1.- Sin estética, no es posible arte alguno, como sin ética no hay moral alguna que se tenga en pie. Lo mismo que no es posible flotar en la nada absoluta. Pero la estética es cambiante, -al igual que lo es la ética-, mientras que el arte es dudoso que lo sea: “arte es la búsqueda de la belleza, a través de medios diversos, -palabra, sonidos, colores, formas…-, y su hallazgo, luego de un encuentro entre el buscador y el medio utilizado.” Donde acabamos de poner “… entre el buscador y el medio utilizado”, se podría haber puesto “entre el buscador y lo buscado” : a través del medio que se use, y sin olvidar que con mucha frecuencia, sobre todo a partir de lo que se llama “arte contemporáneo”, el buscador es a la vez lo buscado.
El artista, muchas veces, es a sí mismo a quien se busca. Y esto ocurre desde la Antigüedad, y no sólo en el terreno de la creación artística : también en corrientes filosóficas, como más abajo se expresa explícitamente cuando se cita una pregunta que se hace Plotino. (Más adelante, en otro texto que seguirá a éste, diremos algo de la concepción básica de Plotino : el Uno, el nous, y el alma).
“Búsqueda” y “hallazgo” son los términos marcados de esa provisional definición de qué pueda ser considerado “arte”. En este sentido, “el arte es una ciencia cuyo objeto está en el propio sujeto que la practica.” Esto último podrá parecer ya algo extraño, y si la definición antes dada resulta un tanto “grisácea”, poco brillante, y desde luego nada original, las cosas se nos pueden poner aún peor si se añade que ahora no estamos hablando del Arte en su sentido usual y más pleno, como cuando tratamos de él en obras poéticas, en composiciones musicales, en pinturas o en actuaciones dramáticas o cómicas, o del llamado “humor negro”. O cuando hablamos de una catedral como puedan ser la de Milán o la de Burgos. No hablamos ahora de eso, que es lo que se entiende,en su sentido pleno, como “Arte”. Como tampoco entramos en ver de centrar la idea de qué pueda ser eso que antes hemos llamado “Belleza”, en : “ … el arte es la búsqueda de la belleza...etc.”
Estamos hablando de “el arte de hallar un individuo, de manera que le resulte armónica, (: estética ), alguna respuesta, – que a él le valga -, a la pregunta de Plotino : “tínes dè hemeïs?” :“¿Quiénes somos?”, -o, si lo prefieren-, “¿Qué somos?””.
De alguna manera tengo la sospecha, cada vez más insistente en mí, y cada vez que me lo planteo el tema, más clara su realidad, (: la realidad de la sospecha), de que lo que el ser humano busca, desde que comenzó a vivir en tipos de sociedades des-armonizadas por un mercantilismo de base y, a veces, feroz, es solución a esa pregunta.
Estas aclaraciones dejan fuera de lugar ahora qué sentido tengan las pinturas de Lascaux o Altamira, qué significado, y con qué propósito se hicieron, cosa que se abordará cuando nos ocupemos de un muy interesante libro de André Leroi_Gourhan, “Las Raíces del Mundo”, así como de obras que inciden en similares cuestiones: de Jean Clottes, y de David Lewis-Williams. La única “prehistoria” y el único “objeto de arte” que tratamos de enfocar aquí es en qué consista nuestro propio ser.
2.- Ahora no entramos, insisto en ello, para nada en la Historia del Arte, ni siquiera en la Historia de la Espiritualidad, (y también la Estética), del ser humano, sino que nos quedamos a sus puertas, y sólo indagamos en algunos artistas y creadores de nuestro mundo hoy “moderno”,(:pongamos que desde la Edad Media ya asomada al Renacimiento, y sobre todo desde las Grandes Revoluciones de los siglos XIX y XX, hasta la actualidad), que en sus creaciones dan muestras de un especial estado anímico que calificaríamos de “sufrimiento asumido, pero a duras penas”.
