Y siempre, la Historia…

16 Oct

El periodista, escritor y poeta Ryszard Kapuscinski

Y Siempre, la Historia...

Las cosas que dice Ryszard Kapuscinski del libro “Historia” de Herodoto, y también las reflexiones que hace acerca de algunos aspectos del griego mismo, Heródoto, – como lo acentúa el autor de “Viajes con Heródoto”. -, refiriendo los avatares de su tiempo que componen el tapiz de sus Nueve Libros de la Historia, esas cosas, leídas en perspectiva, consideradas hoy, como si fueran fruto de viajeros que narran sus experiencias a la par que llevan cabo sus labores de reporteros de sucesos a lo largo y lo ancho del mundo, pueden llegar a ser asombrosamente sorprendentes. Por su viva actualidad en algunos casos, y por su remota vigencia en otros.

Vamos a mirar más de cerca algunas de esas cosas o reflexiones insertas en el relato, sin olvidarnos de quién es ahora nuestro autor a seguir, Ryszard Kapuscinski, periodista polaco (1937 a 2007) como corresponsal en el extranjero desde la década, ya mediada, de los años 50 y hasta 1981. A Herodoto (o Heródoto) no es preciso presentarlo aquí y ahora, por más que tengamos que referirnos a sus palabras de “Los nueve libros de la Historia” de manera constante.

Dependemos de la gente, y por eso el reportaje tal vez sea el género de escritura más colectivo, comenta el periodista polaco al referirse a lo que llama en una ocasión “el taller de Heródoto”. El capítulo titulado “El taller del griego”, que va de la página 197 hasta la 207, incide en el modo como trabajaba el fundador de la Historia como ciencia que se ocupa de los hechos, y al que, lleno de simpatía hacia su persona, el reportero polaco considera el “… primer globalista de la historia” (pág. 206). Y antes, en la página 92, había escrito esto : “El autor de la Historia se presenta desde el principio como un visionario del mundo, como un escritor capaz de pensar a escala planetaria, en una palabra, como el primer globalista”.

Entendemos que Ryszard K. haya elegido la magna obra del de Halicarnaso como libro de cabecera en sus viajes por más de medio mundo, de la India a Egipto o el Congo, o a la China de Mao. Y no es sólo porque se identifique con el lejano griego natural de Halicarnaso, y lo vea como un colega casi, en la distancia de los siglos, sino sobre todo o, si se prefiere, además, porque, (pág. 213) :

Me he traído una pila de artículos en torno a África pero de vez en cuando también vuelvo a mi inseparable Heródoto que suele ser para mí un relajante, una válvula de escape, un descanso, un trampolín que me traslada del mundo de las tensiones y la febril persecución de noticias a la paz, la tranquilidad y el silencio que emanan de las cosas pasadas, de figuras que dejaron de existir tiempo ha y aquellas otras que ya desde el principio no fueron sino producto de nuestra imaginación, ficticias sombras etéreas.”

Y si volvemos de nuevo atrás, esto encontramos en las reflexiones del periodista de hoy acerca de la labor del griego de ayer : “Heródoto, que comprende perfectamente esta ley del imparable tránsito de las cosas al lugar del no retorno, desea oponer resistencia a su destructora naturaleza : para impedir que el tiempo borre la memoria de la historia de la humanidad.” (Pág. 92).

Y nuestro buen reportero R. K. se asombra de la osadía del eterno viajero griego preguntó y escriba, al tiempo que le imita en lo que puede, pues es sólo del trato con la gente que le rodea como él puede a su vez enviar noticias sobre un magnicidio en el Congo o una gran epidemia -: la hambruna de siempre, la eterna hambruna de los pobres de esta tierra-,  en la India.

Sin embargo, en cuanto reflexionamos sobre las cosas que va dejando caer el autor de los “Viajes con Heródoto”, libro que es muchos libros en uno solo, y libro que enseña muchas cosas con su lectura y otras muchas más con la reflexión de lo que leamos, pronto caemos en la cuenta de que estamos ante un periodista capaz y ante un escritor que sabe adónde apunta con sus palabras. Veamos :

“Comprendí que cada mundo entrañaba un misterio y que el acceso al mismo sólo lo podía facilitar la lengua. Sin conocerla, ese mundo permanecería para nosotros insondable e incomprensible, por más años que pasásemos en su interior. Más aún : descubrí una relación entre tener nombre y existir, pues cada vez que volvía al hotel me daba cuenta de que en la ciudad había visto tan sólo aquello que sabía nombrar, por ejemplo recordaba una acacia pero no el árbol que crecía junto a ella porque desconocía su nombre.” (Pág. 31)

Estas, entre otras muchas cosas más que ya tendremos ocasión de ver y comentar, nos llaman poderosamente la atención. Como lo que razona sobre los sueños, a propósito de los que asediaron al rey persa Darío antes de lanzarse a la conquista o destrucción del mundo griego de su tiempo. Eso, entre otras muchas cosas, como digo, pues :

“El libro del griego, al igual que toda gran obra, hay que leerlo repetidas veces : cada nueva lectura desvelará entonces nuevas capas, contenidos distintos, no vistos antes, nuevos sentidos e imágenes. Pues todo gran libro contiene varios libros, sólo que hay que llegar a ellos, descubrirlos, profundizarlos y asumirlos.” (Pág. 248)

Ni más ni menos, lectores, que lo que nos ocurre a nosotros con el libro al que apenas nos hemos asomado una vez, el de Ryszard Kapuscinski, “Viajes con Heródoto”. ¡Ojalá que el azar o alguno de tus amigos te den ocasión a tenerlo en tus manos y leerlo!

De esto, si tal ocurre, puedes estar seguro : muchas cosas nos podrán faltar, pero nunca nos faltará la Historia, sea cual sea nuestra condición y estado, el tiempo en que vivamos o las ocupaciones que nos tengan atados a nuestro duro banco de la brega diaria. Y así, con el reportero polaco, en tanto lo leamos, estaremos con él y con su inseparable Heródoto, y entre ambos, y siempre, también, la Historia.

Una respuesta a «Y siempre, la Historia…»

  1. Nota.- En el párrafo 7º de esta «entrada» o texto, en la línea primera, hay un «preguntó» , que debe ser «preguntón». Léase pues : «… eterno viajero griego preguntón y escriba…»
    Gracias y disculpen.

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