“Me había quedado en Comala. / … / Y me quedé. A eso venía.
¿Dónde podré encontrar alojamiento? – le pregunté ya casi a
gritos.
Busque a doña Eduviges, si es que todavía vive. Dígale que
va de mi parte.
¿Y cómo se llama usted?
Abundio – me contestó. Pero ya no alcancé a oír el apellido.
Soy Eduviges Dyada. Pase usted.
Parecía que me hubiera estado esperando. Tenía todo dispuesto,
según me dijo, haciendo que la siguiera por una larga serie de cuartos
oscuros, al parecer desolados. Pero no; porque en cuanto me acostumbré
a la oscuridad y al delgado hilo de luz que nos seguía, vi crecer sombras
a ambos lados y sentí que íbamos caminando a través de un angosto
pasillo abierto entre bultos.
¿Qué es lo que hay aquí? – le pregunté.
Tiliches – me dijo ella-. Tengo la casa toda entilichada. La escogieron
para guardar sus muebles los que se fueron, y nadie ha regresado por
ellos. Pero el cuarto que le he reservado está al fondo. Lo tengo siempre
descombrado por si alguien viene. ¿De modo que usted es hijo de ella?
¿De quién? -respondí.
De Doloritas.
Sí, ¿pero cómo lo sabe?
Ella me avisó que usted vendría. Y hoy precisamente. Que llegaría hoy.
¿Quién? ¿Mi madre?
Sí. Ella.
/ … /
Mi madre -dije-, mi madre ya murió.
Entonces ésa fue la causa de que su voz se oyera tan débil, como si hubiera tenido que atravesar una distancia muy larga para llegar hasta aquí. Ahora lo entiendo. ¿Y cuánto hace que murió?
Hace ya siete días.
Pobre de ella. Se ha de haber sentido abandonada. Nos hicimos la promesa de morir juntas. De irnos las dos para darnos ánimos una a la otra en el otro viaje…” ( “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo. Págs. 15 y 16).
No va ser cosa ahora de entrar a describir, ni siquiera de manera muy leve y por encima, la estructura de la citada novela del mexicano Juan Rulfo, una de las mejores obras narrativas escritas en castellano, el castellano que se habla en México, en todo nuestro pasado siglo XX.
Sí podemos dejar apuntado que el “Pedro Páramo” es una narración donde se solapan diferentes planos del espacio y del tiempo de nuestra habitual “realidad vital”, y que se podría decir que es una obra en prosa que está como tallada con un virtual cincel de estilo de prosa de extraordinaria riqueza. Y que estamos ante una obra de arte literaria donde el plano onírico tiene de cabo a fin una enorme importancia. Se publicó en 1955.
Con que los que no leyeron la obra (o, incluso, algunos que sólo la leyeron muy por encima) sepan que tanto Abundio, como doña Eduviges Dyada, como en realidad todos los personajes de la novela están ya muertos y hasta el pueblito, Comala, es un lugar dejado ya quieto y sin vida humana en su soledad –literaria– de los páramos mexicanos, y que cada uno está muerto pero no lo están todos de golpe sino en diferentes momentos y tiempos de un ya muy lejano pasado, con que se sepa eso, ya es por ahora suficiente para abordar la cuestión que hoy se va a tratar.
Lo que ahora abordaremos es un simple y breve asalto, un primer acercamiento, a eso que en el título de esta “entrada” o texto hemos llamado “Sueños y Realidades”. Y de estas dos cosas “asaltadas” es la que queda como envuelta en la palabra “sueño” la que nos va a centrar.
Porque vean ustedes algo de lo que dice Stephen LaBerge, (Director del Lucidity Institute en Palo Alto, California). En una breves palabras sobre el tema “¿Qué son los sueños?”, en la obra titulada “Las grandes preguntas de la Ciencia”, edit. de Harriet Swain. Traducción de Joan Lluís Riera, Editorial CRITICA. Barcelona, 1ª edición 2006. Leamos algunas de las cosas que dice :
“En mi opinión, los sueños se pueden describir con mayor precisión como experiencias -es decir, sucesos conscientes que uno ha vivido personalmente. /…/ Porque conviene recordar que el criterio esencial de la conciencia es la posibilidad de relatar la experiencia.” (pág. 93).
“Sea como fuere, no hay necesidad de limitar la respuesta a por qué soñamos. Para unos, la respuesta es : soñamos para saber por qué soñamos. Mi preferencia es otra : sueño para saber quién soy más allá de quién sueño que soy.” (pág. 97).
“Hasta hace poco tiempo los investigadores dudaban de la capacidad del cerebro para mantener un grado tan elevado de conciencia y funcionamiento mental durante el sueño. A finales de la década de 1970, las investigaciones llevadas a cabo en nuestro laboratorio de la Universidad de Stanford demostraron que realmente se podían producir
sueños lúcidos mientras dormimos. (págs. 97 – 98).
“Mientras experimentamos un sueño lúcido somos capaces de razonar claramente, de recordar las condiciones de nuestra vida de vigilia y de actuar voluntariamente dentro del sueño tras un acto de reflexión o de acuerdo con planes decididos antes de dormirnos -y todo ello mientras seguimos profundamente dormidos, experimentando vivamente un mundo onírico que puede parecernos sorprendentemente real.” (pág. 97).
