Propongo una doble lectura del poema de Luis Cernuda que se titula “Lamento y Esperanza” : primero, como texto poético; luego, como texto onírico, como “sueño”, siguiendo así lo que el propio poeta empieza diciendo : “Soñábamos algunos cuando niños /…/ con la revolución.” Se trata de un tipo de sueño tan especial como común: el que se tiene no dormidos, sino despiertos, (“bajo la lámpara, ante las estampas de un libro…”), en el centro de un “estar especial” : despiertos, pero “caídos en una hora de ocio solitario.” El texto completo del poema está en una anterior entrada del blog, que titulábamos “Raíz de la palabra”.
Luego, hecho esto, -: la doble lectura quiero decir-, aplicaremos la imaginación a dos momentos, incluso a tres : el del recuerdo que late en el poema, el de la “actualidad” que le envuelve, que es la guerra y la visión desconsoladora de una España que se desangra, y el momento “ahora”, el nuestro de hoy, leyendo el texto y preguntándonos si hay algo en él que pueda resonar la situación histórica española de esta primera década del siglo XXI.
Eso es un ejercicio de abordaje de un texto nunca inútil, por muy subjetivo que pueda llegar a parecer. Propongo entonces leer, primero, el texto en su tiempo; luego, leerlo desde su momento recordado por el poeta; y finalmente, leerlo en el ahora, en nuestro tiempo. En cierto modo haríamos una “lectura por o desde varios tiempos”. Parece una paradoja, pero la paradoja suele ser algo fértil, conque ¿por qué ésta no? Tal vez así podamos acceder a un modo de “lección del tiempo”.
Si se me preguntara ahora qué quiere decir la expresión “lección del tiempo”, esto diría: mirando con los ojos de la mente y la memoria interior de cuanto se vive y oye, y de cuanto se vivencia y lee, se puede aprender algo antes no sabido. La lección del tiempo es ese aprendizaje, y es constante en todos los seres vivos, sólo que nosotros la podemos hacer, además de constante, consciente.
Nosotros, esto es, los seres humanos, los más “temporales” de todos los seres vivos, quizás los únicos realmente “temporales”. Pero lo dicho : sólo quizás, pues ignoramos qué puedan sentir al respecto otros animales, en especial aquellos que viven en comunidades o grupos más o menos grandes y donde están vigentes unos ciertos roles para los más jóvenes y los menos jóvenes, lo que indicaría una cierta percepción del tiempo.
Parte de esas lecturas del texto de Cernuda ya está prácticamente hecha. Quiero decir que hay material suficiente para enfocar parte de esas lecturas: “Historial de un libro”. (La Realidad y el Deseo). 1958.
Es un escrito del poeta sobre su obra poética, como el propio título ya indica. Junto con la anotación de la fecha, que ahora no es importante, con “Historial…” se puede uno orientar lo suficiente para dar un cierto marco contextual a los poemas de “La Realidad y el Deseo”. Sería un marco de tipo personal, y también en relación con el momento histórico de la gestación misma de los textos poéticos. En la edición de la Obra en Prosa Completa de Barral Editores (Barcelona, 1975), entre las páginas 898 y 939 encontramos lo que se acaba de citar. Nos dice, por ejemplo, el por qué de algunos de los títulos de sus libros de poemas, como “Donde habite el olvido”:
“La lectura de Bécquer o, mejor, la re-lectura del mismo (el título de la colección es un verso de la Rima LXVI) me orientó hacia una nueva visión y expresión poéticas, …”, nos dice Cernuda en la página 914 de la edición antes citada de Barral S. A. Y ésta es la Rima de G. A. Bécquer a que se refiere Luis Cernuda, de la que entresacamos sus últimos versos, donde está el que elige el poeta del 27 para título de uno de sus poemarios:
/…/
“En donde esté una piedra solitaria,
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.”
Esos son los modos como se van fraguando los versos, una y otra vez: caminando el poeta entre las cosas que ocurren “fuere de él” y las que ocurren “adentro”, dirigiendo uno su destino hasta darse uno cuenta de que más que dirigir, una invisible mano nos dirige, o un poder que ignoramos va poniendo ante nosotros opciones, y nuestra tarea no es otra que elegir entre uno u otro lado del camino, pero sin salirnos de él, pues eso sería salirse de la propia vida. En textos próximos, en días venideros, iremos dando cuenta de estos pasos y de otros, no menos curiosos y que invitan a la reflexión.
Me gustaría pensar que sí, que pudiéramos elegir nuestro destino guiados por nuestros sueños: “El hombre es un nube de la que el sueño es viento/ ¿Quién podrá al pensamiento separarlo del sueño?” y no la otra idea que apuntas de que el hombre sólo es dueño de elegir entre escasas opciones que nos van guiando en el sendero de la vida, como si de alguna manera estuviésemos predestinados y sin posibilidad de cambio.
En cuanto a lo que comentas de la resonancia de este poema en la actual década, te diría que efectivamente a mi me la recuerda en la estrofa: “Un continente de mercaderes e histriones…”
Saludos y un placer, como siempre.
¡Pleno! Algo de nuestros sueños sí que puede hacerse realidad, peor nunca todo, y nunca del todo a como lo intuíamos: hay un componente misterioso en todo lo del destino y demás, y es dudoso que podamos «elegir» en términos absolutos. La libertad de acción es relativa, y a veces, no es, no se nos da. Lo único que está en nuestras manos es qué actitud tomar ante los hechos que se nos imponen desde instancias que no podemos saber cómo funcionan.
Eso suena a resignación…
Pues no es resignación. Al menos, no me lo parece. Observa lo que dice el propio poeta:
«La marcha de los sucesos me hizo ver poco a poco que no había allí posibilidad de vida para aquella España /…/. … todavía me parecía que, trabajando en lo que siempre fuera mi trabajo, la poesía, estaba al menos al lado de mi tierra y en mi tierra.»
Y dirá luego el poeta que es la lengua, el idioma, su patria más profunda.
Una cosa es la resignación, y otra el reconocimiento realista de los avatares que en el transcurso de la vida se nos imponen. O eso creo.