Pintura y Alfabetos

29 May

Pintura-Alfabeto de Michaux

La construcción de un mundo donde la palabra impere como expresión de un interior volcado a la creación de eso que llamamos «poesía», o donde la línea y el color y las formas, (: ¿planas? Muchos cuadros tienen “maneras de profundidad” que integran una dimensión diríamos que “nueva”; Ya no estamos en una pura geometría, siempre  abstracta, sino ante el cuadro, la obra. Y hay modos ser “plano con matices”…), creen, o con-formen en el lienzo, la visión de eso que llamamos «pintura», es una tarea del espíritu antes que, o al mismo tiempo que de la materia con la que trabaja, «ab imo pectore», (es decir, » desde el abismo de su pecho»), el escritor, el pintor, el poeta… Todo artista en sus obras. Pero hay cosas por resolver, flecos que anudar. Y la tarea no es que sea larga: es que es bastante compleja, pues nuestra idea consiste ahora en recorrer territorios poco hollados:  facere  iter non teritur, que es como decir : “recorrer un camino antes no pisado.”

Tal tarea espiritual se libra primero en el interior del poeta, del pintor, del artista. O del «captador de formas con la cámara», (hablo del cine : aún no sé que será de él, ante tanta imagen emergente), y se libra desde una doble manera de cárcel que, a la vez, es trampolín de saltos, catapulta al vacío en busca de un espacio nuevo: la cárcel de la carne y la de las rejas del lenguaje.

Y anoto al paso: la palabra “espiritual”, de tanto como se abusado de ella, comienza a estar en declive en muchos contextos. (Y es grande lástima, porque con “espíritu” se decía mucho… Hoy, con la misma palabra, se elude y se falsea mucho más, me temo).

Con la carne o desde ella se percibe el mundo, pero a la vez se llega a rechazar lo percibido: cuando el espíritu interior no acepta las formas y estructuras vigentes en ese mundo. Y la lucha con el lenguaje mismo es la del que se asoma a un agujero no para sumiese en él y hundirse por siempre, sino para llegar al fondo de las cosas que nos parecen dar, sobre seguro, su propia realidad cuando nos la están ocultando. El lenguaje debe ser domado para que diga aquello que se ahorma con el espíritu desde el que el artista grita o niega o asiente o sueña o se eleva o se hunde. De la necesaria doma “del mezquino idioma” ya habló Gustavo Adolfo Bécquer, como recordamos todavía muchos.

Estas cosas son así porque el mundo está sólo hecho a medias. No creo que sea cierto aquello de «el mundo está bien hecho», de don Jorge Guillén, si mal no recuerdo. Tampoco es cierto que haya que destruirlo para reconstruirlo de nuevo. El mundo tiene que logra ser un todo completo a través de la tarea suprema del espíritu. Y ese es el tema “actual” del Arte.

Remarco el adjetivo “actual” porque cuando los seres humanos no estaban inmersos en un tipo de estructura social donde lo que domina es un doble modo de mercadeo: el del lenguaje “correcto”, (: para el Poder), y el del sometimiento a las leyes económicas de un Mercado totalizador, el individuo ya no es “miembro” de tribu o grupo realmente humano alguno, sino que es una pieza, siempre desechable y re-emplazable por otra: ha perdido la capacidad de la real nombradía. Es sólo número, apenas es nombre, y sufre en su interior lo que le late de humano. Y contra esto se alza el arte moderno, a diferencia, (¡a siglos de diferencias!), de aquel otro arte que muchos llaman “primitivo” y donde lo ritual y la integración de cada miembro de la tribu en el grupo eran algo consustancial y realmente vivo. Esa riqueza del espíritu nosotros, los habitantes de un mundo que pomposamente llamamos “primero”, la hemos perdido en algún recodo del camino y dicha pérdida sólo es percibida por algunos. Uno de ellos era Michaux.

