Llamo ahora «sueños míticos» a aquellos donde lo que se sueña pertenece a ese mundo imaginario que suele acompañar a toda cultura en todo tiempo y lugar y cuyos elementos más concretos son esos relatos, simbólicos unas veces y otras simplemente de carácter folklórico, que llamamos «mitos».
Como es sabido y en otros textos anteriores alguna vez se ha referido, la palabra mito es heredera directa del término griego clásico «mythos», cuyo significado básico viene a ser algo así como «relato, cuento, cosa que se narra para transmitir algún tipo de enseñanza». Esto significa que ya para muchos griegos de la Antigüedad Clásica ( Sócrates tal vez sufrió por ello la condena de la ciudad de Atenas ) los mitos, – y con ellos, los mismos dioses -, no se referían a una verdad con existencia propia, como la verdad histórica, por ejemplo, o como las verdades matemáticas. Pero eso es otra cuestión, conque volvamos a lo nuestro.
Si usted sueña con seres fabulosos, como puedan ser los demonios, los centauros, los unicornios o, sencillamente, brujas que vuelan por los aires sobre escobas, está usted teniendo un sueño típicamente mítico. Y tales tipos de sueños, aunque no nos lo parezca en principio, no son tan raros como podría pensarse. También podemos, en un sentido muy general, asignar a esta categoría de sueños, (la categoría del mito), a aquellos donde el sujeto que los vive y experimenta se ve a sí mismo transformado en otro ser. Esa obra de Franz Kafka, «La Metamorfosis», sería un caso extremo a la vez que es un caso de sueños con valencias o valores significativos varios : es un sueño de angustia que revela un espíritu doliente en gran medida, y a la vez es un sueño de angustia luego convertido por su autor en obra de arte, cosa no rara en la Historia de la Literatura : ahí está el «Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde», de R. L. Stevenson, publicado por primera vez en 1886. En el caso de Roberto Luis Stevenson, lo que tenemos ante nosotros en la obra es un caso, según los críticos, de personalidad disociativa. Pero sigamos en lo de ahora.
Los sueños donde nos vemos participando en una determinada historia, ni angustiosa ni tampoco especialmente atractiva, sino lisa y llanamente una «historia muy otra» de la que llevamos en la vida de vigilia, y que se continúa, una noche tras de otra, durante un cierto tiempo, ya sea de manera sucesiva, en noches seguidas, o ya de manera reiterada también pero en noches no lineales en el tiempo de manera escrupulosa y cronológica, sino como «a saltos en el tiempo», también podrían verse en muchos casos como «míticos». Y eso, en el siguiente sentido : solemos en esos sueños acabar por darnos cuenta de que «esto ya lo sabía de antes, esto ya lo he soñado antes, yo ya había estado aquí en otro sueño.» Y además de ello, no tardamos tampoco en percatarnos de que esos sueños que se continúan van construyendo una especie de relato (que «relato» es «mythos», no lo olvidemos) del que, a poco que los enfoquemos con mente analítica, comenzamos a obtener muchas veces valiosas enseñanzas aplicables a la vida de vigilia.
¿Cómo sacar el máximo provecho de este tipo de sueños? Hay dos métodos, básicamente : el uno, es el que se conoce como «yoga de los sueños», tema en el que ahora no vamos a entrar pero sobre el que daremos información suficiente para quien desee saber de qué va eso; y el otro, entrarse más o menos de lleno en eso que se llama «práctica del sueño lúcido», que consiste en aprender a saber, cuando soñamos, que estamos soñando y poder, con determinación, «manejarnos en el sueño» como si lo controláramos de un modo casi total. Parte de la obra del doctor Stephen LaBerge nos enseña la técnica. Su «Curso de sueños lúcidos» (1998), que creo aún puede bajarse gratis de la Red, es un gran libro.
La imagen con que ilustramos el actual texto sería ideal para tratar lo que se llamado antes «Yoga de los Sueños». Gracias.
Anoten : si un individuo de hoy tiene un sueño como el que al parecer se refleja en la famosa pintura de la Cueva de Lascaux, la del chamán que, tendido en el suelo, parece visualizar en su sueño la figura de un bisonte, está teniendo un sueño mítico. El chamán de Lascaux, sin embargo, no.
Esa figura de hombre tendido, con la típica erección del estado onírico, con su bastón chamánico clavado en el suelo de la caverna junto a él, y la pintura, fantástica, del bisonte en la pared de la cueva, está practicando, posiblemente, algún tipo de ritual propiciatorio encaminado a una buena caza de bisontes o, si acaso, a una manera de dar las gracias a ese animal tan básico e importante para la supervivencia de los seres humanos en la Prehistoria. Esto, claro está, es una manera muy personal de interpretar esa famosa pintura con más de 20.000 años, porque…, ¿hasta qué punto estamos capacitados para entender cabalmente las pinturas rupestres, «todas» las pinturas rupestres? No lo sé.
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