Las Fronteras de Lo Real

11 Jun

El Baño de DIANA

1.- Una de las cosas más curiosas que leo en el libro de Danah Zohar, y que me llama la atención, es lo que dice sobre el sueño. Está en la pág. 110 de su “El Yo Cuántico”, citado en la anterior entrada y del que en ésta ya no daremos su ficha de edición, y que dice así:

“Así pues, en el sueño, por ejemplo, cuando hay muy poca energía accesible al cerebro, el yo existe en una forma sumamente rudimentaria y esparcida en segmentos de sueño. Algunas personas tienen lo que se conoce como sueños lúcidos, durante los cuales hay un “yo allí”, mirando todos los sueños y dándose cuenta de que está soñando.”

Lo que de esas afirmaciones me sorprende un tanto son varias cosas. En primer lugar, no está para mí nada claro eso de que en el sueño haya muy poca energía accesible al cerebro. Pruebas de laboratorio parecen indicar lo contrario: que mientras soñamos se incrementa la actividad cerebral, lo que indica a todas luces que deberá haber un mayor aporte de energía. Hablamos de energía electromagnética, claro. Y habrá que distinguir entre dormir y soñar, y separar el paso de un estado cerebral en un tipo de onda electromagnética a otro, aclarando de paso en qué consisten las ondas que se dan o por las que pasa dicha actividad cerebral, las ondas beta, alfa, delta y theta.

Y luego está también el curioso enfoque con que aborda la cuestión de los sueños lúcidos: “… hay un yo allí mirando todos los sueños”. No me queda esto claro, por la sencilla razón de que el sueño lúcido es una experiencia que se tiene en un determinado tipo de sueño, no en todos.

La misma persona, el mismo sujeto soñador, puede experimentar sueños lúcidos y también sueños “normales”, o no-lúcidos, que son aquellos en los que ignora que está soñando. Y cuando se tiene un sueño lúcido no hay constancia de que haya un específico “yo allí” mirando todos los sueños, pues ese “yo” es el mismo que participa de los sueños normales, sólo que es una participación como “a ciegas de que está soñando”, y nada más. Otra cosa es el tipo de sujetos capaces de controlar sus propios sueños, asunto en el que no entramos ahora.

Pues es complicado entrar a fondo en cuestiones que están aún sometidas a profundo estudio, y por ese motivo ahora nos limitaremos a señalar esas afirmaciones de la extraordinaria autora de “El Yo Cuántico”, sin discutirlas más allá de lo que se acaba de señalar: necesitaremos mayor información al respecto, y sólo mejor pertrechados volveríamos sobre este asunto.

Pero no dejaremos de momento de señalar un par de cosas que inciden en el mismo tema: una, que se tiene constancia de que durante el sueño se produce tal actividad cerebral que, por ejemplo, hay y ha habido escritores y artistas diversos cuyas obras son, en un altísimo promedio, productos de su soñar. Esto sólo ya invalidaría la afirmación de que el yo exista “en una forma sumamente rudimentaria y esparcida en segmentos de sueño.”

La otra cosa es que a través de sueños ha habido personas que han accedido a saberes que buscaban en la vigilia y no lograban alcanzar; unas veces, eran saberes ya predeterminados, y otras veces eran cosas que nunca imaginaron llegar a conocer. Pero en ningún caso debemos pensar que “el yo” se atenúe durante el sueño, lo que no quiere decir que continúe en el mismo estado que mantiene o suele mantener durante la vigilia. Esto, por no hablar ahora de los que relatan conocer modos de hiper-realidad a los que acceden a través del sueño.

2.- Más bien sería al contrario: se ha incrementado hasta tal extremo el yo, o la “yoidad” del sujeto soñador, que es capaz de concebir tanto a un Doctor Jekill como a un Mister Hyde, pongo por caso.

Robert Louis Stevenson declaró al New York Herald que su narración había nacido de un sueño, y que tal sueño le había dado una clave que le venía obsesionando desde tiempo atrás: la dualidad bien/mal en un mismo sujeto, en una misma persona. ¿Cabe pensar ante esto que el “yo” de R. L. Stevenson se encuentre “esparcido en segmentos de sueño”?

