¿Imaginado Mundo?

2 Jul

1)

Henri Michaux

Cuando Chantal Maillard inicia su recorrido, breve pero intenso, con la “Propuesta de Lectura” que ofrece en su Traducción, -y muy cuidada Edición-, de esa obra tan singular que es “Retrato de los meidosems”, de Henri Michaux, se (nos) formula esta pregunta:

“… ¿son realmente imaginarios los seres imaginarios de Michaux?”

Puede parecer que es pregunta retórica, como se suele decir, pero no. En absoluto. Todo lo contrario: la pregunta incide con mayor fuerza y eficacia en la cuestión de la naturaleza, imaginaria o no imaginaria, de esos seres, los meidosems, de los que H. M. hace el “Retrato”.

La primera aparición impresa tuvo lugar en la editorial Le Point du Jour, en 1948, con el título de “Meidosems”. El título definitivo no llegará hasta un poco más tarde, (1949), en la editorial Gallimard.

Además de esa pregunta que se lee en el inicio de “Redadas Interiores” (Lectura de los Meidosems) de Ch. Maillard, en concreto en la pagina 177, en la Nota a la Edición que estamos usando, antes de entrar ya en los textos del libro, escribe Chantal :

“… Mi intención es la de invitarle a realizar no una doble lectura sino dos lecturas, la primera libre, en la medida de lo posible, de información.”

Creo preciso insistir ante los lectores sobre la edición que estamos usando, (y que al final de los textos sobre el tema citaremos al completo), : porque la versión o traducción de Chantal ya es, en sí, -y ello por gracia de la misma creación poética-, libre.

Una traducción no libre de un texto literario sería un disparate. Pero además, cuando quien se toma la libertad al traducir es, sobre ser traductor(a), poeta, como ocurre en este caso, el lector puede, -y yo diría que hasta debe-, realizar una triple lectura: la del texto en francés, la de la traducción misma, y la “lectura segunda”, la que se hace ya con la información que Ch. Maillard pospuso para el final, como dejó explicado en esa frase final de la “Nota…” que antes hemos destacado.

Tal operación resulta enriquecedora y en algunos momentos incluso fascinante: parece como si la dosis de sangre dolorida que operaran en la médula o el alma de H. Michaux nos traspasaran, de manera casi insensible pero con notable eficacia, como lanzas en medio de una imaginado combate. Imaginado mundo: imaginada batalla. Porque cuando uno lee cosas como que:

“Y mientras la contempla, le hace un hijo de alma.” (Pag. 17).

Y casi a renglón seguido, (pág. 19), esto otro:

“Los meidosems tienen también otras maneras enojosas de tratar a sus hijos de alma. Hablaremos de ellas. Ciertamente no hay hijos de alma felices.”

O como cuando uno lee el texto completo de la página 27, donde se habla de:

“La extrema elasticidad de los meidosems: he aquí la fuente de su gozo. De sus desdichas, también. /…/ Puede que todos sean meidosems… sobrecogidos, aguijoneados, henchidos, endurecidos por sentimientos varios…”

Empezamos a sospechar que los Meidosems son seres tan próximos, (¡tan próximos!), a lo que somos los seres actuales, que nos preguntamos: ¿no seremos nosotros esos “imaginarios” seres?

Quiero decir que quizá Michaux sólo tuvo que mirar un poco a su alrededor, sintiendo en sí los avatares de su tiempo, y dando un leve paso mental, traducir a “Meidosem” el sintagma “seres humanos en el siglo XX”. Empezamos a sospechar algo que más adelante nos va a decir la propia traductora (e intérprete y lectora primera) del “Retrato…” de H. Michaux:

“Los meidosems somos nosotros, contemplados debajo de la piel, …”, nos  aclara Chantal.

2)

Y parece entonces que estamos en la pista: este imaginado mundo del belga de París”, de “Un bárbaro en Asia” (1933), o de “Las grandes pruebas del espíritu”, no es un mundo imaginario. Pudiera parecer que es una manera de querer contemplar el mundo como se nos da hecho: con toda su atonal carga de desdichas y desafueros vitales. Pero querer contemplarlo desde una óptica que nos lo distancie lo suficiente para ser capaces, luego, de mirarnos, del todo dentro ya del mundo, en ese irrenunciable espejo interior que supone el dolor de las cosas sucedidas en torno y hacia adentro de manera irremisiblemente irrevocables.

