Del Mito al Alma

14 Mar

Eros y Psique

Escribía Jung, casi al principio de su obra “Sobre los arquetipos de lo inconsciente colectivo”, – varias veces re-elaborada y publicada, primero en 1934, luego en 1954 con el título de “Las raíces de la consciencia”, y ya finalmente en sus Obras Completas -, esto que nos resulta de singular importancia :

“Pero hasta ahora casi nadie ha admitido que los mitos son ante todo fenómenos psíquicos que ponen de manifiesto la esencia del alma.”

Más abajo, en la nota que queremos ofrecer al lector interesado, daremos las señas básicas para la localización de las citas que van a ser nuestros puntales de máximo apoyo. Ahora, reflexionemos aun cuando sea muy por encima sobre esa observación del ilustre discípulo del fundador del moderno psicoanálisis, S. Freud.

Los mitos, como manifestación elemental de la esencia del alma (humana). Nos quedemos con el dato, con la idea : hemos de volver sobre ella. Si esto es así, varias cosas deben resultar claras, o al menos no deben resultarnos en modo alguno extrañas: la una, la singular pervivencia de los mitos, tanto en formas de tratamientos que hace de ellos el Arte ( Pintura, Literatura, Teatro, Cine…) como en sus transformaciones a lo largo de la Historia de la Cultura; y la otra, de momento, ese singular “apego al mito” que suelen manifestarse en casi todos los órdenes de la vida cotidiana de los pueblos, ya sean los llamados “primitivos” como los que nos estimamos “modernos”.

Otra cuestión : si nos remontamos al sentido originario de la palabra “mito”, algunas cosas más de las que en anteriores textos hemos planteado podrían quedar no sólo más claras sino mucho más fortalecidas. El término en cuestión procede, como saben los lectores, de una palabra griega clásica que nos ha llegado y se nos ha instalado en nuestra lengua, así como en otras lenguas del ámbito culto occidental, casi sin variación. Los griegos decían “mythos”, y esa voz o palabra significaba antes que nada “relato, cuentecillo (que trataba de ejemplificar algo)”. Recuerdo, cuando en la Facultad de Letras de Granada estudiaba Griego en los cursos iniciales de la ya desaparecida carrera de Filología Románica, la cantidad de veces que, luego de haber traducido un breve relato del griego clásico, su autor acababa con un inevitable casi  :  “O mythós deloi oti…”, que se traduciría por “El relato muestra que...”

O sea, que un mito es ante todo una relación verbalizada de algo que se cuenta o refiere para que otro algo quede ejemplificado y mejor entendido. ¿Se ve ahora una mayor razón para que desde cosas como novelas o como películas, e incluso como esas formas de “dicción plástica” que son muchos cuadros y pinturas, desde esas manifestaciones del Arte, surjan y nazcan mitos? Porque eso era parte del tema central de una anterior entrada nuestra en este espacio de La Opinión de Málaga, cuya visita ofertamos ahora a todo lector, por si lo quiere comprobar:

Espacios míticos

Y una provisional cuestión de cierre, de cierre de esta entrada:

¿Podemos entonces argumentar con cierta base que el lenguaje nos hace ser como somos, que está en nuestra naturaleza tanto el afán por elaborar relatos, contar o referir cosas, crear mitos, etc., y que todo eso con-forma en gran medida eso que llamamos «nuestra alma»?

No parece una idea descabellada. A la vista de los datos aportados, no. Y es en ese sentido en el que se puede dar un pequeño-gran salto : el lenguaje constituye un gesto típicamente humano que tiende al infinito, y de ese modo viene a dar cuenta de nuestro intimo afán de pervivencia.

¿Explica todo esto, al menos en parte, tanto la Ciencia como el Arte, la primera como aspiración a situarnos mejor, esto es, con más amplias perspectivas en el seno de la naturaleza, y el Arte como modo de multiplicar nuestro propio ser individual ? Porque estará claro que el actor se multiplica en los personajes que interpreta, y el narrador en los que idea y plasma, y el pintor en los que apresa y capta y reproduce, salvándolos de las mordidas fatales del Tiempo, que todo al cabo lo devora.

En cuanto al científico, puede que vaya aún más lejos : al ir conociendo el mundo, ignoto en un principio, lo va dominando, con lo que de ser algo así como una criatura sometida a ese mismo mundo, se torna o se va tornando su domador, su domeñador, su “señor”. ¿O no?

Termino esta ya algo extensa entrada señalando que, para una mejor comprensión de lo que venimos planteando, no estaría de más que se sirvieran ustedes leer lo que en anterior texto (éste, muy breve) dejamos ya planteado, o mejor dicho, preguntado. Si así lo deciden hacer, acudan a    :

Diseño central

Nota.- La cita que arriba se hizo de C. G. Jung está tomada de la página 6 de “Los arquetipos y lo inconsciente colectivo”, volumen 9/1 de su Obra Completa, Editorial Trotta, S. A. 2ª edición, 2010.

5 respuestas a «Del Mito al Alma»

    • Estimado amigo:
      Sin embargo, como le he dejado escrito en el comentario pertinente del blog, en respuesta al suyo, – que le agradezco- , todas esas cosas en su mayoría están dentro de nosotros, «nos habitan», literalmente. Pertenecen al Inconsciente, (ya no sabría decir si personal o colectivo, posiblemente a los dos), y es por eso que la intuición comienza a ser más valorada. Anoche, como le he escrito en el comentario ya legible en el texto «Del Mito al Alma», decía Eduardo Punset algo de eso.
      Muchas gracias por sus comentarios, y más aún por leer estos textos.
      Cordialmente,
      Manuel

  1. Sin embargo, estimado amigo, (creo que le puedo llamar amigo), la mayoría de esas cosas «nos habitan» : están en nuestro inconsciente, – digo «inconsciente» para no salirme de la terminología de Carlos Gustavo Jung- y de ahí podemos deducir que en realidad SABEMOS MUCHO MÁS DE LO QUE SUPONEMOS SABER. Anoche, en una entrevista a E. Punset en la 6ª, decía algo de esto. Venía a explicar Punset que la parte racional de la mente humana es como una moneda, pongamos diez céntimos de euro, y el resto, es lo que llamamos Inconsciente. Y añadía Punset : ¡Es fantástico! E invitaba a seguir la intuición cuando fallaban los esquemas racionales.

  2. Señor Laza, no sé si mi intuición es buena o mala, pero no confío demasiado en ella; prefiero pensar los cosas dos veces, y con serenidad, aunque termine equivocándome de igual manera.
    Un saludo, y muchas gracias.

  3. Gracias a usted, señor Holden, a quien considero amigo, como ya dijimos. En un correo anterior creo haber respondido a su observación, y ahora resumo un poco : estimo que usted lo que hace es meditar sus opciones, y evitar lanzarse a lo primero que se ocurra. Eso se llama prudencia, y demuestra experiencia vital y le convierte a usted, de paso, en persona fiable.
    Pero eso es también un modo de «ir (usted) adentro de sí mismo para decidir», y amigo Holden, eso es también un modo de intuición, pues que INTU-IR es «INTUS IRE», o sea, «ir adentro ( de uno )».
    Buenas noches, y las gracias debo darlas yo : sus observaciones me valen de mucho.

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