La poesía amorosa es un modo de expresión que por su universalidad recorre toda la historia de la cultura. Y esto, desde la más lejana antigüedad hasta el presente. Que haya habido épocas, por desgracia más frecuentes en etapas ya bastante avanzadas de la historia y la civilización que no en tiempos, en teoría, más “primitivos”, -épocas, decía-, donde el tema de lo amoroso, incluso de lo erótico, se haya visto poco menos que reducido a “barrios marginales” de las manifestaciones de una sociedad, es algo que, una vez pasada la primera impresión de desagrado, debe invitarnos a reflexionar.
Simplificaré todo lo más importante que se acaba de escribir aquí : las manifestaciones del amor, y con él del deseo erótico, tienen en sí mismas una tal dignidad que nunca deberían haber sido relegadas a zonas marginales de la vida y la expresión sociales. Son también cultura con alma: ni más ni menos que lo es la misma mística, una vez deslindados debidamente los campos y propósitos de lo erótico y lo religioso en el ser humano.
Coherentes con esa idea, proponemos un texto de tipo erótico, y amoroso, pleno de sentido y sin el más mínimo atisbo de cosa alguna que permita ningún modo de pensamiento “sucio” o degradante. Porque quienes confunden el erotismo con la pornografía ignoran aspectos fundamentales de la dignidad y la completitud del ser humano.
Sabedores de esto, los más grandes poetas de todos los tiempos nos han legado textos de singular belleza. Y textos donde se nos dice, con suma elegancia y con una impagable elocuencia y belleza exentas de cualquier tipo de “sombra degradante”.
El texto que ahora proponemos se titula “Unidad en ella”, pertenece a Vicente Aleixandre (1898 – 1984) y en esta ocasión lo tomo del libro “Canción de Canciones”, que trata de recoger los mejores poemas de amor de la lengua castellana, según se lee en la portada de la edición en Anaya & Mario Muchnik. Los poemas fueron seleccionados por Rafael Alberti y María Asunción Mateo. La edición que manejo es del 10 de mayo de 1995.
“Unidad en ella”
Cuerpo feliz que fluyen entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.
Tu forma extensa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Ese beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unida de este mundo.
En entradas sucesivas, ahondaremos en la idea antes esbozada: el amor, el erotismo, la mística desde determinado enfoque, y el mismo pálpito vital desde donde nace la raíz del deseo, son en su naturaleza más íntima absolutamente puros, y sólo una visión miope y sin el debido enfoque es lo que puede aislarlos a unos de otros y sumir a algunos en hediondos pozos o tratar de llevarlos a ámbitos de locura. Trataremos de razonarlo todo eso.
Precioso poema que ilustra a la perfección lo que nos quieres comunicar: clara imagen del lugar que ocupa el deseo dentro del amor al que no le quita un ápice de virtud, más bien al contrario, le ayuda a conseguir la plenitud en ese estado de enamoramiento.
En este poema no sólo se palpa el deseo sino también el amor en su más pura esencia: no hay mayor demostración de amor que la entrega total en el otro, dispuesto a la pérdida de su propia esencia y hasta de su propia vida.
Cada nuevo post nos da un espacio de reflexión muy necesario como alimento del espíritu. Un placer.