Estrellas y Espadas

15 Jul

1)

Estrellas fugaces

La relación onírica que podemos encontrar entre la estrella y la espada estaría en sus respectivos valores simbólicos, en ambos casos relacionados con un alto espíritu, una  visión elevada de las cosas, y la búsqueda de la perfección interior y de la justicia. Trataré de razonar en lo que sigue algunas de estas afirmaciones, y lo haré basándome en sueños: no míos, ni de persona alguna que yo haya conocido en vida, sino de uno de los mayores poetas del pasado siglo XX que tenemos en lengua castellana. Hablo de Juan Eduardo Cirlot, cuya obra sigue siendo, en gran parte, desconocida por el gran público. O por eso que llaman “el gran público”, sería más exacto decir.

Aún no entiendo que la figura y la obra de JEC no figure en los manuales de los estudiantes de Bachillerato que se propongan cursar estudios humanísticos. Pero esto no me extraña ya demasiado: la situación del sistema educativo en nuestro país a veces da la impresión de reflejar el triunfo de toda una larga cadena de esfuerzos, que nos viene de muy lejos, para “poner en fila y bien uniformados” a todos y cada uno de los que pasen por las aulas, desde las de Primarias hasta las de Facultades. Por suerte, aún quedan buenos maestros, grandes investigadores, y excelentes estudiantes: ojalá nunca los perdamos.

Y ahora, volvamos al tema que nos tiene como atrapados, -felizmente atrapados-, en una especie de “limbo consciente”. Por contradictorio que parezca, los “limbos conscientes”, existen: son aquellos en los que uno encuentra, a la vez que una tarea grata de llevar adelante, un cierto modo de escapar de determinadas realidades del día a día que, sin más remedio, debemos asumir y llevar adelante, sacarlas a flote, conducirlas a sus debidos estados, y ello además de por razones de vida por principios mismos de justicia. Me refiero ahora a la noción de justicia que cada ser lleva como impresa en su fuero íntimo. No hablo de la de los tribunales con jueces y fiscales, con abogados y testimonios.

2)

El problema de la consciencia está unido al de la aparición del «yo» en cada individuo. Entre los románticos alemanes Jean Paul lo describe de una forma luminosa y nítida. Y Novalis no se aleja mucho de J. Paul cuando relata el sueño con que inicia una de sus novelas. Por otra parte el atolladero en que parece estar la ciencia actual en torno a la cuestión de la conciencia es notable. En el libro Harriet Swain, “Las grandes preguntas de la ciencia”, (pág. 62 y ss.), se expone con claridad la cuestión.

La actual división entre los diferentes estudiosos del tema no se debe sólo a que cada uno lo aborde desde campos de investigación distintos o desde saberes científicos diferentes. Se debe más bien, y esto es sólo opinión personal, a que en el fondo actúan condicionados a veces por ciertos «a priori» de los que no estoy seguro que sean conscientes en todo momento. O si lo son, los asumen como necesarios.

No sería difícil poner ejemplos, pero nuestro objetivo ahora no es tal cosa, ni podría serlo: desmontar una hipótesis por el simple hecho de ver en ella los resquicios débiles no nos llevaría a lugar alguno si no somos capaces de sustituir la tesis o hipótesis desmontada por, al menos, «un campo de trabajo válido y con perspectivas de éxito». ¿Podemos hacer eso nosotros ahora? No: necesitamos tiempo y perspectivas, las que a su vez requieren, también, más tiempo. Entonces, pues, nos limitamos a la exposición de los diversos textos, sin más. Y, como mucho, apuntaremos nuestras ideas al respecto. No en la entrada de hoy, donde casi sólo presentamos los textos o sueños de los dos autores, sino en sucesivas. (Y de paso, insistimos: es clave conocer el “Diccionario de Símbolos” de JEC. Además de la Edición de Siruela, hay otra ya “de bolsillo”, y mucho más barata. Pero  con todo la de Siruela merece la pena).

Hay un texto muy expresivo de Jean Paul, que dice así:

“Una mañana, siendo todavía muy niño, estaba yo en el umbral de la casa y miraba a la izquierda, hacia la lumbre, cuando de pronto me vino del cielo, como un relámpago, esta idea que ya nunca me abandonó: soy un yo. Mi yo se había visto a sí mismo por primera vez y para siempre.”

Un poco antes, en el texto que estoy siguiendo, hay dos breves notas del Diario íntimo, donde se establecen los lazos entre sueños y experiencias vividas, que con frecuencia se solapan en personalidades psicológicas con notable sensibilidad, como es el caso del joven alemán del que ahora estamos citando textos. Leemos lo que sigue:

“El 18 de febrero de 1818, conté en sueños cómo había tenido en mi infancia, por primera vez, la consciencia del yo, en la puerta de mi casa, por la contemplación. Decía: la consciencia viene de golpe.

18 de marzo de 1819. Sueño: en primer término, la historia de aquella noche, en Leipzig, cuando después de una conversación muy seria miré a mi amigo Oerthel; él también me miró y ambos tuvimos miedo de nuestro yo.”

