Cosas, territorios, símbolos

31 Dic


1.- No es fácil concebir un objeto con vida propia que esté libre de todo tipo de contexto. Cualquier cosa que podamos imaginar, sólo nos resulta imaginable en el seno de un conjunto, el que sea, de otras diversas cosas. Esto debe ser así porque cualquier objeto, incluso cualquier teoría o, en su lugar, cualquier “mundo mental específico”, sólo pueden tener existencia si hay una previa concepción de tales cosas por una o por varias mentes suficientemente centradas en ellos, en los tales objetos, cosas, teorías o mundos que sean posibles de idear.

Del mismo modo que todo lo que pueda ser nombrado tiene que serlo a partir de un determinado lenguaje, el que sea, así también todo lo que pueda ser imaginado tiene que serlo a partir de una, – o unas, como se ha dicho antes -, mente que imagina. Antes de que existan los mapas han existido los territorios, y luego, una vez que se han hecho mapas a partir de esos territorios, se pueden ampliar, acortar, discutir o inventar nuevos mapas.

Pero no podemos “construir” territorios desde la propia mente como no sean “territorios estrictamente mentales”, sólo ideales, “ficciones de territorios”. El Dorado en el siglo XVI y en el ámbito hispánico es un territorio ideado, una ficción territorial. Existe en el lenguaje, en un lenguaje inicial (el castellano del siglo XVI) del que luego puede pasar a otros lenguajes. Pero no existe en lo que llamamos “geografía de un mundo real”. Piensen ustedes un tenedor, una pipa para tabaco, un casco de ciclista o uno de soldado de los tercios españoles del XVI o del XVII.

Ahora piensen el tenedor pintado junto a otros tenedores, dos o tres, cuatro o incluso cinco, y exhibido junto al nombre de un restaurante. O piénsenlo como un objeto de plata, por ejemplo, y útil para ser usado sobre carne, pescados, alguna fruta…, etc., y con el que nos disponemos a cortar filetes con un cuchillo, o a tomar trozos menudos de comida de un plato. Uno y otro son tenedores de diferente orden de cosas, y en cada caso están en contextos diferentes, tienen sus propios territorios, si se nos permite ahora la metáfora. Y además de cosa (tenedor) pueden ser símbolo (categoría del restaurante) : primarios o de primer grado el tenedor pintado junto a otros semejantes para indicar categoría, o símbolos eventuales en el caso del tenedor-objeto real. Y lo mismo hagan, cambiando los elementos adecuados, con la pipa. O con los cascos. En cada caso estaremos en contextos distintos, y cada contexto constituye un territorio propio. Y cada uno de estos contextos o territorios, ¿no son mundos mentales, no “están ahí” a partir de nuestras previas concepciones, aquellas mismas que los hicieron inicialmente posibles? ¿No es la heráldica, por ejemplo, todo un mundo mental con su amplio y propio territorio?

2.- En cierto sentido podemos decir que somos responsables de los mundos mentales donde al cabo nos instalamos y a los que habitamos como seres pensantes. Y los habitamos a la vez como agentes (y pacientes también) de nuestras propias ideaciones, e ideaciones con las que nos implicamos al tiempo que implicamos con nosotros a otros muchos más : a nuestros coetáneos; y, de modo eventual, a nuestros descendientes, los seres que nacerán luego que nosotros y vivirán en el (o en los) mundo(s) que les dejamos por nosotros mismos fabricado.

Pues bien : esto ocurre en política, en las modas, en las nociones de justicia social, en todo tipo de códigos, ya sean expresos, o ya sólo existan de manera implícita, como sobre-entendidos. Esto ocurre en todos los órdenes de la vida por la sencilla razón de que somos seres sociables, nos guste o no. Pero ahora vamos a salir de esta atmósfera general que hasta aquí hemos estado manejando y nos vamos a centrar en un ámbito más concreto : el de los Símbolos, y dentro de estos, el de los símbolos en cierta parcela del mundo de las Artes, en concreto, la Pintura.

