En una estela, lápida o piedra aplanada para poder en ella grabar letras, figuras, palabras, se halla el sueño más antiguo que haya sido escrito por la mano del hombre con signos que quieren significar sonidos. Es el llamado “Sueño de Gilgamesh”, un monarca de la antigua Sumeria. Es de hace unos 4600 años.
El sueño forma parte de la Epopeya de Gilgamesh. Si no estuviera escrito con signos, si no nos hubiera llegado grabado sobre una estela con signos de una lengua muy antigua, no sería el sueño más antiguo que haya sido escrito por esta humanidad: como ya se ha señalado en otras ocasiones, y de acuerdo ahí con opiniones de expertos en la materia, algunas, no pocas de las pinturas rupestres de cavernas y abrigos, serían mucho más antiguas. Es posible que lleguen a descubrirse otras estelas con sueños grabados en ellas: en esto de las fechas la ciencia rectifica bastante, a medida que se van descubriendo nuevas cosas. Con sueños, o con otro tipo de historias.
Pero hoy por hoy, la estrella que el rey casi mítico de Uruk, Gilgamesh, siente en su sueño caer sobre él desde el cielo, es el tema central del sueño más antiguo que se haya escrito en el mundo. Estelas y estrellas : en realidad, y hasta donde la Lingüística lo autoriza, son la misma palabra, pues el latín “stella” es madre del castellano-español “estrella”. Y aclaremos lo de “hasta donde la Lingüística lo autoriza” : ha habido teóricos, etimólogos y autoridades que han derivado la palabra castellana, con su hermana portuguesa “esteira”, y otras, del italiano “stella”, derivada directa del latín.
Pero Joan Corominas, en su magnífico Diccionario Crítico Etimológico, da las razones suficientes para aceptar sus propuestas y derivar el vocablo “estela” de unos términos latinos diferentes : “aestuaria”, plural de “aestuarium”, por un lado. De ahí, por ejemplo, el término “estuario”, como el del río Tajo, en cuyas márgenes se asienta Lisboa. Y por otro lado, hay otra palabra “estela” que, por su significado y por la realidad misma de las cosas físicas a las que hace referencia, no debemos confundir con las antes tratadas “estelas”. En la “Estela de Gilgamesh” es ese otro sentido de la palabra el que buscamos, y en el Diccionario de la Real Academia, (que sigue en eso ya a J. Corominas), encontramos la explicación:
Hay, pues, en castellano tres términos “estela” : uno, el que procede del latín “aestuaria” y da “estela” y “estuario”; otro, el que viene del latín “stella”, que da estrella; y el tercero es el que procede de un término latino también, stela, (con una sola /l/, y que debe de ser primo hermano del vocablo griego “stéle”), y que significa “monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida”. Esta tercera forma es la que nos atañe. Las otras, aunque por esos caminos que tienen las lenguas han llegado a coincidir hoy en su forma, vienen de otros orígenes. Y es que la etimología andaría cojeando un día sí y al siguiente también si no tuviera en cuenta los datos de la semántica, pues las palabras son inseparables de las cosas a las que designan. Volvamos ahora al sueño del mítico héroe y rey Gilgamesh, después de ver algo sobre el asunto que nos dejará más claro lo que significa ese sueño y de paso podremos pararnos a pensar qué poco cambian algunas cosas en la psique humana con el paso de los siglos. Es como si estuviéramos naciendo y viviendo una y otra y otra vez. Quién sabe…
Contiene un elemento de tipo mítico, y onírico también, que es de gran interés y altamente simbólico. Se trata de la caída de una estrella desde el cielo, algo cuyo valor y sentido plenos se conserva en la “consciencia onírica” de los seres humanos, ese tipo de consciencia que otros llaman “inconsciente”, como por ejemplo hace C. G. Jung, seguido en ello por una de sus principales discípulas, de quien ya se hizo mención en un texto anterior a este. Me refiero a la doctora Marie-Louise von Franz, de quien vamos a citar algunos fragmentos de sus conversaciones con Fraser Boa, reproducidos en el libro “El Camino de los Sueños”:
“El reino de las estrellas siempre se consideró un reino de seres divinos y eternos. Por eso, en varias partes del mundo existe una tradición folklórica según la cual la aparición de una estrella fugaz corresponde al momento en que el alma baja a la Tierra y nace un niño. En China y en el antiguo Imperio Romano, cuando moría una persona importante, los astrólogos buscaban una nueva estrella en el cielo, creyendo que el alma del moribundo regresaría al cielo y se volvería a convertir en una estrella.