Salvo excepciones, el artista actual está agazapado tras de un hombre de su siglo que, de algún modo, sufre. Lo que dicen, por ejemplo, T. W. Adorno sobre su personal actitud ante ciertos sueños, o la misma forma de creatividad de H. Michaux, inciden en esas posibilidades que ahora se señalan aquí : los dos, sufren. Especialmente el pintor belga, pero el teórico de la Estética, también. Como muy posiblemente fuera el caso de otros tantos, como el propio Salvador Dalí, por más que pueda parecer eso extraño a muchos: hay alguna fotografía del genial pintor en cuya mirada late esto que decimos, un profundo sufrimiento
Eso, obviamente, no agota en modo alguno la cuestión que se aborda. Pero sí se determinan zonas significativas que no debemos desatender si queremos otear al menos algunos aspectos de nuestro mundo, que en la actualidad pasa por momentos delicados y que, desde luego, así que pasen estas fases primeras de la gran crisis, cuyo germen visible podríamos situar en el 11-S y las Torres Gemelas, no va a ser ya un mundo como lo era durante las décadas de los 80 y los 90. Han cambiado demasiadas cosas para que todo pueda volver a ser como venía siendo.
Lo que ahora está ocurriendo, estaba larvado desde finales de la Segunda Guerra Mundial, (la del 39 al 45), del pasado siglo. Pero la contemporaneidad de la problemática que estamos señalando, en lo que al “descontento interior del ser social”, muy visible en algunos especiales creadores altamente sensibles al medio, es anterior: se da ya en los llamados “felices años 20”. Con fugaces destellos de momentos de cierta estabilidad, pero con un creciente aumento de una interna lucha de poderes que nos arrastra, lo queramos o no, a todos. El actual modelo de sociedad está en un acentuado declive. Nada volverá a ser como era por la sencilla razón de que se han dado ya algunos procesos que tienen carácter irreversible. Por lo menos a una escala de tiempo “humana”, que a otra de más amplio espectro, como pudiera ser una escala de tiempo geológico, ya no sabría uno qué decir.
A lo de que el artista actual es un tipo de ser humano que sufre, ahora me podría alguien espetar: “¿Cree usted que -por poner un ejemplo- Arturo Pérez-Reverte sufre?” Yo respondería sin dudarlo : “No creo que ese señor sea un artista: su narratividad no es la de un creador nato, por muy entretenido que les pueda resultar a muchos.” Comprendo que esta afirmación pueda parecer exagerada, e incluso injusta para con el autor de “El Club Dumas”, pero había que decirlo. Y aunque sufriera, lo que sería algo muy humano, ahora estamos hablando de un tipo muy específico de sufrimiento: el propio de los grandes creadores, de las grandes sensibilidades de cada época, sociedad y siglo.
Eso por un lado, y por otro, la cuestión de base, que no es el sufrimiento o la felicidad, sino, hablando de novela y creatividad, eso que se llama en términos pugilísticos “fajarse”. Los autores de las actuales “novelas históricas”, en su inmensa mayoría, no se fajan con la palabra, no le echan un pulso al lenguaje mismo, que es de lo que se trata. Al menos desde mi actual punto de vista. En ese sentido, la novela histórica, (a veces, pseudo-histórica, si se me apura), actual es más un fenómeno socio-editorial y de mercadotecnia que no un fenómeno literario. Y por citar ahora a un autor que debe serle bastante apreciado a A. Pérez-Reverte, me/nos hago esta pregunta: ¿es Patrick O`Brian un buen novelista? ¿O es Melville mejor escritor? Para responder a esto tendría que haber leído sus novelas en inglés, pero no me cabe la menor duda de que Patrick O`Brian es un gran narrador. Como lo fue Galdós en sus Episodios Nacionales.
Y entre P. O`Brian y Herman Melville , me quedo con el segundo, a pesar de los indudables méritos literarios del británico, fallecido un 2 de enero del año 2000. Pero tanto “Moby Dick”, (que no sin motivos se relaciona en ciertos aspectos a “La Odisea”, de Homero, y en otros a “La Divina Comedia”, de Dante), como “Benito Cereno” o “Bartleby el escribiente”, son obras literarias de indiscutible mérito creativo, y de hondura psicológica muy notable, y era esa unas de nuestras metas en lo que hoy escribimos: tocar algo de la naturaleza humana.
