1.- En una carta a José Castillejo escribió esto Giner de los Ríos, hacia 1906 : “Esperar muy poco y trabajar como si esperásemos mucho”. Esa frase revela un estado mental positivo, sin duda intrínseco a la voluntad, aunque tal vez extrínseco a la inteligencia. Un estado mental que luego marcaría aún más A. Gramsci. Pero ya lo había escrito don Francisco Giner, como señala Jorge Riechmann en su ensayo “Resistencia de materiales” (Ediciones de Intervención Cultural, 2006), que es de donde tomo la cita (pág, 132). Al final de los textos de esta serie, y antes de retomar tanto el lenguaje como la poesía, quisiera volver sobre esa frase del “mucho trabajar sin mucho esperar” y sobre el libro de Jorge Riechmann. Por ahora, sigamos proponiendo piezas de este particular puzzle. Y conste: nuestro objetivo todavía sigue siendo el poeta y pintor, el viajero de la mente y genial visionario que ha sido, casi en nuestros días, Henri Michaux.
2.- Y en un maestro de la meditación oriental como es S. Rimpoché, leemos:
«El objetivo de la meditación es despertar en nosotros la naturaleza celeste de la mente y hacernos ver lo que somos en realidad.» /…/ » Estamos fragmentados en muchos aspectos distintos. No sabemos quiénes somos en realidad, ni con qué aspectos de nosotros mismos deberíamos identificarnos, ni en cuáles deberíamos creer. Hay tantos sentimientos que luchan por el control de nuestra vida interior, tantas voces y dictados contradictorios, que nos dispersamos por todas partes y en todas direcciones y nadie se queda en casa.»
(págs. 15 y 16 del librito «Meditación», de Sogyal Rimpoché. Edición de José J. de Olañeta. 1998. Traducción de Ángela Pérez).
El objetivo de este tipo de “meditación” es según eso, y ya se dice desde el inicio mismo del libro, «llevar la mente a casa». Y en cuanto a los poetas y creadores, buscadores de respuesta o de caminos, el objetivo de la poesía es al menos doble: hallar al «hombre interior», por un lado, y «construir el verdadero mundo habitable por seres humanos», por otro. Ese mundo, desde luego, no es el que hoy vivimos y conocemos. El mundo no está bien hecho: de ahí también el grito que contra él lanza el ser humano desde muchas de sus manifestaciones. H. Michaux podría ser un ejemplo válido. Como podría serlo, desde otras perspectivas, un poeta muy joven de quien también nos ocuparemos: Lucas Martín
3.- Lo de “llevar la mente a casa” nos recuerda cosas. Por ejemplo, una de esas frases lapidarias de algunos pensadores, como Blas Pascal, que decía algo así como que “la mayoría de los males que nos vienen a los seres humanos se deben a que no hemos aprendido a quedarnos en casa”.
Cito sobre recuerdos, la frase posiblemente tenga otras palabras, (y no me refiero a que esté expresada en francés), y sea más corta y más elegante. Pero la memoria del sentido de la frase del pensador galo no me falla. Y un griego, a quien en cierta ocasión le preguntaron sus compatriotas, mejor dicho, sus conciudadanos, (pues estamos ahora en la Grecia Clásica pre-socrática), por qué miraba tanto al cielo, respondió con esta breve pero intensa y memorable frase: “porque mi patria está en las estrellas.”
Por aquel entonces, en la época de Anaxágoras, el hombre no sabía aún que en un sentido muy literal estamos “fabricados” o hechos con “polvo de estrellas”. Pues que todos los seres de esta tierra somos en definitiva materia estelar, y esa es nuestra unánime condición por más que vivamos tiempos en que tal cosa parezca o un cuento de hadas. O uno chino. Pero el griego de que hablamos, del siglo V a. de C. y discípulo de Anaxímenes, ya intuye que “Todo está en todo”, ya introduce como principio básico de las cosas en su conjunto lo que en griego se dice “nous” y en castellano significa “pensamiento, mente”. Una de las frases más breves y claves que se considera suya es ésa que dice que “El espíritu lo gobierna todo.”
4.- “Esperar muy poco y trabajar como si esperásemos mucho”. La idea que ahí se expresa indica un espíritu de notable condición generosa, el alma de un hombre más dispuesto a darse al esfuerzo y trabajo por los demás, que no la de quien sólo busca maneras de reconocimiento y auparse por sobre otros. Pero lo que ahora nos interesa es otra cosa : la idea en sí. Hay una larga tradición que ha logrado que las ideas se vean como algo de naturaleza un tanto “ilusoria”. Es lo que suele expresarse con los conceptos donde aparece el adjetivo “ideal”. El ideal platónico, el ideal del perfecto patriota, el ideal del poeta. La mayoría de la gente cree que los ideales son puro humo, o menos. Y eso es un error.
