1)
En un intento por lograr una explicación racional, -y también razonada-, de lo que los sentidos nos ponen ante la percepción que el propio cerebro organiza, y de lo que la mente y esa “intra-historia ética” que, inevitablemente, (como ya bien expresó Emmanuel Kant), nos habita y mueve desde adentro, tanto la Filosofía como la Ciencia, acuden a modos de lenguajes que nos hagan el mundo exterior a nosotros más cómodo por más re-conocido, y al mundo interior más cercano por más y mejor avecindado con uno mismo. El hombre quisiera vivir en un Edén, y tal vez por eso conserva, a veces muy vívido en “su saber mítico”, el eco de algo que podríamos llamar “Edad de Oro”, Paraíso”, o Edén. ¿Somos criaturas expulsadas de dónde y por qué? Lo diga el Mito.
“Acudir a modos de lenguaje”, he escrito ahí arriba. Me explico: ni las fórmulas matemáticas por perfectas y hasta poéticas que sean, ni por válidas para aplicarlas a una Ciencia Física del mundo, visible o no visible, macro o micro-cósmico, ni tampoco los argumentos que podamos elaborar con nuestro Lenguaje, desde nuestras respectivas lenguas de cultura, nada de eso nos da respuesta definitiva a lo que en el fondo quisiéramos saber: por qué se nace, por qué se muere. O para qué sirve vivir. “La única cosa que puede conmover al alma humana en sus mismas raíces es el amor o el arte”, es decir, o un estado de consciencia alterada, que llamamos “amor”, o los productos de esos estados de consciencias alteradas, que llamamos “arte”. Hablo ahora de amor no en el sentido estricto de Eros, que también, sino en el mucho más amplio que incluiría los términos griegos de philéo, agapáo, y otros más que en esa lengua no están en la misma órbita: lo que siente un místico, por más que muchos hayan querido asimilarlo a un erotáo, incluso desaforado, nada tiene que ver con lo que se interpreta a veces, a mi juicio de manera gratuita y errónea, en la imagen de Santa Teresa del escultor del Barroco Bernini, que se encuentra en la iglesia de Santa María della Vittoria de Roma.
El éxtasis no es amor, sino una estado límite del “sentir muy enajenadamente enamorado”. Lo mismo que un orgasmo no es amor, sino un estado límite del “sentir muy centradamente sexualizado”. Quienes han afirmado en alguna ocasión que la Santa Teresa de Bernini está expresando una forma orgásmica de su ser, sólo que sublimada, no saben callar ante lo que la Mística es: Allí donde el propio Ludwig Wittgenstein afirmó que “De lo que no se puede hablar hay que callar” (: “punto” 7, y último de su “Tractatus”), muchos aún pregonan…, ¿qué? Y poco antes había dejado escrito el mismo autor, L. W. (: “punto” 6.522) que “Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico.”
Más allá de eso, ¿qué encontramos? : O la Mística, o un desgarrador Nihilismo que en nada nos consuela. Y curiosamente, ambas cosas, la Mística y el Nihilismo, reniegan, de un modo o de otro, de la vida: la verdadera vida, el místico la intuye al otro lado de esta vida; y el nihilista la sitúa en el seno de una nada a la que, si lograra uno asomarse, sólo vería absurdos páramos resecos. En un intento por alcanzar explicaciones “razonablemente razonadas” de lo que nos pasa “a este lado del espejo”, indagamos en las palabras o buscamos en el Sueño. No el que anonada, sino el que ilumina. Quien indaga en el lenguaje halla consuelo, y quien aprende a soñar, vislumbra horizontes iluminados. A veces parece como si los seres humanos estuviéramos llamados a pertenecer a otro u otros mundos. ¿Es por eso que hacemos arte? ¿Es por eso que en el amor buscamos una forma de “implemento” que llene de sentido ese pequeño verbo enajenado que solemos ser tantas veces? No lo sé.
He usado antes plurales impersonales: “hacemos arte”, por ejemplo. No quiero decir ni que lo hagan todos y cada uno de ustedes, (tampoco que no lo hagan: eso escapa a mi posible saber), ni mucho menos que lo gana yo mismo, que eso ya sí que sé que no. (¡Ojalá pudiera hacer alguna vez algo que se pudiera llamar “arte”!) Bien: pues esos plurales impersonales, que desde otras perspectivas otros llaman “de modestia”, son escapes que nos proporciona el mismo lenguaje y a los que acudimos una vez y otra: Es nuestra manera de aunarnos en una común pertenencia al grupo, a la tribu, al “pagus” aquel de que hablaban los latinos, (pagus: ¿de donde “paganos”?), a la especie.