Y observen los lectores: en el caso de estas obras citadas de H. Melville, poco o muy poco importa que se trate de una novela de cierta amplitud, (“La ballena blanca” y su antagonista, el capitán Ahab, conforman una narración en toda regla como novela), o que se trate de breves relatos. Porque en ambos casos se trasciende la lengua misma en que se ha escrito y se ahonda en la naturaleza humana, o en la naturaleza misma del mal y del bien, de la venganza, de las obsesiones …, y todo eso se hace de un modo no sólo armonioso y que tiene algo que podríamos llamar “encarnadura literaria”. Que no digo yo que falten en las obras del británico O´Brian, pero desde luego en su saga Aubrey – Maturin, y las guerras napoleónicas como trasfondo, estamos más ante un Galdós de “Episodios”, (salvando siempre las debidas distancias), que no ante un indagador de la naturaleza humana como lo es el norteamericano Melville.
¿Discutible cuanto a este respecto acabo de escribir? No lo dudo. Pero si quien pone ante los lectores cuestiones palpitantes, y llegados a un punto, cuando ha de hablarse de algo que está ahí, que es cosa que cada día vemos en escaparates de librerías y hasta en anuncios de televisión, se calla y nada dice o esquiva la cuestión, ¡tongo, tongo! Por seguir con el lenguaje propio del boxeo, esa esquiva es puro tongo. Amaño de la verdad que se siente adentro. Y por ahí, no se debe pasar. Creo.
3.- Abordaremos la cuestión planteada desde el principio de este texto acudiendo a autores y estudiosos que ya hemos citado y de quienes hemos dado alguna breve cita, y también a otros que sólo han sido nombrados pero de los que no hemos entresacado nada de obra alguna suya que ahora nos pudiera ser útil para nuestros propósitos de búsquedas y, (¡ojalá ocurriera!), eventuales hallazgos. La tarea de responder a eso que preguntaba Plotino, y antes que él ya estaba escrito en el frontispicio del templo de Apolo, donde el Oráculo de Delfos, y que Sócrates dijo alguna vez, (si su discípulo Platón no nos engaña), lo de “gnosci seautón”, que decían los griegos, y los latinos reproducían con un adecuado “gnosce te ipsum”, o sea, “conócete a ti mismo”, esa tarea es de “caza mayor”, no es cosa de poca monta.
La frase se ha hecho tan célebre a lo largo de los siglos, que en una de las novelas del antes citado autor, Patrick O`Brian, la traducida en 1994 y publicada en Edhasa en estupenda versión castellana de Aleida Lama Montes de Oca, podemos leer:
“… nunca antes había sentido celos, y aunque por el conocimiento del mundo, la experiencia, la literatura, la historia y la observación común conocía su fuerza, ignoraba por completa su verdadera naturaleza. Gnosce teipsum…, mis sueños me aterran.”
(Está la cita anterior en el inicio del capítulo 7 de la novela “Capitán de navío”, pág. 228, y es el doctor y espía Stephen Maturin quien habla consigo mismo. Quede constancia que hacemos esta cita del famoso autor de las “Aventuras de la Armada inglesa” a modo de compensación de haberle ahora pospuesto ante H. Melville).
Tendremos que retomar cosas que se dejaron sólo apuntadas a propósito de la Física de los Quanta, de la primera mitad del siglo XX, con personalidades de la talla de un Erwin Schrödinger citando y razonando en torno a clásicos de la entidad de un Demócrito, o un Anaxímenes, o Protágoras, entre otros, y también cosas aún no apuntadas siquiera de Ken Wilber, de quien sólo tocaremos algunas de las cosas que plantea en una de sus obras. Y tendremos que remarcar algunos aspectos que vendrán a prop´sito de cuanto aquí se está planteando de obras de H. Michaux y los correspondientes “Prólogos-Ensayos” de Chantal Maillard.
Ars longa, vita brevis, lector. Gracias.
