
En honor del “Buen Soldado Svejk”, en su 90 aniversario
“¿Las ponemos todas juntas?” Me lo ha preguntado después de estar casi dos horas, que llevábamos ya, apilando cajas y más cajas. Yo, que casi ya le tengo tomado el punto ése que se gasta de salir, como quien dice, por peteneras, le digo “¡No! Esto de ahora es sólo para probar a moverlas, que total, son cajas de nada…”(Irónico, que es uno). “¡Ah, ya decía yo…!” Me dice. Y seguimos apilando cajas y más cajas. No nos queda mucho, ya. Unas cuantas horas más de nada y, ¡sanseacabó! : todas las cajitas de pino, juntas y apiladas para su posterior traslado, para su destino último y fatal, que es convertirse en sarcófagos de jóvenes del pueblo
De tamaños diferentes, pero todas de la misma hechura, las hemos ido colocando por orden, según tamaño: las más pequeñas, en el ala derecha de la nave, y las más grandes, al fondo. La mayoría de ellas, que son como si dijéramos medianas, algo así como una talla 40 ó 42 en cajas de pino, ocupan ya todo el ala izquierda y la parte central, con lo que las grandes, que están al fondo, ya no se ven. Se acerca la hora del rancho, y ya están las cajas todas descargadas y apiladas por orden.
“¿Llamo al sargento?” Me pregunta, mientras todavía estamos resoplando de la paliza que nos hemos dado entre los dos, desde las 6 de la mañana apilando cajas y más cajas. “¿Al sargento? ¿Para qué lo vamos a llamar?” Le digo, mientras me seco el sudor de la frente y me tomo un respiro, que ya es que no podía más. “Pues…, ¡para que las vea! Las cajas, digo. Ya apiladas.” Me dice, con un evidente tono de sorpresa, como quien se preguntara algo así como “¿Pues para qué iba a llamarlo, eh, listillo?” Y yo, sin dejar de secarme el sudor. “¿Y si no le gusta cómo están las cajas? ¿Y si nos pone a hacer otras tareas antes del rancho, eh, Einstein?”
No le gusta que le llame Einstein: tuvo un perro al que le habían puesto ese nombre, y como que se siente llamado “chucho”, “perrito” y esas cosas cada vez que se le mienta el nombre. Y además, ni sabe quién es ese tal Einstein, aparte el perrillo. Que el perro era pequeñín, callejero, y ”Es de raza multi-mixta”, le dijo el veterinario. “¿Lo cuálo?”,le preguntó él.Yo creo que lo de multi-mixta se lo dijo de coña, que me conozco yo al dichoso veterinario ése, pero no se lo he comentado nunca, que tiene mal carácter éste, y más vale dejarlo a su aire. Él, sí: él, suelta bromas cada que le viene en gana, pero que se le gaste broma alguna a él…, ¡menudo es, cuando se mosquea! (Cagondiéééé…)
El sargento nos llama “soldado uno” y “soldado dos”. El uno, es él : “Einstein”. Y yo el otro, el 2: “Dos”. La cosa de los nombres-números, o de los números-nombres, no sé muy bien de dónde vino, que seguro no fue cosa del sargento: es todo un negado para lo imaginativo y eso. Para ése, más allá de la cuestión de “imaginarias”, no hay sino rancho, pernoctas, y esas cosas. Para mí que lo de soldado “Uno” y soldado “Dos”, (cosa es que me da igual que me la digan), es todo un misterio : ¿quién se inventaría una pamplina como ésa? ¡El sargento, seguro! ¿Quién si no, si tenía medio Bachillerato hecho?
Lo de “Dos” tuvo su historia, como la tuvo lo de “Einstein”. No voy a contarlas ahora enteras, las historias, digo, que dan para rato. Pero esbozaré un esquema, por así decirlo. Yo era delineante, antes de que me metieran en esta cosa de ser militar. Y entré con ínfulas de rápida graduación en la milicia: lo de delineante, me lo permitía, ¿no? Pues fue que no. Cosas de envidias.
Envidias, y mi incorregible tendencia a escamotearme de tareas que veo absurdas, aburridas, o simplemente pesadas. O mi vena de respondón, que a veces se suelta ante sobre los propios mandos. Ni de sargento para arriba, me callo, pero con los cabos y los soldados primera…, ahí creo que me paso un poco. Y esas cosas y otras, todas juntas, arruinaron mi progresión, mi carrera militar, mis destinos en Intendencia, mis contactos con el Estado Mayor, ¡todo! Yo me veía delineándole campos y materias a los coroneles, y sólo alineo ataúdes para la clase tropa… ¡Qué de vueltas da la vida! ¿O no? Y más si se piensa uno que los que tenían que estar pegando tiros y pensando en apilar cajas, pues como que tenían que ser los señores de la política y la pitanza, ¿o es la finanza? ¡Ya no me aclaro en nada…!
La novela satírica de Jaroslav Hasek, inacabada, se publicó entre 1921 y 1922. La edición que he manejado es la de la colección de bolsillo de Editorial Sirio, en traducción de Luz Monteagudo.
Hay edición anterior en Destino, y la obra (¡espléndida de humor y sátira!) de Jaroslav Hasek se publicó en castellano en la década de los 80. J. Hasek, hijo de un profesor de matemáticas, vivió entre 1883 y 1923.
Su novela sería luego continuada por otro periodista amigo suyo, Karel Vanek, y el conjunto puede leerse en Destino Libro, como se ha dicho antes.
Ese «micro-relato», «Dos Soldados», lo escribí junto con otros aún inéditos años atrás. Ahora ve la luz en este amable foro de La Opinión de Málaga. Gracias. Como ya dije, entre los textos «serios» de este blog, de vez en cuando, aparecerán relatos puramente imaginativos.