Hainuwele : el mito vive

30 Jun

1) unidad cósmica.-

Siva danzando

Paul Claudel, en su «Arte Poética», dice que: «comprender es comunicar, es añadir al hecho sus claves, que nosotros poseemos en nuestro interior».

(pág. 93 de Albert Beguin, «El alma romántica y el sueño»).

Esto hay que aplicarlo a un «comprender el sentido del mundo, del ser humano, del cosmos y su poesía». Fuera de ese contexto, habría que decir que es al revés, que «“comunicar es comprender, es añadir al hecho sus claves, que obtenemos del exterior». Me explico: un periodista, un informador de hoy, cuando comprende algo, y además lo comunica, aunque pueda guardarse datos que quedan como en la reserva, invierte la fórmula de Paul Claudel, y entonces :  «comunicar es comprender/ haber comprendido», y una de las claves de muchos hechos está, precisamente, en su comunicación: Si nos parásemos a pensar cuántas cosas pasarían/serían como inexistentes con sólo que no se hablara de ellas, ni fueran noticia en modo alguno, nos asombraríamos.

Está claro que Paul Claudel no pensaba en absoluto en el Periodismo, sino en la Poesía. Y de paso, quizá, en su noción del Universo.

La cuestión que ahora re-aparece, (: en mi personal ideario del mundo como experiencia interior), es la de si pensar en el Universo, en el Cosmos, “desde la Poesía”, no nos obliga, aun cuando sea de manera un tanto escondida y hasta lejanamente “rechazada”, a pensar, además, en el Sueño.

2) naturaleza del sueño.-

No es la vida de vigilia lo que nos aparta de nuestros sueños o lo que nos lanza a convertirlos en pesadillas. Es el modo como “consideramos” nuestros sueños, nuestro soñar, lo que nos aleja del verdadero «ensueño». Se vive como se nombra, y se nombra como se sueña: más veces de las que creemos, a lo largo del día. Hablo ahora de ese modo de nombrar que es casi tan involuntario como un gesto inesperado o nunca aprendido. Ahí, se es uno mismo.

Ahora, «considerar» vale por un «nombrar interior»: cuando alguien dice, por ejemplo, «yo considero que esas ideas son discutibles», es que interiormente ya «ha nombrado» como «discutibles», (e incluso como «no exactas, no verdaderas»), a dichas ideas. Y personalizo, deliberadamente, con la preposición “a”, la noción de ideas: ninguna idea viva es mera cosa inerte.

El «nombrar interior», por necesidad lógica y psicológica, es una operación anterior al nombrar verbalizante propiamente dicho.

A este respecto sería interesante detenerse algo en lo que plantea Steven Pinker en el capítulo 6 de su obra “El Mundo de las Palabras”, capítulo que titula “¿Qué hay en un nombre?”, y que en concreto entre las páginas 372 y 389 se pregunta si están, los significados, “¿En el mundo o en la cabeza?”

Y aclaremos desde ahora que desde el principio casi de su pregunta, en la página 373, el propio S. Pinker nos da la respuesta, pues dice que : “No puede haber una respuesta única a la pregunta: ¿Los significados están en el mundo o en la cabeza?

Nuestra pregunta sobre todo esto es un tanto “lateral” con respecto a las cosas que plantea S. P., pues lo que queríamos indagar, de un modo muy breve y sin desviarnos en demasía del meollo del asunto, trata o se refiere a la naturaleza misma del soñar, de nuestros sueños cuando dormimos, ante todo, pero también de aquellos que de alguna manera “maduran nuestra psique” y acaban dando de sí obras, estructuras organizadas en lenguaje escrito, incluso puede que cantado o salmodiado, que llamamos de manera muy general “Poesía”. Dicho de otro modo: ¿Qué tienen en común la Poesía y el Sueño?

En este sentido, quien diga «…Y los sueños, sueños son», ha olvidado lo que le precede: que «La vida es Sueño». Lo que le precede, o por mejor decir, lo que le sobre-vuela. Y además, se ha dejado muy atrás, en el camino, toda esa andadura que desde el inicio de los tiempos comenzó la Humanidad con sus danzas y cánticos, primero, y con sus poemas después. Con la Tradición, esa savia que desde la sangre nos nutre.

Y con ese olvido ha caído en la fácil trampa del desdén por el valor del sueño como proceso vital y absolutamente preciso para el cerebro, la mente y hasta la plena salud psíquica. Y cae de paso en el desprecio de los sueños de cada noche como «formas abiertas a un universo interior de extraordinaria riqueza».

Obviamente, en el tipo de sociedad que actualmente vivimos, los sueños, o son un estorbo para muchos, o hay que controlarlos a través del fino trabajo de la psiquiatría, por un lado, – que los reduce a sujeto/objeto de estudio -, y la utilización de fármacos que los inhiben. Pero para los pueblos primitivos (actuales o de tiempos muy lejanos) y para los románticos, la cosa no era así. Estableciendo la precisa distinción entre “románticos” y “pueblos primitivos”, a los que prefiero referirme como “los pueblos de los orígenes”.

tradición : universo / sueño interior.-

Ahora me va a permitir el lector acudir a un texto reciente. Reciente en su última edición de Tusquets, la 1ª de noviembre de 2009. Me refiero a “Hainuwele y otros poemas”, de Chantal Maillard. El lector de estas entradas en “Palabras, bosques” ya debe estar bastante familiarizado con nuestras numerosas referencias a Ch. Maillard, ya sea a propósito de su obra misma, ya lo sea a sus prólogos a varios libros, de exquisita edición y cuidado, del pintor, poeta y, sobre todas las cosas, indagador de la naturaleza de nuestros mundos mentales que es Henri Michaux, ese “belga de París”. Volvamos a lo nuestro de ahora.

