Eternidad número 3

19 May

Juan Gaitán, Escritor y Periodista

ETERNIDAD NÚMERO 3

A José Antonio Muñoz Rojas

El poeta no quiso esperar a octubre,

quizás por una cuestión de pudor.

El poeta consumió septiembre,

que es mellizo de abril,

y luego se fue porque quiso

o tal vez porque había

una voz que le llamaba,

que le mostraba otra luz

nunca antes recorrida

pero siempre intuida

en el verso,

el verso limpio

al que se le podía mirar

porque allí estaba,

entero y cierto,

dando con humildad de labrador

trascendencia espiritual a los objetos.

El poeta, que era telúrico y profundo,

no quiso esperar a octubre

y se hizo a la luz,

a la etereidad

y a la eternidad,

como una palabra

que de pronto vuela.

El poema que tiene el lector ante sí pertenece al poemario inédito de Juan Gaitán que se titula “Libro de Familia.” “Eternidad número 3” es el texto poético que pone fin a la primera parte de esta obra de J. G., que entiendo está dividida o al menos se puede ver como organizada en dos partes: la primera sería la que conforman los textos que se agrupan como “Parientes próximos”, y la segunda es la que el autor, J. Gaitán, denomina “Primos lejanos”.

Del libro en su conjunto ahora sólo nos ocupamos de este texto, el dedicado a José  Antonio Muñoz Rojas, y en posterior entrada veríamos ya otros tipos de textos poéticos que van a ser, en nuestra opinión, claves para bien ubicar la alta calidad poética que anima (anima: le es alma) a toda la obra de J. Gaitán. De modo que esta entrada, junto con la anterior y las que seguirán, en realidad van a constituir un todo. Lo ponemos así dividido por razones de atención para con el lector: dar de una sola vez todo lo escrito en torno a unos poemas parecería, (o podría parecer), una manera de abusar de su tiempo.

“Eternidad número 3” es un poema que busca, con un modo de delicadeza que se diría que se quiere esconder casi, dar un perfil claro y preciso de la tarea poética a la vez que de la persona que es José Antonio Muñoz Rojas. Las palabras, los versos del texto poético se deslizan como lo haría un velero sobre las aguas de un mar en calma, no con las estridencias de motores de un buque que lleva en su interior calderas y un infierno de ruidos, sino con ese elegante porte del navío de tan sólo dos palos para el velamen y el airoso bauprés que, con los foques, permite ceñidas al viento. ¿Acaso no quiso ser así también el propio poeta, J. A. Muñoz Rojas, en su vivir cotidiano? Que aunque no siempre querer sea poder, siempre el querer es más alto en el ánimo, pues el espíritu acaba imponiéndose a las circunstancias.

Si los poemas fueran navíos, “Eternidad número 3” sería una ágil y bien arbolada goleta. Así lo visualizo, a la vez que recorro con la memoria versos de José Antonio Muñoz Rojas, versos vertidos sobre la página como una música que busca también un modo de delicadeza y apenas busca a veces ser nada más que algo como el sonido del viento entre los olivos :

Las Palabras

“¿De dónde vosotras? /…/ ¿Cómo os llamaré? /…/ Aguas sois y todo y más, sosiego y alivio sois, encendimiento sois. Y todo y más. Si digo hermosura del mundo no hago más que entreabrir el postigo a su temblor, y en la carrera abierta al gozo, apenas cubro la primera jornada. Lo que queda es el polvillo de la creación, cuando el espíritu flotaba sobre las aguas y ya estaban escritas las lineas misteriosas, que luego serían palabras, músicas y colores, que harían por siempre la vida y la palpitación de cuanto existe.”

Pienso que Juan Gaitán ha sabido captar la esencia de la poesía de Muñoz Rojas y ha querido, ignoro si de manera del todo consciente, (que eso es algo que en poesía nunca se llega a saber, a veces ni por el propio poeta), trazar en el poema que le dedica una singladura muy particular, pues resulta que se ciñe Gaitán a lo esencial en la obra del antequerano, y busca entresacar, de entre todos sus perfiles, los del poeta universal que naciera un 9 de octubre de 1909 en la antequerana “Calle del La Carrera”, entresacar digo, aquello que más nos lo pueda mostrar como poeta que se acerca a lo místico sin ceder a misticismo alguno, como no sea lo puramente contemplativo del hombre enterizo que sabe que un día ha de mirar de frente a la eternidad.