La obra entera de Jean Paul”, -dice Albert Béguin en el capítulo X, “Hesperus”, de su magnífico y extenso ensayo “El Alma Romántica y el Sueño”-, “es un inmenso sueño en que escuchan las harmonías celestes y las súbitas discordancias de los astros desorbitados”. Y añade: “La frontera entre el sueño y la realidad se borra a cada instante.”

(Hesperus es el nombre, para Jean Paul, “de la estrella matutina que se levante sobre la aurora de mi vida”, dice. “…Que se levante” : es decir, está en esa estrella puesta su esperanza futura. Por otro lado, nos movemos aquí de lleno en el ámbito de la Mitología Clásica:

Hesperus es un nombre griego, que en latín equivale a Vesper, y es lo que se llama en inglés the “Evening Star”, o el planeta Venus, por la tarde. Y hay mucho más al respecto, que ahora dejamos estar).

Digamos que las únicas espadas que fueron constantes en la vida de Jean Paul se limitaron a su fuerte espíritu crítico, y a su intenso lirismo, que llegarían a desembocar en crueles conflictos psicológicos, acompañados de una gran ansiedad y de la necesidad constante de certidumbres.

3)

La situación cambia, y no poco, en los sueños de J.E. Cirlot. Aun cuando haya una serie de elementos que permitan conectar aspectos del surrealismo con otros del pleno romanticismo, existen marcadas diferencias en muchos sentidos.

Cirlot conoce de lleno  las simbologías de la espada, de la estrella, de las joyas, de las piedras… Las ha estudiado, es posible que doblemente estudiado: a partir de sus sueños, algunos de ellos nos atrevemos a decir que si no son “nouménicos”, están a un paso de serlo. Veamos primero algunos de sus sueños donde estos dos símbolos, estrellas o similares, y espadas, aparecen:

Sueño 7 .-

“Mato muchos enemigos, peleando siempre con dos espadas, una en cada mano.”

Sueño 79 .-

“Combato a espada con dos guerreros romanos. Yo uso una extraña espada en forma de tridente.”

El que sería su sueño 85, que en la edición de “En la Llama” aparece con el título de  “Sueños recientes (1951 – 1956)”, pero sin numerar, se lee:

“Me entregan un estuche de cristal con una constelación dentro. Las estrellas son diamantes y están unidas entre sí por alambres de luz fosforescente. Al agitar el estuche, la constelación va cambiando de aspecto:”

Sueño 33 .

“Estaba en una plaza, a medianoche, y esa plaza tenía unas dimensiones indescriptibles. En su centro se alzaba una fuente reseca, dura, resplandeciente. Entonces, de las alturas caía una estrella fugaz que, en lugar de desaparecer destruida, caía rebotando en el suelo. Yo perseguía el encendido objeto y lo tomaba en mis dedos.”

Para ver de entrarse más en la comprensión de los sueños de JEC es necesario acudir ante todo a su propio “Diccionario de Símbolos”. En él, por ejemplo, los significados simbólicos que tienen las piedras preciosas, las joyas, el tridente, la espada..., etc., son de capital importancia. Y luego se hace preciso acudir ya a sus poemas, en especial aquellos donde estos símbolos que estamos considerando aparezcan. ( De paso: comparen la actitud de Gilgamés y la estrella que le cae del cielo, con la de JEC y la estrella fugaz que él logra tomar, aun candente, entre sus dedos).

Esta tarea no es para este texto, no es para ahora. Por lo pronto debemos dejar antes ciertas cosas claras. Por ejemplo: el hombre romántico tiende a identificar su yo con el símbolo, a fundirse con él. Lo hemos visto en Jean Paul.

En cambio, un siglo después, el poeta que ha pertenecido, (y también lo ha trascendido, en nuestra opinión), al surrealismo, que ha publicado en Dau al set, y convivido con los miembros de esa revista y de ese movimiento de los años inmediatos a la posguerra española, es ya capaz de realizar una doble tarea: por una lado, convierte los símbolos en objeto de estudio personal, los “hace cosas vivas concretas”; y por otro, los asume e integra en su propia cosmovisión integral del universo, vívido, poético, onírico, libresco también que es el suyo. Los vivencia con toda su integridad. Esto, obviamente, deberemos explicarlo con mayor detenimiento. Por eso decíamos que es ya tarea de un texto posterior. O de varios: el interés que tales cosas tienen pueden justificar el espacio que se les dedique.

El abismo intelectual y vital que hay entre el hombre de las primeras décadas del XIX y el de los años que van desde las fechas que se marcan en su Poesía de “En la Llama” (1943 – 1959), es considerable: Valga esto para matizar debidamente lo que antes decíamos de las conexiones (que existen, a nuestro parecer, pero que deben ser depuradas y matizadas) entre el romanticismo y el surrealismo.

2 respuestas a «Estrellas y Espadas»

  1. Como siempre genial en su argumentación. Cuando termine el libro recomendado,espero poder entender mejor toda la simbologia a la cual se refiere.Un abrazo

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