Ya en la inicial “Nota a la edición” advierte la autora de “Hainuwele”:

“…mi naturaleza, que sin duda le debe más a la tradición de los celtas y a su religiosidad druidica que a aquellas culturas del desierto que inexplicablemente hemos adoptado, se replegó hasta hallar, en su memoria antigua. algo muy familiar. Fue el latido de los bosques, y Hainuwele, de la que hallé entonces casualmente referencia, lo habitó de inmediato.” /…/

“El bosque de Hainuwele trasciende la pertenencia a uno u otro lugar geográfico y su historia es una recreación totalmente libre del mito.” /…/

“No me di cuenta, sin embargo, hasta pasados muchos años, del parecido que guarda el Señor de los bosques con Pasupati, el “Padre de las bestias”, una de las personificaciones del dios Siva. No descarto que el bosque vibrante del poemario tuviera que ver con aquel ser supremo que el sivaísmo entiende como vibración cósmica, hálito sonoro del que todos los seres son modulaciones.”

La profunda voz poética que late en Ch. Maillard, de manera deliberada, deja atrás, o al margen, una serie de cosas, como las relacionadas con los celtas y sus relaciones cultuales con árboles y bosques, a través sobre todo de los druidas, o como con determinadas universalidades, ya de los mitos en tanto que vivificadores de símbolos, ya de la propia dimensión “mística”, (: es la propia Chantal, en su Nota…, quien subraya la palabra), y se niega a divagar porque, -dice-, “Nos alejaríamos de lo que importa”.

Y así es: si nos quedáramos aquí, si no pasáramos al punto siguiente, ya muy breve como conviene por su propia intensidad de raíz, “nos alejaríamos de lo que  importa”, que es un texto (en pág. 75 de la edición del 2009) de “HAINUWELE y otros poemas”:

4) Poema: palabra viva.-

Hay en la edición que manejo y antes cité un texto, un breve poema, que quiero poner ahora ante los ojos del lector. Es éste:

“El tiempo es una flor

que brota entre los cuerpos

separados.

Cuando esa flor se cierra,

los ríos se detienen, los colores se apagan

y los seres regresan a ti

para dormir el mismo sueño.

La luz hace a los cuerpos. La oscuridad, Señor,

los devuelve a tu boca.”

Rotundo texto poético. Desde la primera metáfora del tiempo-flor que brota entre los cuerpos, hasta ese final, con el antagonismo de creación en vilo, entre la luz y la oscuridad, queda el lector necesariamente sumido en un estado de meditación absolutamente necesario para dar lugar a las convergencias que nos deben hacer volar, libres de trabas y enojosos conceptos varados entre cañaverales secos, y recorrer, aunque sea por un instante, los lejanos bosques vivos que nos habitan a todos los seres al modo como nos habitan los espacios míticos de la infancia, y de la infancia de la infancia, en la sangre: vivificándonos. O tornándonos maduros para la muerte, ese paso tan simple…

6 respuestas a «Hainuwele : el mito vive»

  1. Nota.- Salvo excepciones, en los textos poéticos que presentemos daremos las mínimas indicaciones de tipo «crítico», a fin de que el lector «vea» más directamente, y por sí mismo, el texto en cuestión. Seguimos de ese modo, en la medida de lo posible, ( : la edición de un libro es un tipo de marco, y la cita de un texto poético en un blog, otro muy diferente.), lo que hizo la propia Chantal Maillard en su muy cuidadosa y ejemplar Edición, traducción y propuesta de lectura de la obra de H. Michaux «Retrato de los meidosems» : dejar al lector, de entrada, a solas frente al texto que presentaba y traducía. Además, los «Prólogos», aunque se sitúan siempre en el comienzo de la obra prologada, ¿no se escriben acaso luego de la lectura de la obra? No podría ser de otro modo. Gracias.

    • Gracias, Blanquita. Como siempre digo, lo que sí que se agradece es que le lean a uno las cosas que escribe.
      Te aseguro que el libro de Chantal Maillard es una gozada, y me refuerza en esa idea que muchas veces me ronda: se escribe más desde el dolor que desde la felicidad. Mundo…

  2. Gracias María Luisa. Durante un tiempo ha estado imposible acceder a Opiniones del diario La Opinión de Málaga. Parece que acaban de arreglarlo. Y ¡por fin! me llegan más lecturas y comentarios. Te aseguro que el gusto es más de quien es leído que de quien lee, Por lo menos, en este caso, creo.
    ¿Para qué escribe uno, si no? Como decía Gabriel García Márquez, «uno escribe para que los que le conocen le quieran un poco al menos». Si no recuerdo mal.
    Sigue acudiendo a los posts. Y al diario La Opinión de Málaga.
    Mil gracias.

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