Hay un libro de gran interés que se publicó en la Universidad de Huelva/Sevilla en el 2001. Su título en latín es «Somnium», y su autor es Juan Kepler, el famoso astrónomo de la segunda mitad del XVI y la primera del siglo XVII. «El Sueño de Kepler, o la Astronomía de la Luna» es otro de los modos como podemos llamar a esa obra que, por sus amplias miras y magníficos senderos llenos de sugerentes fines, en próxima entrada a este blog trataremos de comentar.
Kepler debió conocer de buena mano escritos de la Antigüedad clásica, escritos y obras de latinos sobre todo, y también de periplos griegos, los cuales debieron tener información de fuente fiable sobre qué había más allá de las islas Azores : mucho antes del viaje de las tres famosas naves de Cristóbal Colón, contratado, por así decirlo, por la Corona Castellana y en concreto por la Reyna Ysabel de Castilla, también llamada «la Católica».
Pero además de eso, Kepler debió en cierta medida «soñar» cosas relativas a nuestro astro satélite que llamamos «LUNA», y jamás nos vuelve la espalda. Esto que ahora se dice, lo de que J. Kepler debió sin duda de soñar cosas relativas a la Luna, lo deberemos justificar cuando nos ocupemos de algunas de las cosas que dice en su «Somnium».
Con respecto a esta palabra, «somnium», debemos saber que es prima-hermana de la latina «somnus», sin la /i/. Y que mientras que «somnus-i» tiene un sentido que se relaciona con el sopor del dormir, el anonadamiento del estar largo tiempo en vigilia y «caerse uno de sueño», como suele decirse, ( : «me caigo de sueño, me muero de sueño»), el otro término, el de la /i/, «SOMNIUM», vale más bien por «visión que se tiene mientras se duerme». Otras lenguas, como el inglés o el francés, al usar palabras de diferentes orígenes para ambos conceptos, no caen en ese solapamiento de sentidos o significados en que caemos los hispanohablantes, y así, distinguen entre to sleep («dormir») y to dream («soñar»), como en inglés. En un texto anterior ya tratamos este asunto, que ahora no deseo llevar más allá.
Desde el Romanticismo, por lo menos, y hacia nuestros días, las cosas referidas al sueño, a los sueños, a sus procesos y aún misteriosos caminos, son temas de gran interés y están siendo estudiados desde muchos ángulos : científicos, esotéricos, psicológicos, histórico-literarios… Santos, sufíes, chamanes, visionarios, escritores y un sinfín de personas de muy diversas condiciones y actividades, han encontrado en los sueños caminos, auténticos caminos hacia impensables nuevas realidades. Sobre estas cosas volveremos. Gracias.
Dedico este texto a todos cuantos en su día hicieron posible esa indudable gesta que fue la que se simboliza con la fecha del día 12 de octubre y se sitúa en el año de 1492. Que en las cosas humanas, casi siempre y hasta hoy, lo que para unos suele ser cosa de gloria y auge, para otros lo es de ruina y decaimiento. Así también el llamado «Descubrimiento de América». Conque…, ¡juegue cada cual sus cartas, y que Fortuna Imperatrix Mundi reparta suerte!
Esto que ahora escribo, a propósito de la Luna, tómese como una especie de confesión muy modesta de descreimiento : no creo que el ser humano llegara el pasado siglo a la Luna, sino más bien sí creo que se elaboró un montaje en torno a ese famoso «periplo geo-astral» por razones económicas ( : había que obtener más dinero para continuar determinadas investigaciones ) y políticas ( : había que dar un golpe de efecto en la mesa ante el viaje de la nave soviética en torno a la Tierra, pero sin salir de su estratosfera, en realidad.
Si el viaje a la Luna en aquellos años del ya en declive siglo XX hubiera sido una realidad, ¿por qué tantos problemas, unos más de 40 años después, para mantener en órbita terrestre a unos astronautas? ¿Qué tecnología tendrían que haber tenido hacia los años 70, redondeando la cifra, para mantener una nave tripulada en torno a la Luna, hacer descender de ella a un astronauta, retomarlo del suelo lunar, y regresar al planeta-nodriza? No sé, no sé…
Si mal no recuerdo, se dice que uno de los tres astronautas le dijo al presidente Nixon, que era entonces, en el verano de 1969, el máximo mandatario en los EE. UU. que «… Era un honor haber podido realizar aquella visión de futuro.»
Pensando en esas palabras, me digo a veces que más bien habrá que pensar en una «misión de futuro» cuando hablemos de viajes a la Luna en naves tripuladas por seres humanos.
Algún día seguramente se llegará a posar las plantas de los pies sobre la Luna : pero esa vez, sin «sueños» ni «visiones»…