El Sueño de Palinuro

5 Jul

El Promontorio o Cabo Palinuro

1.- Nunca había sido un buen nadador, pero un día, sólo el saber nadar y resistir  lo suficiente en el mar, incluso con olas, le permitió alcanzar su meta, que era ser como los Ríos que van a dar la Mar, que es el morir, en la bella metáfora clásica.

De su sueño poco sabremos salvo que lo podemos llamar como “definitivo sueño palinúrico” : en honor al piloto mayor de la flota de Eneas. Su nombre en la Eneida es Palinuro, y murió al caer, habiéndose quedado dormido al timón de la nave capitana, a la mar en calma, donde se ahogó. Lo último que vieron sus ojos fue la madera negra de la popa de la nave, y la leve vela en la sombra.

Hay un cabo que lleva su nombre, a unos 60 quilómetros de Salerno, en la región de Campania. Es un promontorio de gran belleza. Podemos decir que el soñador de quien hablo nunca se imaginó ser Palinuro y que, más nada podría ser, (su sueño, o por  mejor decir, su pesadilla), una especie de salida que la propia vida, y que los mismos atributos que conocemos como libre albedrío y comprensión inteligente de los estados de las cosas, a veces les proponen a algunas personas.

Tal “salida” consistiría en pasar de este mundo al otro, sea cual sea y como sea el otro, dejándose llevar de las aguas marinas. Deliberadamente. Sin rencor alguno hacia nadie, sin miedos ni angustias, sino como quien sale a hacerse un par de largos. Sólo que en lugar de en una piscina olímpica, en el anchuroso mar. Pero más que nada lo que importa de este caso es que esa “especie de salida” se había realizado en el universo onírico, que no es poco: en el sueño perdemos la vida, o casi, pero estamos en la cama al despertar… ¿O acaso uno de nuestros posibles, (tenemos más de uno), “egos oníricos” sí habría ya “muerto”? De acuerdo con Danah Zohar, habría que convenir en que sí, que uno de esos egos oníricos ya halló su destino… Como sabemos, la autora de “El Yo Cuántico” mantiene la hipótesis de que cada persona es, de veras y a la vez, muchas personas, sólo que en universos alternativos. Y sin consciencia en cada uno de ellos de los otros: ni de los otros mundos ni de los otros “yoes”. El mundo es un lugar misterioso.

Muchos podrán llamar, por más que fuera en el ámbito onírico, “suicidio” a tal acto. Yo, no. Yo más bien lo definiría como una “variante imitativa” de lo que hizo Virginia Wolf: cruzar un río con un abrigo bien lleno de piedras y entrarse en él tranquilamente, paso a paso, hasta que sus aguas en breve tiempo llenaron sus pulmones. Se liberaba así la escritora de una determinada angustia, que nadie está, -creo-, capacitado ni para juzgar ni para condenar o elogiar. Y lo hacía de manera elegante, sin estruendos, sin que pudiera acusarse a nadie y sin que a nadie se le pudiera molestar con enojosas investigaciones y preguntas. Y con suerte, si el cuerpo no se halla, no se ocupa nicho alguno, que ya parece que van faltando. Y sin la tan obscena como necesaria autopsia.

Uso la palabra “obscena” más como licencia poética que no como calificativo que sentencie o juzgue. Pero eso ahora poco importa. Atendamos al relato del sueño:

Desperté del sueño sudando. El mismo sudor -creo- que en el sueño me parecía ser ese envolvente líquido salobre que es el agua marina, a esa hora de mi caída de la nave capitana, negra. Las negras aguas del anchuroso mar, o Helesponto, desde los textos de Homero. Todo el cielo estaba cubierto de nubes y casi nada se veía en el sueño, cuando me despierto justo al sentir el golpe de mi cuerpo en la mar. Alcancé a ver la nave entre brumas, alejándose, y sólo se ahogó mi grito, pues que nadie lo escuchó en el sueño”. También me dijo, luego de contarme su sueño, que se había angustiado mucho.

Hallarse en su cama no le supuso sino un muy leve consuelo, me lo aseguró muy serio. Y luego me preguntó: “¿Qué significa soñar que soy Palinuro en el momento de caerse al mar, dormido, y dejar al azar el timón de la nave capitana? ¿Qué significa mi sueño?”

Me levanto a indagar: no sé nada. Miraré en los diccionarios de símbolos. Buscaré, tal vez, en mi interior. Tengo que saber: quiero saber. Trato de recordar, cuando leía yo los textos de la Eneida, qué significaba la persona del piloto mayor de Eneas, y qué sentido tenían las pugnas de los dioses, Neptuno y Venus, en este caso. Pero lo que más me preocupaba, a ratos, era saber determinar si ese sueño podría ser, o no, de los que llaman “premonitorios”. Algunos rasgos me daban casi la certeza de que no había en  absoluto en el sueño premonición onírica alguna. Esta vez, no. Con esos pocos datos intenté tranquilizar al soñador.

Luego, me dije para mí, ya más en orden todo, algo así como: “Llegar a la Nada nadando…, ¡qué arte!” Y casi me salta la risa. Acabé por convencerme de que lo más seguro es que ese sueño había sido una especie de “conjuro positivo” de su mente, arrojando de sí la idea de intentar “la otra orilla” mar adentro. ¿O sería posible que, en una de esas múltiples vidas en paralelo de que habla D. Zohar, sí le hubiera ocurrido lo soñado? No lo sé, ni tengo modo de saberlo, conque lo dejo estar.

