1)
Encontré, en un libro-anecdotario, “El Universo para curiosos”, de Nancy Hathaway, noticias de un famoso sueño: el “Somnium” de Johannes Kepler, matemático, astrólogo y astrónomo del siglo XVII. Merece la pena dedicar unas palabras a este episodio de nuestra historia cultural. No por el sueño en sí, que más parece una fabulación del fundador de la visión moderna de la Astronomía, -pues sin Kepler es difícil imaginarse el gran logro de Isaac Newton-, sino por la cantidad de elementos que giran en torno a ese supuesto sueño, que recuerda algún episodio de la “Historia de los Heterodoxos Españoles”, de don Marcelino Menéndez y Pelayo, y que sintetizan en gran medida el espíritu de una época: la que va de Galileo a Newton.
Fabulación que le costaría muy cara a la propia madre de Johannes Kepler : vamos a ver procesos por brujería, acusaciones malévolas y carentes de sentido, supersticiones de las que ni los clérigos ni los científicos, en su mayoría, lograban liberarse, y una actitud, en definitiva, de lo que era entonces la mentalidad oficial del “statu quo” de la mayor parte del poder. Se diría que, en buena medida, la mentalidad de los hombres europeos de aquellas épocas sólo se tornaban casi del todo racionales ante eso que hoy llamamos “economía”. (“Casi” : palabra clave).
“Nuestra historia cultural”, he escrito antes. Me refiero a la que compartimos todos los europeos desde la Edad Media, y primer Renacimiento, y también a partir del año de 1492, o para ser más exactos desde algunos años después, cuando ya conquistadas las principales islas del Caribe, con la de Cuba a la cabeza, entre 1519 y 1522, Hernán Cortés impone el dominio hispano en la entonces llamada “La Nueva España”, que es el actual México, y queda adscrito a las posesiones de la Corona de los Austrias y sus sucesores, los Borbones, con quienes se acabarían perdiendo la totalidad de las colonias de Ultramar.
Será cosa de ir creando el ambiente adecuado, y para ello nada mejor, a nuestro parecer, que referir muy brevemente esa historia del doctor Torralba que nos dejó recogida en su entretenida y curiosa obra antes citada, la “Historia de los Heterodoxos Españoles”, M. Menéndez y Pelayo. Desde la narración del “episodio Torralba”, el sueño o puede que simple fabulación de J. Kepler, se nos hará más diáfano, si es que ese tipo de supersticiones deben recibir con justicia tal adjetivo: “diáfano”. Tal vez el lector recuerde que en un texto anterior se hizo mención de la curiosa “aventura nocturna” de Torralba, un médico de la época del Emperador Carlos V, cuyas tropas saquearon Roma con inusitada furia e hicieron prisionero al Papa, que se había refugiado en el castillo de Sant’ Ángelo.
Ocurrió el hecho un 6 de mayo, y el Licenciado y Dr. Eugenio Torralba, natural de Cuenca, dijo, a la mañana siguiente del hecho, haber visto el asalto, la muerte del de Borbón, y las tropelías de las tropas imperiales. No fue creído, pero cuando casi una semana después llegaron las noticias del famoso Saco ( palabra que equivale a Saqueo) de Roma, la Inquisición tomó cartas en el asunto, y Eugenio Torralba acabó confesando que tenía un espíritu “familiar” o amigo, llamado Zequiel, que tenía poderes para llevarlo de noche en vuelos a donde quisiese, y así fue como pudo ver lo de Roma. El episodio fue famoso y se refiere en la parte 2ª del “Quijote”, cuando la aventura de Don Quijote y Sancho en el caballo “Clavileño”.
El tal espíritu Zequiel le había sido “regalado” a Torralba por un fraile dominico, dado a las artes mágicas y ocultas, en señal de gratitud por haber recibido del médico unas curas. En páginas 263 a 265 del volumen 2 del citado libro de don Marcelino Menéndez y Pelayo se refiere la historia completa del Dr. Eugenio Torralba.
3)
Kepler vivió de 1571 a 1630. Formuló tres leyes básicas sobre el movimiento de los planetas. En la primera ley afirma que éstos no giran en círculo en torno al Sol, sino trazando órbitas elípticas. En la segunda ley establece que la velocidad de los planetas no es uniforme, sino que se mueven más deprisa conforme más se acercan al Sol, y más despacio a medida que se alejan. Y la tercera ley fija una relación entre la distancia de los planetas al Sol y el tiempo que tardan en completar sus órbitas. Estas leyes fueron luego básicas para que Newton llegara a formular en sus “Principia Mathematica” publicado en 1687: el mayor libro científico de su tiempo y uno de los logros mayores del conocimiento humano sobre el Universo. La “Ley de la Gravitación Universal” está expresada en una fórmula muy simple, como suele ocurrir con la mayoría de las grandes formulaciones científicas en términos matemáticos.