Sin embargo hay aquí un indudable juego de dobles sentidos: por un lado, ciertamente las ideas platónicas estaban formuladas como “más reales” que sus sombras, que es lo que sólo se ve desde el fondo de la Caverna en la genial metáfora que tanto éxito ha tenido, pero a la vez como inalcanzables en tanto estemos en este mundo, es decir, en interior de la Caverna. Hasta cierto punto hay coincidencia no desdeñable, y salvados todos los abismos o distancias posibles, entre esta visión platónica de las cosas y la del “ferviente converso a la fe cristiana”, Pablo de Tarso, cuando afirmaba aquello de “ahora vemos como en espejo y por enigmas, pero luego veremos cara a cara”. ¿Ese “luego” se refiere a la vida después de esta vida, o realmente San Pablo esperaba en vida , en esta vida misma, esa “visión de lo trascendente”? No entraremos en cuestiones de teología, pero habrá que rozarlas de vez en cuando.
5.- Lo que nosotros aquí perseguimos es otra pieza, que si no es de “caza mayor”, tampoco creo sea desdeñable: las ideas deben tener en sí una determinada materialidad, pues si no la tuvieran, las observaciones y experiencias realizadas por R. Sheldrake no tendrían ningún valor. No nos referimos ahora a la materialidad de la idea expresada en palabras, fonemas o grafías, o las expresadas por signos visuales, pinturas o incluso gestos, que tienen todos un patente carácter material : se ven, se oyen, se pueden tocar y hasta reproducir.
Ahora nos referimos al “en sí” de la idea, a la idea como significado que apunta a una realidad, extrínseca al propio significado, en parte, y en parte también intrínseca. “Eso”, las ideas deben tener cierta “materialidad”. Y si la tienen, la mente donde dichas ideas se instalan unas veces o de donde nacen otras, sin duda tendrá a su vez también una determinada materialidad. En conclusión : es muy posible que Henri Michaux llevara razón cuando habló de “la materialidad de la mente humana”. Esto, obviamente, daría un vuelco a muchas cosas y nos obligará a aportar más textos y datos probatorios de lo que se está afirmando, aun cuando se afirme de momento nada más que como hipótesis. Y una advertencia: esto, todo esto, en absoluto reduce a cero a los espiritualismos y las creencias. Simplemente, nos estamos moviendo en otros niveles, (“¿inferiores?”), del ser.
6.- La visión de la Tierra como una entidad viva, donde todo está conectado con todo, y donde los fenómenos y sucesos, las cosas que ocurren, las edades o eones que la Geología primero descubre y luego estudia, y las hipótesis que luego se convierte en teorías (porque van adquiriendo mayor consistencia), como es la Teoría GAIA, que ve en el planeta lisa y llanamente un ser con entidad propia, es algo que tendremos que conectar con determinadas “visiones del arte” que, o son sólo producto de mentes enfermas, o tienen bases reales que deberemos considerar.
Desde luego, la posibilidad primera, la de mentes enfermas, es algo que personalmente descartamos: sea cuál sea la razón de que “Todo está en todo”, son demasiadas las “casualidades”, (y más para quienes, como es nuestro caso, rechazamos la existencia del azar o la casualidad: todas las cosas ocurren por algún motivo, y aunque provisionalmente ignoremos la causa, las cosas no son casuales, sino causales, es decir, debidas a algo que no es mero azar), como para dejarnos atrás la búsqueda de explicaciones generales y universales de hechos en sí muy concretos y particulares. La mente asediada por visiones y búsquedas de Henri Michaux era una mente plena de una determinada “voluntad optimista”, como trataremos de razonar a partir de sus propios textos, a partir de sus propios “ataques” de ira, rabia, violencia para nadie salvo para él mismo, si acaso, dañinas: son sólo violentos desgarrones como de algo que se arranca del centro mismo del Caos y se lleva a forma, a visualidad plástica.
7.- Alguien podría ahora preguntar: ¿qué tiene que ver lo que hace como escritor, o pintor, o indagador de su interior, H. Michaux con la «teoría Gaia». Respondo: mucho. Tanto, que ese tipo de búsquedas, no ya solamente la de Michaux sino la de otros antes que él y otros también después, sólo cobran sentido pleno en el seno de una subyacente idea de que estamos en el seno de un Todo, y queremos saber cuál es nuestro papel en este «juego vida/muerte», o «dinamismo/inercias». O si se quiere preguntar de otra manera: ¿qué tiene que ver con todo esto James Lovelock? Y de nuevo se respondería que sí que tiene que ver, y mucho, caso de ser cierta su famosa y tan controvertida “Teoría Gaia”.
O eso, o se cae en el absurdo. Pero no hoy, ahora, no en la actual modernidad, sino desde el principio mismo de la propia Humanidad, allá en las primeras pinturas de las cavernas, y muchos siglos antes de esas pinturas: cuando ya había seres humanos de los que por el momento carecemos de constancias gráficas, pictóricas sobre todo.
Hay más: ese microorganismo marino, ( una de las especies de fitoplancton : la Emiliana Huxleyii ; Emily, en el contexto coloquial de los biólogos marinos), es uno de los responsables, (en el inicio ya bien avanzado de una cadena de sucesos, responsable, decía, de que H. Michaux pinte y dibuje, pueda indagar en su interior con tales o cuales sustancias, de que estas palabras estén aquí, lector, ante sus ojos, y de que haya vida en la Tierra tal y como la conocemos.
¿Somos acaso más importantes que «Emily»? Puede que le debamos, en buena medida, la propia materialidad que se le supone a nuestra mente, y, a partir de ahí, incluso que podamos hablar de «espíritu». Puede…, ¿por qué no?