Hay un artículo de Nicolás Kegevic H. que relaciona íntimamente “Sueño” y “Poesía”, y algunos autores como Alfred Robitsek, en su “Análisis del sueño de Egmont”, demuestra que el sueño que el poeta atribuye a su protagonista presenta todas las características de algo realmente soñado por el autor de la obra, no por el protagonista. Y está el caso de Wagner quien afirmó esto: “Creedme : el más verdadero delirio de un hombre es el que sus sueños les muestran”.

Está por último una obra de gran interés, tanto para estas cuestiones que estamos tratando muy por encima, como para el conocimiento mismo de una época de la literatura, la del Romanticismo, donde la relación entre “Sueño” y “Creación Poética”, por un lado, y por el otro la de “Sueños” y “Realidad”, se acentúan hasta extremos que a algunos críticos ha llegado a parecerles “enfermizos”.

Por nuestra parte, no llegamos a ese extremo, y nos limitamos a contemplar los fenómenos de sintonía entre “sueños” y “vida de vigilia” de muchos románticos como quien contemplara, con sumo agrado por supuesto, extraños paisajes a la luz de una Luna de color azul intenso brillando sobre nosotros en un cielo de color ámbar.

Me refería antes a ese fabuloso estudio de Albert Béguin que se titula “El Alma romántica y el Sueño”, y está publicado en el Fondo de Cultura Económica. El estudio de A. Béguin está muy bien documentado. Se centra en autores alemanes y franceses, y deja un tanto de lado, por ejemplo, los numerosos casos de escritores españoles. Nosotros no podemos ahora pasar por alto casos como el de Gustavo Adolfo Bécquer, que en algún poema, (que citaremos, en su momento, aun cuando nos conste que la mayoría de nuestros lectores ya lo conocen), nos da pruebas más que sobradas para que sepamos que en él, en Gustavo Adolfo, sueño y realidad se fundían y complementaban de una manera que nada tenía de enfermiza y sí muchísimo de creatividad llevada a extremos casi sobre-humanos.

En esto Bécquer se acerca a la concepción de Homero, de Hesíodo y de otros autores clásicos de nuestro pasado cultural más antiguo que tenemos muy bien documentado pese a las lagunas existentes en tantas y tantas obras como nos han llegado incompletas, caso del “De Lingua Latina”, que tanto hemos usado en nuestros textos en este espacio de La Opinión de Málaga, o que ni nos han llegado.

Ellos, latinos y griegos clásicos, creían firmemente que existía una divinidad que aconsejaba e inspiraba a los seres humanos en sus sueños, y hasta les podía susurrar obras y poemas enteros. Y entre otros pueblos de la Antigüedad, como egipcios o asirios y mesopotámicos, no faltaban deidades, mayores o menores, que eran protectoras del sueño. El enano Bes, por ejemplo.

3.- Está en el aire algo que desearíamos poder dejar concretado en este texto de hoy, porque en días sucesivos tendremos que en-gavillar muchas de las cosas que hemos ido dejando sueltas o sin concluir del todo en entradas anteriores. Se trata de lo que sigue: sea cual sea la valoración que se haga de la “realidad” de la vida de vigilia de los seres humanos, y de esa “otra realidad” de la vida onírica, lo que parece indudable es que si por una parte los hombres, como ya dijera un clásico, somos seres a medio camino entre las bestias y los dioses.

Hay una parte en nosotros, los seres humanos, ( y anoto: cuando escribo “los hombres” hago un uso clásico del término, donde se emplea para referirse al género humano en su totalidad, y no entro en esa a veces tan absurda disputa de “lo masculino” versus “lo femenino” en el lenguaje: Si nos ponemos así, ahora yo podría hacer la observación de que la palabra “mente” tiene género femenino y la palabra “sexo” lo tiene masculino, y a nadie en su sano juicio se le ocurre pensar que sólo las mujeres tienen mente, (y, ¿carecen de sexo?), y son los hombres quienes, careciendo de mente, ¡sólo tienen sexo! ¡Santo Cielo!), una parte, decía, que nos mantiene como en una zona fronteriza.