3.- Empezaremos diciendo que los símbolos son un lenguaje que tiene en principio una doble dirección : por un lado, son universales. Contienen en sí lo que se conoce como “arquetipo”, y su carácter es general, abarca a toda la Humanidad y las culturas. Y por otro lado son particulares y se dirigen en concreto a cada individuo : se “particularizan” porque cada ser humano necesita, – y esto no es más que un ejemplo -, ver/sentir en sus soñares, a veces, mensajes “duros” y, como dice Pierre Fluchaire, “no todo el mundo es masoquista” (vid. “La revolución de los sueños”).

Cuando decimos que los símbolos son universales y con-forman con frecuencia estructuras arquetípicas no se debe dejar de lado el hecho de que tales universalidades son restringidas : cada gran ciclo cultural tiene su propia universalidad. Al menos en los simbolismos del mundo onírico, en los sueños, debe ser así : una cruz, o el pan, por ejemplo, símbolos ambos que propone P. Fluchaire en una parte de su obra, no pueden “decir” lo mismo en el sueño de un romano de los siglos anteriores a Cristo, (la cruz), o en el de un amerindio, (el pan), que se alimente básicamente de maíz o de “pan de casabe”, hecho a partir de la yuca.

Cosa diferente es cuando tratemos con símbolos de carácter mucho más universal, como el puedan ser el fuego, las aves, el agua o las nubes y las tormentas. Un “esqueleto de símbolos” deberá superponerse a otros, y conformarse según estratos de mayor a menos universalidad, dependiendo de la hondura que tengan en el subconsciente de los seres humanos formando culturas diversas. Y ahora, pasamos a la cuestión central de este escrito de hoy, que precederá o otros más sobre obras pictóricas de Cinta Aller Krähe y de Igor Torres : ¿a qué categoría pertenecen los símbolos que encontramos en las obras de arte que contemplamos como pinturas?

4.- ¿Están en un mismo estrato de simbolización un bisonte pintado en las paredes de una caverna hace 30.000 años, pongamos por caso, que un toro plasmado en un lienzo por Picasso, por ejemplo? Sabemos que Pablo Ruiz Picasso admiraba profundamente la capacidad que él percibía en el modo de reflejar con un rápido y único trazo el movimiento de animales representados por los artistas (¿chamanes, además de artistas? Un libro de Jean Clottes y David Lewis-Williams, de notable vigencia, y que se titula “Los chamanes de la prehistoria”, eso propone) prehistóricos, y lo manifestó en más de una ocasión, pero, ¿iguala eso en algo el tipo de pintura que él iba desarrollando y la que muchos milenios más tarde descubre la humanidad actual que hacían los hombres del paleolítico? ¿Son equiparables, aun cuando sea grosso modo, los artistas pintores de la actualidad a los de aquellos remotos tiempos? Parece que en determinadas cosas, por cierto muy puntuales, podrían serlo. Y en otras muchas, desde luego que sería muy discutible aceptar esa idea. Y no sólo por las respectivas “funciones del arte” implícitas en las sociedades y mundos donde se dan ambos modos de pinturas, sino por otras muy diferentes razones.

En entradas en este mismo blog, y también en ese otro que se titula “La Voz al Vuelo”, ambos de La Opinión de Málaga, entraremos ya en las visiones interiores que nos proponen las obras de Cinta Aller Krähe, de quien ya dimos noticia en otro texto anterior a este, y de Igor Torres, cuya obra tiene también una especial manera de fascinar, como podremos ver.

Resta decir que la obra que arriba ilustra esta entrada es de Cinta A. K. y forma parte de una serie dedicada a los filósofos pre-socráticos, cuyas reflexiones e ideas, en palabras de la propia pintora, ya le impresionaron cuando los estudiaba por primera vez en su 3º de BUP, aquel bendito Bachillerato hoy ya en mejor vida. Gracias.

2 respuestas a «Cosas, territorios, símbolos»

  1. http://www.youtube.com/watch?v=LN_k4qxn-XY

    Para el lector que lo desee, ahí pueden ver una entrevista que le hizo a Cinta Aller Krähe, uno de cuyos cuadros ven en la cabecera de este texto.
    En textos sucesivos iremos viendo tanto cuadros de Cinta como otros de Igor Torres, ya plenamente centrados en sus obras en concreto.
    Gracias, y buen 2012 tengan todos.

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