Los sueños como enigmas

17 Sep
"Odiseo y Calipso", obra de Arnold Böcklin, 1883

Cuando tratemos de interpretar, o al menos de aproximarnos al sentido de algún sueño, será siempre cosa de gran utilidad tener en cuenta las circunstancias que se den en torno a dicho sueño, desde la misma personalidad de la persona que lo ha tenido y nos lo refiere, hasta los aspectos culturales que en dicho sueño aparezcan implicados. Sin esos elementales requisitos, el intento de esclarecer el (posible) sentido de lo soñado caerá en el más completo vacío. Muchos sueños podrán ser interpretados, y otros permanecerán siempre como enigmas o incluso como ininteligibles caos; pero «todos» los sueños tiene su propia realidad.

En el libro IV de su obra «La interpretación de los sueños», Artemidoro, su autor, establece una división de los sueños en términos muy generales y dice que pueden ser «directos» o «simbólicos». Los primeros, como su propio calificativo indica, son aquellos en que lo que se sueña no precisa de interpretación alguna, mientras que los que llama «simbólicos» dice que son aquellos donde lo que se nos aparece mentalmente en tanto dormimos es algo que se nos presenta como un enigma. Usa ahí el singular autor griego del siglo II (a partir de la era cristiana) la misma expresión que en su «Epístola a los Corintios» ( Cor., 1 – 13/12 ) utilizó Pablo de Tarso, o San Pablo : «…ahora vemos como  en un espejo, a través de enigmas, (pero entonces veremos cara a cara)».

Es curioso que se haya utilizado en ambos casos la palabra «enigma», y no el término «símbolo». Hay toda una tradición clásica que avala este uso : ya el propio Cicerón se había referido a lo que llamó «aenigmata somniorum», que vale por «los enigmas, el sentido secreto de los sueños». Si a eso añadimos que el término «símbolo» se carga de un sentido muy específico en épocas ya muy recientes, a partir sobre todo de la filosofía simbólica que nos llega del siglo XIX, y que entre los clásicos griego y latinos tenía significados tan amplios como los de «señal, encuentro, consejo, marca distintiva, deliberación…», entre otros, tendremos clara la motivación de dicha elección : es la propia naturaleza de los significados de las palabras lo que determina su elección. Porque cada época cultural tiene su específico sentido del idioma, y tratar de entender el pensamiento de una época sin atender a ese valor idiomático en que se asiente cuanto se diga, es cosa llamad a caer en error.

Volviendo a Artemidoro, las cosas que en su obra nos va presentado el autor heleno suelen destacar por su sensatez y racionalidad : huye, -siempre que puede-, Artemidoro de la vana especulación. Como ejemplo de esto que decimos, se lee lo que escribe en la página 366 de su obra, en la versión castellana de Carlos García Gual en Clásicos Gredos (1989), y se comprueba que al referirse al sueño de un tal Rusón de Laodicea, (quien soñó que compraba la casa de un amigo y, tres años más tarde, en efecto llevó a cabo tal compra), no debemos tomar este caso como ejemplo de visión : el autor griego dice que este tipo de sueños no deben tomarse como ejemplos de «sueños de anticipación» o de sueños o «visiones premonitorias», sino sólo como casos fuera de lo común. Y aconseja no generalizar nunca a partir de débiles premisas, lo que nos da una idea del método, lo más cercano a lo racional que podía en su momento histórico y cultural, que usó en tan singular trabajo sobre ese tema. Tema, por demás está decirlo, convertido a partir de S. Freud en objeto de indagación científica.

Pero la cuestión que ahora queremos dejar planteada, y que deberemos tratar en otro texto, es esta otra : ¿qué valor se le puede dar a determinados estados vitales en los que, durante un tiempo que puede ir de semanas o meses hasta años enteros, y en los que creamos estar realmente viviendo una realidad auténtica y no obstante, pasado el tiempo oportuno, caigamos en la cuenta de que se vivió en un a nube, como quien diría, «fuera de la realidad»? ¿Fue tal el caso que presenta Homero en su Odisea sobre la estancia de Odiseo ( o Ulisses ) en la gruta de la maga Calipso? Y ahora, quede al margen el hecho de que la obra de Homero sea literatura en tanto que nuestros sueños, por lo general, se producen «fuera de» lo literario.

2 respuestas a «Los sueños como enigmas»

  1. Anoto al paso : el nombre de la deidad que mantuvo consigo a Odiseo en su amena gruta durante unos 7 años, Calipso, viene a significar en griego «la que oculta», ya que el verbo griego «kalypto», de donde procede su nombre, significa «esconder, cubrir, ocultar».
    Calipso era una ninfa o deidad, hija de Tetis y Océano, y vivía como dueña y señora en la isla que en la obra de Homero se llama Ogigia, situada por los exégetas de la obra homérica en diversos -y a veces muy alejados de sí los unos de los otros- lugares del mar.

  2. Con respecto a lo que hemos dejado planteado como cuestión última del texto de hoy, eso de la posibilidad de que pasemos de hecho parte de nuestra vida «como si estuviéramos fuera de la realidad», o en un sueño, no sea cosa rara para nadie : pensemos en el que milita en unos determinados ideales y, por azares del destino o por razones de diversas naturalezas, abandona sus primitivas creencias, ideas, visiones del mundo…, y adopta otras. ¿No podemos decir que creerá o podrá creer haber estado «engañado», o «escondido de la realidad», como en una gruta, durante ese tiempo de ideales ya abandonados? Y más : ¿qué podemos pensar de alguien que tenga para sí como real y cierto que es persona grata para otros y un buen día descubre que tal cosas es sólo ficción que alimenta su mente? ¿No vivió como en un sueño?

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