Baste por ahora con lo ya expuesto. cada cual reflexione sobre lo que ha leído ahí, y contraste con sus propias experiencias oníricas. Más adelante, y para quienes deseen cómo hacer para recordar lo que sueñan en el supuesto de que suelan olvidar sus sueños de una manera casi sistemática, diré qué cosa tan simple y fácil de realizar está al alcance de cada cual si se quiere recordar cada día lo que se sueñe.
Ahora, sólo quiero referirme a un par de cosas : la una, que tengo fundadas sospechas, (por llamar “sospechas” a lo que casi es cosa fácil de probar), de que en buena medida gran parte de la obra “Pedro Páramo” de Juan Rulfo es obra literaria no ya concebida durante un sueño o varios sueños, sino incluso llevada a cabo, realizada por su autor con una inestimable cantidad de material onírico propio y de primera mano.
Y la otra cosa es : que mucho más de lo que solemos pensar, nuestras vidas están tan entretejidas de sueños, semi-sueños, vivencias de la vigilia, y deseos que en realidad no somos capaces de llevarlos a la consciencia de la vida de vigilia.
Tan entrelazadas están esas cosas, que, así y sin más, tratar de deslindar lo que llamamos “Realidad” de lo que llamamos “Sueño” (o, por ser más exactos, “Vivencias Oníricas”), llega a caer en el absurdo : no nos es posible, de buenas a primeras, separar lo uno de lo otro sin lesionar o sin cercenar aspectos de ambos mundos que son en el fondo parte de nuestro tejido vital irrenunciable. Y pongamos fin a esto con una aviso a navegantes :
Cuando ambos mundos se nos entrecruzan sin control es muy posible que lleguemos a tener que precisar ayuda psiquiátrica. A no ser que estemos dispuestos a cometer disparates o caer de lleno en el absurdo.
http://www.mediafire.com/?sslh8t864nsjns9
El link que aquí se les oferta puede descargarse de la Red sin temor a incurrir en falta o delito alguno, es gratis, (también es largo y complejo el curso, si se quiere seguir), y enseña a controlar los sueños y tornarlos lúcidos.
Con echar una mirada al contenido antes de proceder a descargarlo, puede uno hacerse una idea, y luego proceder a lo que más conveniente estime.
la manera de empezar a recordar uno lo que sueña, en el supuesto de que lo desee y suela olvidarlo, es simple :
Basta con que, a lo largo del día, sin forzarse en absoluto, y sin más que «sugerirse» uno mentalmente la idea que se resume en estas palabras . DESEO RECORDAR AL DESPERTAR MIS SUEÑOS, con eso, suele ser suficiente.
Si no funciona a la primera vez, inténtese al día siguiente. Y tengan por seguro que al tercer día, como máximo al cuarto, ( y con gran probabilidad desde el primero o segundo ), ya se empieza a recordar los sueños.
Lo que luego comienza, si se quiere, es algo apasionante. E inenarrable. O no…
Con todo, quien desee ampliar esto de los sueños lúcidos, acuda a la obra de Stephen LaBerge. Con eso, por ahora hay más que suficiente.
Lo demás, lo relativo a la estructura y las problemáticas (¡muy interesantes!) de la primera novela de Juan Rulfo, el «Pedro Páramo», eso es harina de otro costal pues cae de lleno en lo que es la crítica literaria y el estudio de la génesis de las obras de esta autor, con esta advertencia : cada autor, es un mundo. Y sea Franz Kafka, o Juan Rulfo, o H. Melville, o Alfonso Vázquez, o Alfonso Grosso, o Juan Benet, o Edgar Allan Poe…
Y eso de que CADA AUTOR ES UN MUNDO se resuelve en que cada obra de cada autor requiere su propia especialización.
Gracias.
Dedico este post a todos aquellos alumnos míos del IES Pablo Picasso que durante algunos años me siguieron en las experiencias que llevamos a cabo en clases de Literatura con la finalidad de que ellos lograran controlar sus sueños y aplicarlos a eliminar fobias, incrementar sus habilidades intelectuales como la memoria o la voluntad o la atención, o, simplemente, a vivir personales experiencias a su entero gusto y antojo. Y también a mi buen amigo don Ernesto Linares Castro, médico psiquiatra de esta ciudad de Málaga.
Querido Manolo, gracias por incluirme de forma inmerecida y amistosa entre los grandes de la Literatura, un club al que no pertenezco.Jorge Volpi ha publicado un libro muy interesante en el que siguiendo tu mismo sendero, no diferencia entre la actividad cerebral cuando vivimos la vida real y cuando la vivimos a través de los libros, tesis para la que aporta varias pruebas científicas. Estoy convencido de que muchos libros se nutren de los sueños. Por cierto, me encanta el comienzo de ese clásico convertido en libro, Rebeca, de Daphne du Maurier («Anoche soñé que volvía a Manderley). Un fuerte abrazo
Quise decir, clásico convertido en película¡Otro abrazo.
Acudiré a J. Volpi. Siempre se aprende algo. Un abrazo, maestro!
El link de Stephen LaBerge que mejor deben usar es el que sigue a continuación :
http://es.scribd.com/doc/2355648/Stephen-LaBerge-Explorando-el-Mundo-de-los-Suenos-Lucidos