Uno.-
Fessis taedio tot malorum nivis etiam casus occidente iam sidere Vergiliarum ingentem terrorem adiecit. (“Ab Urbe Condita”, libro XXI, capítulo XXXV ).
En la frase inmediatamente anterior, Tito Livio, que es el autor de todas estas palabras que los lectores pueden hallar en el libro XXI de su gran obra “Ab Urbe Condita”, ha escrito fessis junto al término militibus, por lo que en la siguiente parte del texto, que se reproduce, insiste en el “fessis”, esto es, “cansados”, y elimina “soldados”, que se sobreentiende con facilidad.
La frase “occidente iam sidere Vergiliarum” significa que la Constelación de Las Pléyades, o “sidere Vergiliarum”, estaba ya acercándose a occidente, es decir, a su desaparición por poniente, esto es, a su “puesta”, como cada día vemos que ocurre con el Sol.
Lo que quiere decir el conjunto de la frase latina, (que hemos querido reproducir en honor a nuestros clásicos latinos, de los que Tito Livio es uno y no menor), es que:
“a los (soldados) cansados por tantos males, la caída de una nevada les produjo un enorme temor, viéndose ya en occidente la Constelación de las Pléyades.”
Dos.-
Podría ahora preguntarse algún lector qué tiene que ver la puesta o “caída” de Las Pléyades, una constelación, al fin y al cabo, y no el Sol, con ese “ingentem terrorem” o enorme temor que sobreviene a los soldados de Aníbal. Y eso abordaremos ahora, por partes:
El fragmento citado y el conjunto del libro XXI se ocupan de las campañas de Aníbal en concreto contra Roma, de los Barca en general contra La República Romana en esta crucial Guerra Púnica que el hijo de Amílcar Barca, Aníbal, llevó a la Península Itálica poniendo en jaque a la propia capital, Roma. En el momento en que los podemos imaginar siguiendo el texto de T. Livio, el ejército de Aníbal está cruzando los Alpes, ha tenido que acampar sobre una gran altura, debe iniciar un muy peligroso descenso, y comienza a acercarse el crudo invierno. Está en marcha la segunda de las tres guerras púnicas. Y ya veremos también el sentido y origen de la palabra “púnico”.
La Constelación de Las Pléyades está en íntima relación con el Sol y con el recorrido de la Tierra por los doce signos del Zodíaco. Marcan Las Pléyades en los cielos la llegada tanto del otoño como del invierno, dependiendo de por dónde se hagan visibles entre las otras estrellas más próximas a ellas, como Orión, por ejemplo. Y eran bien conocidas por todos los pueblos y culturas importantes desde tiempos muy remotos, siendo citadas en La Biblia, en el Libro de Job, en textos antiguos chinos, entre los mayas y los aztecas, en tradiciones de los indios de las praderas norteamericanas…, etc.
Tres.-
Cuando los soldados de Aníbal se ven en las cumbres de Los Alpes, agotados por las grandes marchas entre la nieve y los hielos, y con las primeras nevadas, ya visible la famosa constelación, se sobrecogen con un enorme terror pues, con lógica que entendemos, casi vislumbran su final inútil entrando ya el invierno para ellos en circunstancias muy desfavorables. Es eso lo que nos transmite el genio narrativo de T. Livio. La cuestión que dejamos ahora en la mente del lector es bien simple: el notable conocimiento del cielo que tenían los hombres de la antigüedad. Y no por nada, sino movidos por su cultura y sus necesidades, como veremos en otros textos, otros días.
Nacen saberes nuevos, como los que nos vienen de las modernas tecnologías, pero se apagan otros antiguos saberes, como aquel saber del cielo que por fuerza habían de tener marinos y viajeros de los tiempos antiguos.
¿“Nihil novum sub sole”, “nada nuevo bajo el sol”, como quiere propagar el dicho clásico? Nos permitimos poner eso en duda : si contemplamos las cosas con la debida perspectiva, muchas son las que hay y nunca antes hubo, y otras que se dieron en el pasado parece que ya están dormidas para siempre. ¿O hemos de esperar un a nueva era de dinosaurios en la Tierra? No lo creo.
Por cierto: Las Pléyades, famosas también por la Mitología, nacen en nuestra Galaxia hará unos 100 millones de años, cuando en el planeta que habitamos aún vivían esos fantásticos seres, los dinosaurios, y se les calcula a estas jóvenes entidades celestes una vida que no irá más allá de otros 250 millones de años, pasados los cuales se habrán separado y conformarán otros dibujos en los cielos de las noches estrelladas. Es un sustancioso saber este que hemos llamado “saber del cielo”, creemos. En venidera entrada hablaremos de las palabras mismas que nombran estas cosas, como “vergiliarum”, y otras, cuyos sentidos son muy curiosos y que en la actualidad parecen estar desentrañados, lo que no hace muchos años no ocurría: el verbo latino “vergo” de donde viene “vergiliarum” era de origen oscuro, por ejemplo. Hasta entonces, lector.
Es muy verdad que saberes cotidianos de antaño quedan dormidos como sus sabedores, pero no por ello menos válidos que los saberes actuales;(todavía no haciertan el tiempo cien por cien por ejemplo).
Es muy de agradecer que alguien en el siglo de la informatica nos acerque a aquellos antiguos que nos adelantaron tantas cosas que aún hoy no podemos superar de esta manera tan elocuente y amena porque desde luego la única manera de aprender algo de una manera entretenida como no sea viendo una pelicula no sé.