El adjetivo «sincrónico» es un término culto, palabra formada con los vocablos griegos «sin-«, prefijo que significa «con», y «crónico», nombre que significa «temporal». El griego «cronos» es «tiempo», además de ser el nombre de una divinidad superior anterior a Zeus : famoso es el cuadro de Goya, «Saturno devorando a su hijo», obra quizá encuadrable entre las «pinturas negras», posterior a 1819 ó 1820. Saturno es Cronos.
La cualificación de «sueños sincrónicos», o sea, lo de atribuir a los sueños la cualidad de sincronía es algo que se debe a C. G. Jung. Este famoso discípulo de Freud, que acabó conformando su propia escuela de psicoanálisis, relató un sueño propio en el que una noche sintió ( en sueños, como se dice ) que algo le golpeaba en la frente y le alcanzaba hasta la parte posterior del cerebro, y luego supo que esa misma noche se suicidaba un paciente suyo de un tiro en la frente. La bala se le alojó al suicida en la parte posterior de su cerebro, dando en el cráneo pero sin romperlo por detrás, por la nuca. Ese sueño de Jung es un ejemplo de sueño sincrónico.
Esto es : cuando soñamos algo que «fuera del sueño» se está produciendo en la vida que solemos llamar «real» (¡como si los sueños no tuvieran su propia realidad!) al mismo tiempo, esto es, en sincronía con lo que soñamos, podemos hablar de sueños sincrónicos. Fuera del terreno del psicoanálisis y del mundo de los sueños, las palabras «sincronía», y su par, «diacronía», son introducidas por Ferdinand de Saussure en el estudio científico del lenguaje humano. Los fenómenos lingüísticos de diacronía son aquellos que se dan «a través de» el tiempo, mientras que los de sincronía son los que se dan «a la vez» en el tiempo.
La otra noche, no hará de esto que voy a referir más que un par de semanas, soñé que una mujer cuya figura era esbelta pero cuyo rostro parecía como esculpido en el tiempo, estaba de pie y muy quieta en medio de lo que reconocía yo que era ese famosísimo conjunto de piedras, dólmenes y menhires que se localizan en Stonehenge, -creo que se escribe así, esta entrada o nuevo texto del blog lo voy escribiendo a la par que las ideas se me organizan en palabras-, y en mi sueño la mujer, de la que sabía que estaba viva por más que se me mostrara más como una estatua que no como un ser animado, tenía una mirada brillante y casi tan vívida que sugería la idea del fuego.
– ¡Pero si esto es Stonehenge!, me oí exclamar en el sueño.
Y desperté. Anoté el sueño, por supuesto, y me propuse analizarlo más adelante, (lo que aún no he hecho, por cierto, pero haré), por lo enormemente curioso y sugestivo que me resultaba este sueño. No era un sueño de los que llamamos «lúcidos», que es cuando soñamos y al soñar sabemos que estamos soñando, sino que…, ¿era, es, ese sueño «sincrónico»? Medite el lector la respuesta, pues si bien es cierto que Stonehenge existe, ¿el que yo veía en mi sueño era el que existe hoy, o era el que un día fuera centro de cultos y rituales muy antiguos? Seguiremos indagando. Como seguiremos también con la obra de B. Metge.
Seg
Así, por ejemplo, la evolución de la palabra latina «FOCUM» en la romance castellana «FUEGO» es un fenómeno diacrónico, pues se produce con el paso del tiempo. Y la coexistencia de los términos «focos» y «fuegos» lo es sincrónico, pues es a la vez que existen ambos, por más que los dos vocablos tengan la misma cuna : el latín «FOCOS», plural de FOCUM.
Digo esto para aclarar lo de sincronía y diacronía en la lengua, sin entrar en mayores complicaciones, ahora innecesarias para los lectores.
Que los sueños tienen su propia realidad es algo que a estas alturas no discute nadie que esté, desde el punto de vista científico, implicado en su estudio. No hablo (con lo de «su estudio») de la oneiromancia sino de estudiosos como Pierre Fluchaire, Fraser Boa, Peretz Lavie y otros muchos más. Tienen su realidad al menos de dos modos : como fenómenos que ocurren durante el tiempo donde estamos dormidos, y como estados del cerebro humano donde se producen «visiones» más o menos distorsionadas del tiempo, del espacio, y de nuestra propia personalidad. Eso, sin entrar en sus valoraciones culturales : los sueños en tradiciones como la bíblica, o la de pueblos primitivos, tales como los que estudió en su día Kelton Stewart.
Existe un «tiempo mítico» cuya materia de base, por así llamarla, está formada de sueño. En los aborígenes australianos así se documenta. Sobre ello trataremos en otros textos, más adelante.
En otro orden de cosas, se diría que en la naturaleza todo parece solaparse : los sueños con la vida de vigilia, que es como el solapamiento de realidad y ficción, sólo que a nivel experiencial, vivencial, dado que los sueños son vivencias también. Se solapan los tiempos en la historia, en los estilos del arte y las tendencias literarias, y hasta se solapan, según parece ser, los genes. Increíble.