«Pedro Páramo» (o la soledad)

20 Mar

Paisaje del Altillano de México

Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Éste es uno de esos pueblos, Susana.

“Allá, de donde venimos ahora, al menos te entretenías mirando el nacimiento de las cosas : nubes y pájaros, el musgo, ¿te acuerdas? Aquí en cambio no sentirás sino ese olor amarillo y acedo que parece destilar por todas partes. Y es que éste es un pueblo desdichado; untado todo de desdicha.

“Él nos ha pedido que volvamos. Nos ha prestado su casa. Nos ha dado todo lo que podamos necesitar. Pero no debemos estarle agradecidos. Somos infortunados por estar aquí, porque aquí no tendremos salvación ninguna. Lo presiento.

“¿Sabes qué me ha pedido Pedro Páramo? Yo ya me imaginaba que esto que nos daba no era gratuito. Y estaba dispuesto a que se cobrara con mi trabajo, ya que teníamos que pagar de algún modo. Le detallé todo lo referente a La Andrómeda y y le hice ver que aquello tenía posibilidades, trabajándola con método. ¿Y sabes qué me contestó? “No me interesa su mina, Bartolomé San Juan. Lo único que quiero de usted es a su hija. Ése ha sido su mejor trabajo.”

Este fragmento de la novela de Juan Rulfo, de la que ya hemos hablado en anterior texto, como otros muchos de los que se podrían seleccionar acaba por saber, por hacernos sentir a quienes nos enfrasquemos en su lectura, ese agrio sabor de la soledad. Como es cosa evidente digo esto desde mi personal perspectiva, pero no me siento solo en tal visión de las cosas que atañen al México que se diría “profundo, eterno, esencial” : ideas y opiniones de nada menos que ese gran escritor que es Octavio Paz, me acompañan y animan.

Y en especial recuerdo aquel luminoso ensayo suyo titulado “El Laberinto de la Soledad”. Y dejo ahora dicho ya que más adelante quiero ahondar en esa ya casi legendaria figura de Octavio Paz, el autor de la obra citada y de otras como “El arco y la lira”, “El mono gramático”, “Árbol adentro”, o de ese libro, espléndido, sobre Sor Juana Inés de la Cruz, de principios de los años 80. Y sí : en esa relación de obras de Paz, he mezclado ensayos y poesía, mas eso poco importe ahora.

Antes de seguir el curso de estas breves notas sobre una obra universal, queremos ofertar aquí a los lectores la visión de unos paisajes (se diría que) nacidos para revivir soledades, si nos es lícita la expresión. Las soledades que alguna vez sentimos en lecturas de la novela, y la que nos hizo intuir y aprehender el discurso, tan lúcido, del Nobel mexicano (desde 1990), Octavio Paz

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La novela de J. Rulfo se publicó en 1955, y el ensayo de O. Paz en 1950. Pero desde nuestra actual visión de las cosas no hay más conexión entre ese ensayo y esa novela que la naturaleza misma de sus autores, pues ambos son mexicanos, y la profunda visión del uno y del otro de determinadas esencias del alma del hombre de México, que nosotros ahora hemos querido centrar en ese sentirse en una “elemental soledad”: se diría que una soledad de naturaleza atávica y también cósmica.

Y estamos usando ahora esta palabra, cósmica, en su sentido más ambiguo posible, más desconectado de su valor estrictamente dirigido a la “naturaleza física” del Cosmos. Y aclaro esto porque entiendo que el Cosmos tiene más de una naturaleza,  (“imaginario”, por ejemplo; y conectado hondamente a la consciencia, también por ejemplo), como se ha venido poniendo de manifiesto a partir de ciertas observaciones realizadas desde la perspectivas de los científicos que tratan de hacernos comprensibles las paradojas y, hasta determinado punto, “irracionales” del mundo de los “quanta”, esto es, de los fenómenos de la llamada “Mecánica Cuántica”, que nació casi con el pasado siglo XX, siglo tan presente en tantas cosas aún hoy.