Somos animales gregarios a la vez que “lógicos”, es decir, dotados de “Lógos”, que en griego dice tanto “razón” como “palabra”. Anthropos estí zoon exon lógon: “El hombre es un animal que posee Lógos”. Eso dejó asentado Aristóteles. Y por eso, porque somos grey que habla y al hablar razona, nos tratamos de ceñir al Lógos con tanta fuerza como nos ceñimos al sexo cuando la especie, como dijera el Arcipreste de Hita, siente en sí que necesita “ayuntamiento con fembra placentera”, una vez que ha dejado resuelto el problemático ( a veces lo es) “haber mantenimiento”. O al mismo tiempo que. Y también el autor del Libro del Buen Amor se apoyó en Aristóteles, allá por el siglo XIV, para afirmarse en eso que decía: por dos cosas trabaja el hombre, la una es el haber mantenimiento, e la otra haber juntamiento con fembra placentera. Pero mejor ponerlo en sus propias palabras:
“Como dize Aristótiles, cosa es verdadera:
el mundo por dos cosas trabaja: la primera
por aver mantenençia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.”
Es la estrofa 71ª del “Libro de Buen Amor”. Y en ella habla conjuntamente del hombre y de los otros animales :
AQUI DIZE DE CÓMO SEGUND NATURA LOS OMES E LAS OTRAS ANIMALIAS QUIEREN CONPAÑÍA CON FENBRAS.
Con estas palabras continúa una bella imagen que había dicho en la anterior copla o estrofa, la 70ª: aquella en la que compara a su libro, y en general a los libros, con los instrumentos musicales:
“De todos estrumentos yo, libro, só pariente:
bien o mal, qual puntares, tal dirá çiertamente;
qual tu dezir quesieres, y faz punto e tente:
ssy puntarme sopieres, sienpre me avrás en miente.”
Pero se nos queda algo en el tintero: el Sueño. No es hasta la llegada del Romanticismo del siglo XIX cuando se produce una re-valoración de los estados oníricos. Tanto, que pasado algún tiempo, justo en el inicio del siglo XX, aparece la obra de Sigmundo Freud sobre “La Interpretación de los Sueños”.
¡Habían estado desatendidos durante caso 18 siglos!
Como sabemos, la Grecia Clásica valoró en mucho los sueños, y los utilizó como métodos curativos de determinadas dolencias, sobre todo mentales. Había templos dedicados a ese menester, y era Asclepios o Esculapio el dios o divinidad encargado de velar por ese arte, que es hoy, por cierto, algo en manos de la ciencia médica que se ocupa de la mente: la Psiquiatría, y buena parte de la Psicología. El libro del mismo título que el que publicara en 1900 el médico Sigmund Freud, en cierto modo, tocaba un tema abordado ya en el siglo II por el griego Artemidoro de Daldis (o de Éfeso: él solía poner que era de Daldis en honor a la patria chica de su madre), y “La Interpretación de los Sueños” de Artemidoro es el último gran libro sobre el tema de la época antigua.
Pero no voy a repetir cosas que ya se han tratado y dicho en estas entradas o textos para el blog, sino que de ellas arrancaremos para ahondar más en las ya dichas. En la medida de nuestras posibilidades, como es lógico, y siempre que nos sea posible aportando las fuentes que utilizamos. Con esta advertencia: cuando no citemos fuente alguna, será sencillamente porque estamos argumentando o diciendo algo desde nuestro propio entender: que ya es cosa de todos sabida que en el interior de todo ser humano yace un hondo y muy rico saber, aun cuando no se sea consciente de ello sino nada más que en contadas ocasiones, o luego de esfuerzos deliberados por “ver adentro de uno, entre las nieblas, rayos de luz”.
y 2)
La cuestión que queríamos plantear ahora es: ¿hay algún modo de contradicción entre el Lógos y el Sueño?
Nuestra respuesta inmediata es simple: No la hay. Es más: creemos que se complementan. Ni más ni menos que como se complementan entre sí el Arte y el Amor, la euforia creativa y la euforia amorosa: ambas, son estados alterados de consciencia que se producen en la propia mente, y sin intervención de ningún tipo de sustancia que pueda usarse como “motor del estado de alteración”. Y hay más: otros tipos de estados alterados de consciencia podrían asimilarse a la locura, o a determinados modos de locura; pero el tipo que se da en el caso del arte y en el caso del arrebato amoroso, nada tienen que ver con la locura. En el sentido del término “locura”, ahora, de “insania mental”.
Cuando la Humanidad ha llegado a comprender, (o a intuir al menos), esto que digo, no sólo ha comenzado a esforzarse por liberar al amor de trabas sociales absurdas, por un lado, y a dar un tipo de consideración de los diversos artistas, pintores o escritores, actores o músicos, escultores o grandes arquitectos…, sino que incluso forma ya parte de estudios sociológicos serios la consideración de esos estados de la consciencia de los seres humanos.