Pero lo que ahora buscamos es el famoso “Sueño” de J. Kepler. Según él, su madre, que era herbolaria y hacía curas con remedios naturales, conocía a un espíritu al que podía convocar, y con su ayuda, por ejemplo, realizar un viaje a la Luna y verla en todos sus detalles. Tal espíritu es llamado por J. K. “el Demonio de Levania”, que es como llama a la Luna tomando el nombre del hebreo. Afirmaba también Katherine, nombre de la madre de J. Kepler, solía hablar con ese espíritu o daimón sobre asuntos relacionados con el firmamento, del cual sabía muchos secretos. Cuando Kepler escribe en un manuscrito su “experiencia onírica” y lo hace circular, comienzan los procesos contra Katherine, su madre, acusada de brujería. Pasó la mujer varios años en la cárcel, y aunque defendida ante los tribunales por su propio hijo, que tenía grandes e influyentes amigos como el barón Von Volckersdorff, y que era matemático en la corte del Emperador.
Puede que sea interesante para algún lector de este texto saber que el “método” (vamos a llamarlo así) de tomar a la persona a la que algún ser superior, espíritu o dáimon o incluso alguna divinidad, quiere trasladar por los aires y hacerle ver o conocer algo que el resto de la humanidad ignora, suele ser ya casi un tópico: ser tomado por los pelos, o cogido por la cabeza, y trasladado por los aires. También es lugar común en el folklore popular los famosos “vuelos de brujas” sobre escobas. En un caso y en otro se suele interpretar este tipo de “traslación” como algo simbólico, y no se suele entender al pie de la letra. A continuación citamos un fragmento de una obra esotérica escrita en 1861 por Éliphas Lévi, “Los Misterios de la Kabbala”, y publicada en la Editorial Humanitas en 1985, en traducción al castellano de Jorge A. Sánchez.
En página 61 de esa edición se puede leer:
“Sentí como una mano,
no una mano, pero como una mano, es decir una fuerza, una acción.
Que me cogió por la cima de la cabeza.
Es decir, por las inspiraciones más elevadas.
Y el espíritu me elevó entre la tierra y el cielo.
Es decir en el dominio profético de las analogías universales.
Y en la visión de Dios,
Es decir por una gran inspiración.”
Hasta aquí, el texto de E. Lévi en la página 61.
Volvamos a la desdichada madre de J. Kepler, muy brevemente:
De 1615 a 1621 duró la prisión y torturas de Katherine, acusada incluso por personas amigas a quienes ella había ayudado en tiempos, y aunque finalmente fue puesta en libertad, la mujer murió poco después.
Lo que ahora queremos dejar claro, desde nuestro escueto y simple punto de vista, es un par de cosas: la una:
que este tipo de fenómenos, ya sean oníricos o ya sean de otra naturaleza, como por ejemplo los que se producen a base de la ingesta de enteógenos o de otras sustancias que provocan eso que se conoce como “estados alterados de la consciencia”, y que hemos visto ya en casos como el del pintor y escritor belga Henri Michaux, tan notablemente estudiado por Chantal Maillard, o como ya tuvimos ocasión de aludir cuando nos referimos al libro de Dodds sobre los griegos y su duplicidad de espíritu, (:por una parte, apolíneos; y por otra, dionisíacos), y como se testimonia por lo que se sabe sobre los famosos “Misterios de Eleusis”, son todos fenómenos naturales, y la presencia o existencia de daimones o “espíritus familiares” que se dedican a llevar a sus protegidos en una caña por los aires para ver el asalto a una ciudad, o trasladarlos a la Luna para que la conozcan a su entero gusto, es algo que no debemos tomar en absoluto “ad pedem litterae” : los fenómenos mentales de carácter esotéricos, que existen y que son objeto de estudio por las ciencias en la actualidad, (: en el propio Vaticano existe una Cátedra de Parapsicología), ocurren porque la mente humana tiene en sí esas potencialidades. Llamar “sobrenatural” a lo que ignoramos es ignorar la naturaleza propia de lo que estemos calificando de sobre-natural.
Y la otra:
Que de todas las cosas que el ser humano pueda hacer y de todos los logros que a lo largo de su vida pueda alcanzar, ninguna es tan valiosa como la que se hace, y se vuelve a hacer una, y otra y otra vez, cuando actuamos en empatía con los seres que nos rodean y, si no somos capaces de ayudarles en lo que necesiten de nosotros, por las razones que fueren, al menos sí seamos capaces de no dañarles y de respetar sus modos de ser y costumbres de vida, o sea, su libertad. Y ello, sin juzgarlos.
Nota.-
Sí, ya lo sé: en tanto que la libertad de uno (o unos) no coarte y limite la de los demás, y también en tanto que lo que llamamos libertad no sea en la práctica nada más que un modo de necio libertinaje.
Aquello de “en mi casa yo hago lo que me dé la gana” me recuerda a esa letra de un tango, tan cantado en calles y bares y tabernas décadas atrás, de “la maté porque era mía”. Llegó al cine, bajo la dirección de un guionista y actor, (y también director) francés: Patrice Lecomte. Una de sus últimas películas que conozco se titula “Confidencias muy íntimas”, y es de finales ya del pasado siglo XX.
(Quede en el aire, lector, si esto que decimos de la ciencia suprema de la Empatía y la Libertad es o no es un Sueño, muy, muy viejo, -pero no por eso irrealizable-, de la Humanidad).
¡Cuánta verdad en tus reflexiones! Totalmente de acuerdo en la última. Saludos
Gracias, María Luisa, por manifestar tu opinión. Y por seguir los avatares del blog, ya que pasamos de sueños a palabras y etimologías, y luego a cosas de poesía y otra vez sueños…, avatares del pensamiento. Mil gracias.