Además, en el ritual funerario egipcio, la plegaria dice: “Dejad que me convierta en una de las estrellas sin ocaso que giran alrededor del Polo Norte.”
También en Egipto la parte espiritual e inmortal de la psique era representada por la “Ba”, que nacía como pájaro o estrella.” (En pág. 47 de la obra citada).
Y a continuación se refiere escuetamente lo que una mujer, de quien no se dice el nombre, ha soñado:
“Este es uno de esos raros sueños en que una autoritaria voz masculina me decía con mucha claridad lo que yo debía hacer. La voz decía: “Esta es tu estrella-guía”.
Y ya en la página siguiente, el sueño grabado en una estela de piedra más antiguo del mundo, y que pertenece a la Epopeya de Gilgamesh:
(Sueño de Gilgamésh):
“En medio de la noche, yo caminaba orgulloso entre mi pueblo. El cielo estaba lleno de estrellas. Repentinamente, una de las estrellas del dios celestial Anu cayó sobre mí. Traté de levantarla, pero era demasiado pesada. Todo Uruk se reunió alrededor de la estrella y el pueblo besaba sus pies.”
Y comenta la entrevistada, la Doctora Von Franz:
“Hasta que la estrella cayó sobre él, Gilgamés se consideraba a sí mismo un gran hombre. Era un rey, un héroe, la fortaleza de su pueblo. Pero ahora debe percibir que eso no es gran cosa: Lo que el pueblo adora es la estrella de piedra, ese algo mayor que hay en él, y no en su poder colectivo. En el sueño, el pueblo besa los pies de la estrella, no los de Gilgamés. /… / Por lo tanto, el sueño contiene una pequeña lección para Gilgamés : “No te apropies de los honores y alabanzas que el pueblo te rinde. Lo que adoran es la estrella sobre ti. Debes convertirte en un individuo único. Eso es lo venerado en ti, no tu persona. Y ése será tu fardo más pesado”. De ahí en adelante en la epopeya, Gilgamés se convierte en siervo de su misión heroica y única, la búsqueda de la propia inmortalidad.”
Hasta aquí, la parte de “Estelas, Estrellas” que hoy ofrecemos al lector. En próxima entrada, esta historia de piedras, estrellas, luces que caen del cielo y sueños, se completará. Pero ahora no queremos alargar en demasía este texto.
En nuestro País han aparacido estelas (más bien grandes trozos de pizarra) con grabados. En la mayoría hay dibujos esquemáticos y las representaciones suelen ser la de unos guerreros armados con lanzas y escudo. Algunos entendidos atribuyen estas piezas a los Iberos, ya sabe, esos que ocupaban el solar hasta que llegaron los romanos. A partir de ahí este pueblo desapareció, creyendo la mayoría de estudiosos que fue debido a su integración con el invasor romano, teoría que está por demostrar.
Hola Rafael. Gracias por entrar al blog. Es cierto lo que dices, y por si te interesa, no está de más que te cite un libro, editado por la Fundación Tartesos, en 1996, cuyo autor creo recordar es J. Alonso García, y se titula su obra «Desciframiento de la lengua ibérico y tartésica», ( o quizá sea: ibérico-tartésica, lo más probable); lo leí hacia el año 1998, aunque ya lo conocía de antes: más que nada por ver de aislarme un poco del mundo, pues ese año, en 1998, falleció mi único hermano varón, Francisco Javier, profesor de la UMA, a quienes recordarán personas como Rosario Camacho, Teresa Sauret, Enrique Baena, Antonio Garrido Moraga y otros. Javier es cuatro años más joven que yo. Su ilusión era cumplir el siglo, o sea, 50 años. Bien. Pues tras de una larga enfermedad muy penosa (esclerósis múltiple aguda) falleció en 1998, ¡ a 49 días de cumplir 50 años !
(¡Manda huevos, joder!).
El libro de que te hablo está muy bien editado, y es de curiosa lectura. Disculpa esa salida del tema: me llega a fondo.
Gracias.
Me dejas asombrado con tu erudicción, que, además, es un placer. Saludos.
Carlos, tu libro es una gozada. Tú sí que tienes mucho que aportar a esta sociedad. Ha sido un placer contactar contigo. ¡Te debo libro, no lo olvido!
Lo que yo hago tiene menos mérito: al fin y al cabo, el 90 por ciento está en libros.
Un cordial abrazo
El título correcto, Rafael. Que te había antes dado un dato erróneo.
«Desciframiento de la lengua ibérico-tartésica».
Autor.- Jorge Alonso García
Edita.- Fundación Tartesos, s.l. 1996
Gracias a todos.