Esta visión de la cuestión cósmica (lo aclaro para lectores que compartan esa curiosidad con quien esto escribe) pueden ustedes constatarla en un interesante libro de divulgación científica, “El enigma cuántico. Encuentro entre la física y la conciencia”, de los físicos B. Rosenblum y F. Kuttner, publicado en inglés en el 2006 y traducido al castellano en junio del 2010, en la colección Metatemas de Editorial Tusquets. Pero volvamos a lo nuestro, la novela de Juan Rulfo.

Entiendo que esa soledad que hemos llamado atávica y cósmica, es un tipo de soledad que nos acaba situando, por otros derroteros, por caminos menos trillados, también frente al mito, es una soledad mítica, entendido ahora lo de “mito” como algo que está por encima de lo común. Como cuando se dice de un gran jugador de fútbol o de un gran actor de cine que es “mítico” (: el mítico A. Di Stéfano, el mítico H. Bogart… O la mítica Édith Piaf, esa voz que se nos fue en 1963).

En entradas o textos posteriores y espero que próximos en las fechas a éste de ahora, quisiera ahondar algo en la figura de Susana San Juan, unos de los personajes claves de la novela, donde espero poder desarrollar con más minuciosa atención la cuestión de la soledad, ese tipo de soledad de la que estamos ahora hablando. Gracias, lectores.

5 respuestas a ««Pedro Páramo» (o la soledad)»

  1. Señor Laza, le agradezco la información, mañana compraré el libro de “El enigma cuántico…”, pero mas que por la conciencia, lo haré por lo de la física. Y, permítame una pregunta, ¿Por qué darle tantas vueltas al asunto de la soledad? Y ya puestos, al margen de las soledades voluntarias, ¿No hay, en esta sociedad que nos ha tocado vivir, demasiada gente sola por falta de nuestra negada compañía? ¿Hay más soledad ahora que antes?
    Un saludo, y muchas gracias (perdone tanta pregunta).

  2. Señor Holden, de nuevo muchas gracias por sus comentarios y atentas lecturas. La parte del libro que trata sobre todo las cuestiones de la conciencia, ( y los fenómenos paranormales), es la final, entre las páginas 207 y 250, que son las de los dos capítulos últimos, el 15 y el 16; todo lo anterior casi en su totalidad se ocupa de física, sólo de física. El libro, como usted verá seguramente con mayor solvencia que yo, ( pues sólo soy un aficionado a cosas de ciencia, a las que tengo acceso en libros de divulgación, que lo «más mío» es la lingüística y la literatura y el arte), es de gran interés y sus autores hacen muy amena la lectura.
    Con respecto a la soledad, no es que tenga uno especial preferencia por ella, sino que es el propio libro de Rulfo, así como el ensayo de Octavio Paz que cito, los que inciden sobre el tema. Y tenía que abordarlo. Espero, con todo, cuando me ocupe de la figura de Susana San Juan, «responder» a la soledad del alma del mexicano con una más abierta y firme mirada a lo que se opone a la soledad, que es la esencial comprensión y empatía que a veces se da entre los seres como nosotros. Muchas gracias, amigo Holden.

  3. Creo que sí, señor Holden : hay ahora más soledad que antes, pero… Aguardemos al texto sobre Susana San Juan. Disculpe si no soy más explícito.

  4. “Hay pueblos que saben a desdicha”….bonita frase, me gusta..y en cierto modo es verdad..hay pueblos es los que nada más entrar..el aire se entrecorta y sabes que allí la felicidad plena no anida..lo bueno es que a aveces los pueblos más desdichados son también los más bonitos

  5. Cierto, muy cierto. Y en México hay pueblos por los que parece que el tiempo no pasó, o que se han quedado como varados en otro siglo, siglos atrás. Sin olvidarnos de nuestro país, montes adentro, península adelante, lejos de las costas y grandes ciudades.

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