Según mis noticias, la frase «conócete a ti mismo» en griego se decía «gnosei seauton» y en latín «nosce te ipsum».
Estimado amigo Botín: según Rodríguez Adrados, si se toma usted la molestia de ver su libro, casi al principio, antes de esa página 74 y siguientes que antes le dije, verá que sólo el chino y el griego son las lenguas que se han mantenido vivas a través de los siglos. Pero, ¡ojo!, que eso no significa que se hayan seguido hablando igual a través de los siglos, pues al margen los dialectos y las variantes diversas que éstos introducen, pensemos esto: ¿el castellano, que es lengua viva desde su nacimiento en la Edad Media, se habla igual en todo lugar y época en que se haya instalado? No, no se habla igual. Sin ir más lejos, los andaluces hacemos el plural de muchas palabras sin servirnos de la -S final. No decimos ( en lengua habitual, descuidada pero cotidiana ) «los niños», sino un «loh niño» donde la -o final es abierta, como estudió el profesor y académico don Manuel Alvar entre otros. Y en Madrid puede oírse un «Madríz» que a veces copian algunos andaluces sólo con pasar en la capital unos meses. Pero no escriben la /z/, sino que siguen escribiendo la /d/. La lengua a lo largo del tiempo evoluciona, cambia, acepta unas modalidades nuevas y rechaza otras, etc. Es un tema muy complejo, se lo aseguro. Tanto como apasionante. Al menos, para mí lo es. Gracias de nuevo, don Francisco.
Estimado don Francisco: cómo se decía en griego clásico la frase, es cosa que podemos suponer pero no saber, porque ningún griego clásico llegó vivo a época en que se le hubiera podido oír y grabar su dicción. Sabemos cómo se escribía. Y en ese terreno hay también que tener en cuenta una gran cantidad de elementos: había diversos dialectos en la lengua griega de los siglos VI y V (a. de C.), y tampoco la escritura de los textos que nos ha llegado es unánime. Yo no soy profesor de griego, ni de latín, y cuando uso una frase de esas lenguas, normalmente la tomo de textos. Por ejemplo, en la cita que hago de la traducción al castellano de la novela «Capitán de navío», reproduzco literalmente lo que el autor de la novela pone en boca del simpático y culto doctor S. Maturin, que es «gnosce teipsum». Yo le recomendaría a este respecto del griego el estupendo libro de don Francisco Rodríguez Adrados, quien en págs. 74 y siguientes de su «Historia de la Lengua Griega» (Gredos, Madrid, 1999) se ocupa de la problemática de los dialectos griegos, muy numerosos, y con problemas aún no resueltos, Y el libro de Adrados abarca desde los orígenes de la lengua griega hasta la actualidad. En cuanto al latín, la forma «gnosco» es arcaica, y tan válida como el «nosco» que deduzco de su «Nosce te ipsum». Quiero decir que antes de que se dijera Nosce te ipsum, expresión que los latinos tomarían de los griegos, lo que se escribía y posiblemente se decía era «gnosce te ipsum». No veo mayor problema ahí. Pero le pondré un ejemplo: si dentro de dos mil años alguien escribe que los madrileños del siglo XIX decían «Vivan la caenas», y alguien le corrige argumentando que lo correcto es «cadenas» y no «caenas», ¿quién tiene razón? ¿No estamos ante fenómenos de lengua de difícil encuandre? Mire usted, don Francisco: el gran problema del latín según me enseñaron en la Facultad de Letras de Granada en la década de los 60, ¿sabe usted cuál era? Era el paso de un tipo de vocalismo donde había vocales largas y vocales breves, pero no acento de intensidad, y cómo y por qué se impone de pronto o poco a poco el acento de intensidad, lo que nosotros representamos con tildes cuando es de rigor hacerlo, y ¿adónde quedó la /e-larga, e-breve/, etc.? Un muy sabio profesor decía de ese problema que lo podíamos comparar a la cuadratura del círculo: exageraba para inculcarnos una idea, un problema no resuelto por aquel entonces. Pasa en todas las lenguas vivas: la escritura rara vez reproduce por entero y con todas sus variantes el habla de viva voz. Los franceses escriben «les arbres» pero pronuncian la -s final del «les» unida a la a- inicial del «arbres». Los andaluces decimos «lo sárbole», «lo sómbre» ( : los árboles , los hombres) y es una modalidad andaluza del castellano. ¿Es incorrecto? Lo dudo. El profesor don Manuel Alvar, a quien tanto debo y de quien tanto aprendía a amar la lengua, decía que «el vocalismo andaluz era más rico que el de los castellanos puros». Se lo escuché alguna vez. Le agradezco sus intervenciones en este espacio, y sinceramente le felicito: usted muestra ser persona docta y muy preocupada por la corrección lingüística, con lo que uno aprende de sus intervenciones. Si hay alguna errata en esta respuesta mía, por favor me lo diga. Gracias, don Francisco.