Tal y como lo es la muerte de un ser querido cuyo vacío nos puede llegar a resultar tan extenso e ilimitado como un océano en medio de una noche oscura, sin luna ni estrellas y ominosamente callado, sin olas siquiera, ni vientos: el mar inmenso de la muerte del otro, (la otra: ella, aquí, en Michaux), que hemos de asumir al modo como se respira: sin apenas consciencia de que el cuerpo tiene un modo propio de voluntad insobornable. Acaso algo de eso esté latiendo al fondo de este libro singular.

No creo sea cosa del olvidar ciertas fechas de vida en H. M. : nace en 1899, vivencia la primera gran guerra, la del 14 al 18, y en plena postguerra de la 2ª mundial, en 1948, ocurre el accidente, la tragedia que va a marcar un hito en la biografía, tan dolorosa, de Michaux.

Chantal relata el hecho en la página 194 del libro que venimos como ojeando de soslayo, casi. Leamos lo que dice en la página 194 de su “Redadas Interiores” (Lectura de los Mediosems) :

Meidosems aparece editado por primera vez en octubre de 1948 por la editorial Le Point du Jour. Es una edición de lujo con tirada de doscientos setenta y un ejemplares. El texto consta de setenta fragmentos sin título y va acompañado de doce litografías, y una decimotercera para la portada y contraportada. Los ensayos  de estas litografías datan del mes de febrero de 1948. En ese año, y a partir de estas litografías, Michaux renuncia casi a la escritura, deja prácticamente de viajar y empieza a pintar frenéticamente.

¿Qué ocurrió aquel año?

Michaux se había instalado definitivamente en París en 1943 con su esposa Marie-Louise, en un apartamento de la rue Séguier. Una noche, a mediados de enero, Marie-Louise, estando sola en casa (Michaux está en Bélgica), enciende un fuego. Su camisón de noche de nylon se inflama. Abre la ventana, y una ráfaga de aire la convierte en antorcha. Pasa poco más de un mes en el hospital, con quemaduras de segundo y tercer grado en el rostro, en el pecho y en la espalda. El 23 de febrero, después de una mejoría, muere de una embolia pulmonar.”

3)

La “propuesta de lectura” de Chantal Maillard es, como se ha visto antes, doble: una primera lectura debe hacerse antes de empaparse uno de lo que escribe Ch. M. en su “Redadas interiores” – págs. 175 a 206; está al final de la traducción de “Retrato de los meidosems”. Y la segunda, ya pertrechados con la serie de observaciones y datos que nos va dando (Maillard) tanto de su propio proceso lector como de esa serie de cosas objetivas que poco a poco iluminan el panorama de lo que debieron suponer, para Henri Michaux, aquellos días que pasaba del hospital a su casa vacía, para retornar de nuevo al hospital, y así desde mediados de enero hasta el 23 de febrero, en que muere Marie-Louise.

Nosotros además querríamos sugerir una tercera lectura: aquella donde comparemos, donde vayamos mirando, “vite ici, vite partis…” (vid. pág. 148), a la vez el texto francés de “Retrato…”, por un lado, y la clara, nítida versión castellana, de Ch. M. , por otro. Y de paso, ver de ver cuándo escribe Michaux “meidosem” con mayúscula, cuándo con minúscula; y cuándo es un meidosem masculino, o cuándo una joven meidosem, como la de la página 60:

Cette jeune Meidosemme est tuote en pavillons. Sa face ne dit rien queRegardez mes pavillons”.

(La letra en negrita la hemos puesto nosotros)

¿Cree acaso el lector que este tipo de indagaciones sería cuando menos innecesario, por no decir que inútil? Nosotros no lo creemos así : del mismo modo que se ha tratado de ver en el nombre mismo de “Meidosem” la palabra griega “eidos”, precedida del prefijo “m” y seguida del mismo sufijo “m”, (tomados ambos de la inicial del nombre de Michaux), como ha propuesto Jean-Michel Maulpoix, así también todo tipo de indagación que se haga en torno a una obra, y obra con un propósito que evidentemente va más allá del meramente artístico, si da de sí resultados que tengan sentido y que nos valgan para mejor contemplar el objeto de nuestra atención, ha de ser sin duda una indagación valiosa. Pero esta es ya tarea de otros textos más demorados que el que aquí termina. Hasta entonces, pues.

Una respuesta a «¿Imaginado Mundo?»

  1. Sr Laza,sus comentarios del desarrollo de la lectura de la obra son muy interesantes y a la vez creo que sirven de base para analizar otras obras.Muy interesante

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