, sólo esto : es cosa que debemos tener por segura que J. Kepler en esa obra suya trataba de dar mayor difusión al pensamiento, heliocéntrico, de Copérnico, astrónomo y matemático como Kepler, y algo más de un siglo anterior a él.
Donde decimos Kepler, en relación ahora únicamente con su obrita «El Sueño o la Astronomía de la Luna», estamos también diciendo Duracoto, protagonista de su «Sueño». En el texto que siga a este de hoy, con las citas oportunas del libro de Kepler, se dará cumplida razón de ello.