La mayoría de los autores de best sellers no tienen un alto nivel literario. A veces, ningún nivel literario. Hace años que la calidad (la excelencia) no es muy apreciada en la industria literaria, tanto por quienes la producen como por quienes la consumen. Es una lástima que sigamos viendo novelas todas iguales en trama, lenguaje y estructura, y que por el simple hecho de que se compran masivamente eso signifique un marchamo de calidad. Y eso seguirá siendo así hasta que el modelo se rompa por sí mismo, muriendo de éxito. Veremos qué viene después.
Sr. Botín si me admite una sugerencia, debería de profundizar un poco más en el fondo de los artículos y no quedarse sólo en la superficie, buscando erratas e imprecisiones en todos los post que visita.
¡Estaría bien que alguna vez hiciera algún comentario sobre el contenido de los textos!
Así es, Juan. Recuerdo hace años, en Sevilla, en uno de cuyos bellos pueblos de sierra había nacido quien con el tiempo sería uno de los más famosos dueños de editorial, – me abstengo de nombrar al ilustre sevillano, y también a la famosa editorial; al primero, por respeto, que ya falleció el hombre; y a la editorial, porque para nada necesita de propaganda: ya tiene bastante con la que ella misma se guisa y se sirve-, que en una ocasión dijo más menos que «Si yo quisiera soy capaz de vender novelas con todas las páginas en blanco». Testigo de la frase, entre otros, era Manuel Barrios, novelista, y periodista tanto en ABC como en la Cadena SER ( a la sazón, era director de dicha Cadena Iñaki Gabilondo, y en ella se hacía cada viernes una tertulia literaria por todo lo alto; eran los años 73, 74, 75, si la memoria no me falla). Pues bien: yo, le creí. Por surrealista que pueda parecer, me dije para mí mismo que sí, que si se lo proponía, en este país como algo se ponga de moda y se airee bien, la gente compra lo que le digan. Gracias por tu entrada en este blog, y me complace coincidir contigo en esa opinión: tú sabes de eso mucho más que yo.
Gracias, María Luisa, por tu entrada en los comentarios. Pero he de decirte que a este respecto ya he tenido ocasión de comunicarme con el señor Botín, y me ha dejado clara su postura. Llevas razón: uno quiere que le comenten el meollo de lo que dice, pero a veces uno mismo falla en algo elemental: plantea cosas con cierta dificultad, a veces incluso dificultad -deliberada- de sintaxis misma, y eso suele hacer que los lectores tarden en entrar a comentar. Ya me dijo un habitual de estos espacios, que firma sus intervenciones como «carlosaura», que había exceso de erudición en algunos textos míos. Creo que podría llevar razón carlos, pero mi idea al respecto es simple: si se entiende lo que digo y razono, ¿qué más da que sea más o menos erudito? Entendida la cosa, lo de erudición o no erudición es totalmente secundario, creo yo. Con todo, a veces me planteo ser más simple y llano en mi expresión escrita, pero…, ¿y si eso va conmigo? ¿Renuncio a mi modo de ser en lo que escribo? Es un dilema.
Mi opinión personal es que uno no debe renunciar nunca a ser uno mismo. Por si te sirve de algo.