Un escritor catalán, Bernat Metge, compuso hacia 1399 su obra máxima, -escribe Martin de Riquer en el Prólogo a la edición de Editorial Planeta de 1985-, «Lo somni» ( : «El Sueño») donde se puede decir que se crea la más perfecta prosa del catalán moderno, obra ya renacentista en muchas de sus facetas. La prosa elegante y de gran fluidez, el tema que trata con notable acierto, el nítido influjo de Petrarca, de los clásicos latinos como Cicerón, o griegos, como Platón, son rasgos inconfundibles de este libro singular.
Pero lo que más nos llamará ahora la atención, lo que va a centrar nuestro interés, es esto otro : ¿nos es lícito utilizar el relato de un sueño para justificar hechos o sucesos de la vida de vigilia? La respuesta es que tal cosa depende de otras como éstas : la intencionalidad final del autor, y el sentido moral o ético que en la obra se plasme. Y como B. Metge lo que busca es salir de la cárcel donde se encuentra por intrigas políticas urdidas por sus enemigos en la corte aragonesa y catalana de finales del siglo XIV, su obra está plenamente justificada, en nuestra opinión.
«El sueño» es obra organizada en 4 libros, y tiene la estructura propia de los diálogos clásicos, que se volverán a poner de moda durante el Renacimiento. Muchas de las cosas que plantea tienen plena actualidad, y el sentido del autor es bastante moderno. Se podría decir que las fuentes que maneja Metge, así como las personales reflexiones que debe haber llevado a cabo para la redacción de su máxima obra, son de indudable interés. De ello nos ocuparemos en otra entrada, pues ahora nos limitamos a lo hasta aquí escrito, y a dar la referencia de la edición que estamos manejando :
El Sueño. Bernat Metge. Introducción, traducción y notas de Martín de Riquer, de la Real Academia Española. Edit. Planeta, 1985.
Gracias.
Se podría decir, a tenor de lo que escribo como justificación de ese uso del relato de un sueño ( : salvarse de algo, en este caso, la cárcel ) que ¿el fin justifica los medios? No : ese … «y el sentido moral o ético…», va unido a lo que le antecede. Son inseparables, pues, la finalidad y a la vez el sentido ético, la «moralidad» de lo que se ofrece como obra.