2.- Otras veces los sueños son maneras de defensa, modos como la propia psique del soñador resuelve, en la dimensión onírica, problemas o trastornos que en la vida de vigilia no está en su mano solucionar: sólo se le permite apuntar soluciones, como mucho.

El sueño del 20 de marzo de 1955 de Theodor W. Adorno dice así:

“Yo estaba tocando el piano sobre el tablero de una mesa, como de pequeño. Pero había música: recuerdo claramente acordes de Mi bemol mayor muy fuertes, muy plásticos, como los que tanto me gustaría producir. Le dije a G. : “¿Ves? Cuando se está en tan buena forma pianística como yo, da completamente lo mismo si se toca un piano o el tablero de una vieja mesa”.  –  A mediodía, despierto, hablé del sueño con ella. Me hizo ver que parecía una parodia de una de mis teorías: yo habría podido formular sin más tal teoría ante mis alumnos. Me preguntó por qué en sueños me burlaba de mí mismo y, sin pensar, le respondí : como defensa contra la paranoia.

La letra en negrita cursiva final la ponemos nosotros. El texto que se acaba de poner está tomado del libro “Sueños”, de Theodor W. Adorno. Ediciones Akal, 2008. Los sueños en esa edición recogidos van desde la página 7, que empieza con uno en enero de 1934 en Frankfurt, hasta la página 86, con otro tenido en Baden-Baden, el 12 de abril de 1969. La persona con quien habla, que en su texto aparece como G. , es Gretel, con quien había contraído matrimonio ¿en 1937? Dudo en mi memoria, pero creo recordar que su esposa Gretel le sobrevivió, y que Adorno murió un día 6 de agosto del año 1969. Su “Teoría Estética” sigue siendo referente válido, a pesar de todo.

Dado que uno de los aspectos que vamos a abordar a estas entradas a “Palabras, bosques” pretende ser el de los valores diversos de los sueños : terápicos, de auto-defensa (psíquica), como solución de trastornos psicosomáticos diversos, etc., y como son numerosos los casos que pueden encontrarse, no ya entre nuestros contemporáneos, (que los hay, y muchos), sino en la sociedad occidental desde, por lo menos, el primer tercio del siglo XIX, vemos una oportunidad digna de provecho en este tipo de libros.

Son en principio libros no escritos con ánimo de que se publiquen, (al menos, de que se publiquen en vida del propio autor), sino más bien como “diarios personales de auto-ayuda”, si se me permite la manera de calificarlos. O en otros casos seguramente sólo eran apuntes personales para futuros desarrollos creativos. Porque acudiremos, más que nada, a sueños de personas de gran creatividad que hayan tenido para con su tiempo y los venideros la gentileza de dejarnos escritas muchas de las cosas que soñaban : sueños de poetas, sueños de estudiosos. Roberto Graves, por ejemplo.

Naturalmente nuestra tarea será tan sólo la de poner los textos ante el lector, y en las ocasiones que estén a nuestro alcance, comentar algo al respecto de dichos textos, o insinuar alguna reflexión. Pero en todo caso las valoraciones de tipo psiquiátrico y médico que se pudieran suscitar a propósito de los propios textos, e incluso de algún comentario personal, es ya cosa que atañe a los especialistas en la materia, a quienes en ningún caso y bajo ninguna manera de artimaña trataríamos de suplantar. Esto, no tendría ni que decirlo, creo.

Pero hay algo en lo que podría estar de acuerdo algún psiquiatra que practique la Gestalt y aborde el tema de los sueños: vivimos en un estado de cosas, (donde, por ejemplo, el número de suicidios en nuestro país parece ser, según datos, superior al de muertes por accidentes de circulación), y estado de cosas tan lejos aún de resolverse, que el trabajo con sueños, con los sueños de los numerosos pacientes, no creo que se resuelva únicamente con fármacos: si queremos evitar cosas como “el síndrome del sueño de Palinuro”, hay mucha tarea por delante. Opino.

En tanto lo piensan, miren la belleza del cabo o Promontorio de Palinuro, en la costa de la región de la Campania italiana, cerca del empeine de la bota que parece querer hacer, de Sicilia, un balón. Por muy triangular que resulte: ya el tiempo se encargará de redondear la isla.

2 respuestas a «El Sueño de Palinuro»

  1. A partir de Nápoles, Italia es un territorio onírico, reflejo singular de la mitología más subterránea. No conozco el cabo Palinuro, aunque si la leyenda virgiliana de este personaje y después de leer este bello texto, me dan ganas de hacer las maletas YA.
    Cerca de Nápoles, me impresionó visitar la gruta de la Sibila de Cumas y la laguna Estigia por donde navegaban los muertos hacia el territorio del Hades. Cuánta magia viva y rediviva!!!

    • Gracias, Lola. Todo lo que dices es un buen apoyo para el tema inicial del post, que es el piloto de Eneas, Palinuro. De paso, una buena idea para quienes no sepan dónde ir este verano, si tienen «posibles» para permitirse el viaje. (Un servidor, no los tiene). Otro veranos será, que este estoy sin tiempo libre ( es un decir) casi nada más que para estas entradas.
      Gracias también por las cosas que escribes en La Opinión de Málaga.

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