Quizá sea el momento de puntualizar algo: cuando decimos “amor” no pensamos sólo en el amor que necesariamente conlleva sexo, sino que hacemos un uso de la palabra, del concepto mismo de amor, muy amplio. Tan amplio como formas de expresión le sean posibles. Y ahí, rectificamos al Arcipreste de Hita: no negamos lo que afirma, sino que lo consideramos corto de miras: en el mundo la gente se mueve por algo más que por el sexo (juntamiento con fenbra plazentera) o la comida (aver mantenençia). Pero esto es otra historia.
Y vayamos ahora al Sueño.
En el libro que se citó ya en pasadas ocasiones, “El Camino de los Sueños”, en pág. 29 se lee:
Tres
LA ESTRUCTURA DE LOS SUEÑOS
“Una niña de 6 años soñó que estaba con su abuela. En el sueño dijo: “Abuelita. ¡puedo hacerme desaparecer!”
“Tonterías, niña”, replicó la abuela. “Nadie puede hacerlo”.
En ese momento, la niña despertó, se sentó en la cama, miró a su alrededor, y volvió a dormirse.
Como a veces sucede, retomó el mismo sueño- Ahora la abuela la miró y dijo: “¡Dios mío!, ¿cómo hiciste eso, niña?”
Hay “algo inquietante”: si ambas estaban en un mismo sueño y al despertar la nieta desaparece del sueño de la abuela, que sigue dormida, entonces la hipótesis que hemos sostenido alguna vez de que existe un » cuerpo onírico » que actúa o puede actuar en determinados sueños, se refuerza.
Y la idea que tenía Bécquer de que algo de nosotros, (el espíritu, tal vez; ya repondremos el poema de Bécquer), vaga libre por los espacios en los sueños, se refuerza.
Y la explicación de lo que ha ocurrido es que el tiempo en que la nieta ha estado despierta «ha desaparecido ( su cuerpo onírico se ha salido del sueño ) del sueño de la abuela», y al volver a dormirse y retomar el mismo sueño, la abuela la vuelto a ver aparecer: de ahí su exclamación de «¡Dios mío!, ¿cómo hiciste eso, niña?”
“Algo inquietante”, hemos escrito: a veces, cuando una intuición, que uno ha venido teniendo desde un determinado momento o desde una experiencia dada muchos años atrás ocurrida, se cumple en el mundo real de la vigilia, ( : que no es el mundo real de los sueños), la inquietud nace de este escondido rincón: ¿y si otras intuiciones que tenemos, y ya no son tan gratas en definitiva como la narrada, también fueran ciertas?
Me sorprende la osadía de ciertas ramas del ámbito científico. Por ejemplo: los cosmólogos reconocen que sólo conocemos, (esto es, conocen ellos), un 4% de la materia total del Cosmos, (del conocido, aclaremos: también se desconoce hasta dónde llega el Pluri-verso…), y al mismo tiempo, desde ese minúsculo 4% ¡formulan hipótesis que tratan de dar cuenta y razón de todo el Cosmos!
Y me asalta la duda, o tal vez sería mejor decir la sospecha: es posible que admitiendo una analogía o un modo de “simetría cerebro humano-cosmos”, sólo conozcamos en realidad un 4% del cerebro propio nuestro. ¡Y elaboramos teorías que quieren dar cuenta y razón de la totalidad! Cierto: en el caso del cerebro, tan cerca como lo tenemos, y de tan afinadamente como se va estudiando, se es más cauto. Pero ser más cauto en el seno de una increíble osadía no es como para tocar palmas.
Nos quedan muchas, muchas cosas por añadir a estas cosas que vamos diciendo, porque siempre nos falta tiempo y espacio. Pero calma: tenemos todo el tiempo del mundo, y nada nos cansará de ir indagando, a la par que vamos conectando con los lectores, sobre esas cosas que en este espacio se indagan. Gracias a todos. Seguiremos en estos temas, y en los que ya conocen que solemos tratar.
Sr.Laza como siempre muy interesante y esperano su proximo articulo
Gracias, Dama Blanca, gracias. Yo espero poder pulir algunas erratas que se me escapan por las prisas. Le agradezco mucho sus comentarios y entradas en este espacio.
Saludos
Da gusto leer textos interesantes abordados con tanta lucidez. Gracias
Gracias, María Luisa, muchas gracias. La lucidez más creo que viene de los autores que manejo, que no de mí mismo, que tengo que mejorar y cuidar no se me escapen erratas.