Y en este tipo de mundo eso que llaman “democracia” es, como mucho, una meta, algo a lograr. En realidad vivimos, en este “primer mundo”, en el auge de una muy especial “plutocracia”. Muy especial, decimos: porque hasta los muy ricos pueden caerse al abismo único que se contempla como verdaderamente indeseable: el de la miseria. Decir estas cosas son precisas, creo, para lograr un más pleno encuadre de la singular tarea creativa e indagadora de mundos interiores de Henri Michaux.

Los Alfabetos en el Lienzo

Construye un modo de alfabeto que quiere destruir el sentido muerto de lo dicho, fuera ya de todo posible canto. Y ajeno al “cántico” por su naturaleza de imposibilidad comunicativa “real”. Las lenguas no son La Lengua. El Lenguaje es abstracto : se trata de una capacidad ante todo, pero las  lenguas son falseamientos de «la lengua universal». Que sea hebreo, inglés, griego, español o chino, poco importa: se ha de buscar como se busca sobre el lienzo la pintura que llegue a decir, más allá de toda cosa “re-presentada”, la “cosa presentada» : como recién salida del naufragio infinito del ser en la nada. El hombre en su esencia es único y en el seno de una sociedad alienante es “materia de locura, desecho de mercado”. Y de ahí nace uno de los gritos de H. Michaux. O eso creo ir entendiendo cuando le leo ( o contemplo sus pinturas sobre el papel) y medito un poco. Con esta certeza: en cuanto descubra que en algo me perdí, que en algo erré, rápida será mi rectificación ante ustedes, quiero decir en este mismo espacio.

Así veo (por ahora, y en parte) a H. Michaux ante el lienzo o la escritura. Vean esto que escribe en “Pensando en el fenómeno de la pintura” (1946) :

“Existe una especie de fantasma interior que deberíamos poder pintar en vez de la nariz, los ojos, los cabellos que se encuentran en el exterior…, a menudo como suelas.”

Y antes de esas palabras ha escrito oras donde recuerda que Chesterton, poco convencido por las pinturas de paisajes campestres y de las vacas en los pasisajes campestres, decía: “Lo que yo hubiese querido es pintar el alma de la vaca”. (Las citas están ambas en la página 80 de  “Escritos sobre Pintura”).

De lo “sur-real” aún queda, en esta obra que se instala en el “asesino siglo XX”, la esperanza de la vigilancia constante, y la certeza de que Freud era sólo un tímido inicio del “fantasmismo” que quería pintar H. Michaux. Y además de ser ese tímido inicio, en cierto modo también ha sido Freud un muy certero camino desviado de cuanto hay en la psique humana: a tenor de lo que algunos de sus discípulos hicieron después lo digo.

La Poesía es un sueño lúcido, como casi todo el Arte. Los sueños de cada artista, de cada ser que los detenga en su mente y contemple sin tratar siquiera de entenderlos y mucho menos de analizarlos, son puntos de partida que permiten al creador impasible contemplar el mundo como un campo de experiencias donde lo particular se disuelve inevitablemente en «obra hecha».

Soy plenamente consciente de que todo esto está en agraz. Pero pasará a este espacio con mayor consistencia. Mientras, no me resisto a fijar ya una “cabeza de playa” para entrar en ese territorio, casi vedado, de lo nuevo. La búsqueda es ésta: si la mente fuera también “materia”, ¿le afectarían inevitablemente las leyes de la Termodinámica, alguna de su leyes al menos?

La cuestión que en esa pregunta queda planteada no es ni una extravagancia, a mi entender, ni tampoco algo imposible de abordar, indagar y hasta responder. Aunque se trate en principio de una inicial respuesta mínima, casi a modo de hipótesis. Por lo pronto lo que se irá haciendo es esto: por una parte, continuaremos en un par de textos más, no muy extensos, entrándonos en algunos aspectos de la obra (poesía, pintura, ideas) de H. Michaux. Y por otra, seguiremos ese hilo de Ariadna de la pregunta sobre la mente y su posible dependencia de leyes de la Termodinámica. (Et venite ergo mecum, Ditis Domina!).