Dicha zona fronteriza se encuentra a medio camino entre vigilia y sueño. Es real, no irreal como muchos podrían pensar. Y más: hay estados de consciencia, que han sido observados en muchas ocasiones por distintos tipos de personas, desde investigadores de estos temas en la actualidad, como misioneros y viajeros curiosos en el pasado ya no tan lejano de las antes llamadas “Indias Occidentales”, o sea, Las Américas, donde ocurre que se dan casos de sujetos que durante un tiempo están como despiertos y dormidos a la vez.

Lo observaron misioneros españoles en los siglos XVI y XVII, y así lo dejaron escrito en sus Crónicas y otros tipos de referencias entregados al papel y llegados a nuestros días. Y lo han observado, esta vez ya con deliberada intención de estudiar el caso, investigadores de la actualidad, en especial a partir de la segunda mitad del pasado siglo XX.

4.- ¿Se encontraban esos indios de la América del Sur en ese estado que se llama “ensoñación” en El Vedanta? En esos textos se afirma que hay tres formas de consciencia, la de la vigilia, la del sueño, y la de la ensoñación, y que no deben confundirse. Es posible que fuera así. Y es seguro que a esos estados intermedios entre vigilia y sueño se puede acceder de diversas maneras: la más fácil, mediante la ingesta de determinadas sustancias; posiblemente es la que solían usar los indios de Las Américas. Es también la que han usado muchos europeos, en especial durante la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo del XX. Personalmente no recomiendo esta vía. La misma Poesía es mucho más potente que cualquier alucinógeno, o enteógeno, si somos capaces de servirnos de ella de manera muy específica e interiorificante.

Pero no es la única forma de acceso a esos estados: mediante la meditación, se accede a ellos de manera voluntaria, y mediante la intensa concentración en algún tema, de manera involuntaria muchas veces. Una tercera vía, intermedia entre meditación y concentración en un tema, consiste en mantener la atención fija en un objeto, de manera constante y deliberada, y de ese modo se puede uno, por así decirlo, cuasi-hipnotizar a sí mismo. Incluso podemos caer en el sueño directamente usando ese método, por lo que se debe recomendar, a quienes lo quieran poner en práctica, que lo hagan en lugares y con personas donde sepan de antemano que están completamente seguros. Y si se está a solas, lo ideal es hacerlo sentados en una alfombra o un buen sofá, o en la cama directamente.

¿Qué se experimenta en ese estado de ensoñación? Eso, es algo absolutamente personal. Se puede experimentar un sinfín de cosas, de emociones. Se pueden vivenciar hechos del pasado, por ejemplo. Se pueden vivir imaginarios hechos venideros, pero lo que ahora nos interesa de todo esto no es su práctica, sino la reflexión sobre lo que teóricamente estas cosas, que está a nuestro alcance probar y comprobar cómo y cuando queramos, pueden dejarnos traslucir sobre lo que es la consciencia humana, y lo que es y no es eso que llamamos “realidad” :  un “algo” mucho menos real de lo que creemos, y algo mucho más ficticio de lo que solemos pensar. Y, desde luego, algo que está aún sujeto a investigación. La Física no se ha convertido en una Mística, ni mucho menos. Pero ha ayudado a constatar que detrás de lo que llamamos “materia” hay mucho, muchísimo más de lo que se pensaba. Y en amplio sentido de las cosas, considero que esto es ya de por sí bastante consolador, pues si sólo hubiera lo que vemos y lo que nos dicen algunos, más no valdría no haber nacido.

Una respuesta a «Las Fronteras de Lo Real»

  1. Como veremos, Ken Wilber, en su «Después del Edén» (Editorial Kairós, 1ª edic. 1995), que es como dice el propio autor «Una visión transpersonal del desarrollo humano», y obra que comentaremos, altera un poco, o traduce de otras fuentes, la visión del Vedanta que sobre vigilia, sueño, ensueños se ha dado antes en nuestro texto. Lo comentaremos oportunamente.

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