4 respuestas a «Pintura y Alfabetos»

  1. Olvidé añadir en una nota la referencia bibliográfica completa del libro «Escritos sobre Pintura» de Henri Michaux. Ahora subsano mi olvido y paso a dar las oportunas indicaciones.
    Autor…- Henri Michaux
    Obra….- «Escritos sobre Pintura»
    Edición, Traducción y Prólogo de Chantal Maillard
    Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos
    Librería Yerba
    CajaMurcia

    Murcia, 2000

    Toda vez que esta entrada no será la única sobre este singular poeta, pintor y ensayista que gustaba decir de sí mismo ser «un belga de París», y está en nuestro ánimo demorarnos en el excelente Prólogo de Chantal Maillard, en entradas o posts sucesivos cumpliremos con ese precepto básico del Derecho Romano: «ius suum cuique tribuere» : «dar a cada uno lo que en justicia le corresponde», sería mi traducción algo libre del conocido principio.
    Gracias.

  2. Perdone el autor del artículo, pero ¿a la primera frase no le falta el predicado? Porque un servidor entiende que lo que sigue tras el sujeto («La construcción de un mundo»), son oraciones subordinadas («donde la palabra impere como expresión de un interior volcado a la creación de eso que llamamos “poesía”, o donde la línea y el color y las formas, (: ¿planas?»).

    • Creo que no le falta nada, señor Botín. En «(¿planas?)…, no acaba la oración inicial del texto al que usted se refiere. Si me dice usted que se trata de una prosa muy, o algo, o demasiado «barroca», yo le diría que lleva usted toda la razón del mundo. Pero por lo que leo en el texto, luego de ese ¿planas? sigue la oración, y queda completa. Lo revisaré de todas formas, y como ya sabe usted de mí por anteriores veces en que me ha hecho observaciones, si veo razón en lo que usted dice, naturalmente que se la daré. Y por escrito y públicamente. Y si no veo razón, le explicaré mi postura y nada más. Le agradezco mucho que me lea, y mucho más que me haga comentarios: uno aprende más de los demás que de sí mismo, en muchas ocasiones. Al menos en mi caso, es así. Cuando yo era profesor de Lengua y Literatura Castellanas, sé que prendí mucho más de mis alumnos que no al revés. Gracias. Y le ruego que revise su lectura de mi texto.

  3. Pues creo que no falta nada, señor Botín. Si lee atentamente el texto, (que, en eso estaría de acuerdo con usted, es deliberadamente complejo y «barroco»), podrá ver que el nudo de todo ese «aparente galimatías sintáctico» es éste: «La construcción de un mundo /…/ es una tarea del espíritu». A mi enteder, como le he contestado ya en e-mail, (que estará en su poder si no ya, a faltar poco sí), el texto que usted cita no acaba en (¿planas?), sino que sigue algo más, yo diría que bastante más, y eso puede confundir. Es el problema de la prosa barroca o simplemente compleja: que puede ser correcta, y creo que la que he usado lo es, pero ya no es moda y desde luego obliga a lectura muy atenta.
    Sí detecto en cambio una errata, mía, que usted verá también si tiene la bondad de releer con atención. Es la siguiente: en el paréntesis primero, detrás de «nueva», debería haber un punto y seguido porque la continuación está iniciada con mayúscula: «Ya no estamos en… etc., y en cambio lo que se me escapó es un punto y coma. Ésa sí creo que es una errata, un descuido, y desde luego no es de nadie sino sólo mío, Le ruego que lo compruebe también, señor Botín.
    Y le reitero mi gratitud por sus comentarios: me enseña a ser cuidadoso, que muchas veces no lo soy como debiera. Y me da una gran alegría: usted lee lo que escribo, y eso me satisface. Y, se lo aseguro, no por vanidad, que creo he ido dejando a lo largo del camino en gran medida, sino porque la realidad es que, salvo excepciones, se escribe para ser leído alguna vez.
    Gracias, señor.

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