Tal vez por eso habla Gaitán de esa “... voz que le llamaba / que le mostraba otra luz / nunca antes recorrida / pero siempre intuida / en el verso…

Y tal vez por eso dice que era “telúrico y profundo”, y que “... se hizo a la luz / a la etereidad / y a la eternidad, / como una palabra / que de pronto vuela.”

Y tal vez por eso escribe Juan G. en su magnífico poema-homenaje a José Antonio estos dos tan rotundos versos:

“… dando con humildad de labrador

trascendencia espiritual a los objetos.”

Tenemos pues que un poeta, (J. G.), ha sabido ver en otro, (J. A. M. R.), lo esencial de  la Poesía que en cada obra y poema yace. Unas veces patente, como en  tantos de Pablo Neruda, y otras veces sólo latente, como ocurre con no pocos de Juan Ramón Jiménez, de Emilio Prados, o del propio José Antonio Muñoz Rojas.

He escrito eso de “...ver lo esencial de la Poesía que en cada obra y poema yace” porque tengo la certeza de que, si bien Poesía es sólo Lo que Es y su definición siempre acaba en el fracaso, en cada obra de creación a través de la palabra hay un “aquel aquello poietikós” que es cosa personal y absolutamente inalienable en todo creador, de todo lugar y lengua, y de todo tiempo.

Pregúntense ustedes, si les parece, esto que voy a sugerir: ¿quién creeríamos que entiende más y mejor a Homero, un genio de la Literatura como es Jorge Luis Borges, a la distancia de bastantes siglos, o un griego de la época más cercana a La Iliada que oyera, como de paso, sonar un arpa y recitar unas palabras?

Si el griego imaginado no era ni poeta, ni arpista, ni lector, ni amigo del canto y de la música y las historias que a su compás se cuentan, ese griego imaginario no podía entender a Homero como Jorge Luis Borges aunque nadie tuviera que traducirle las palabras cantadas al son del arpa.

La razón es clara: la poesía contiene en sí el supremo misterio de la palabra que nombra y sitúa, en el tiempo y en el espacio, ese misterioso “algo sin nombre antes” que hay en todo cuanto existe. Y ese misterio de la palabra es lo que hemos querido resaltar ahora de la obra Muñoz Rojas, ( de ahí que hayamos recurrido a esas palabras suyas sobre “Las Palabras”), y ese perfil de contemplador enterizo, y de nombrador con nombradía propia, es lo que, en mi modo de ver estas cosas, creo captar en el poema de Juan Gaitán que ahora estamos comentando. Poema que “parece” fácil, pero texto que esconde en sí valiosa visión del mundo sobre la que se habrá de volver. Porque resulta que es en el verso, en la palabra, donde acaba por hallarse al hombre, por encontrarse su esencia, y poema y poeta se funden y confunden como metales puros que entran en fértil aleación y cobran formas impensadas antes. Que eso es la creación por la palabra. Ya lo veremos cuando abordemos aún más el texto.

Porque en definitiva el lector frente al texto literario, y más si dicho texto es poesía, lo que pone en práctica es un modo de abordaje. Quiere llegar a la esencia de lo que lee y quiere descubrir la razón de lo que le hipnotiza. Y eso supone una lucha interior, un combate que libramos en el alma misma en tanto estamos leyendo y releyendo lo que otro, con sus palabras, nos propuso. Que todo texto al cabo es, además de una obra, una propuesta.

Recuerdo haber leído, no hace mucho, en una obra en verdad muy iluminadora, (“Imágenes y Palabras”, de Emilio Lledó), y a la que más adelante tendremos que acudir, que el siglo XIX había sido antes que otra cosa el siglo de la preponderancia de la “consciencia histórica”, en tanto que durante el siglo XX lo que se ha alzado como más determinante ha sido, -y aún lo es : el siglo XXI está aún por definirse-, la “consciencia lingüística”.

Esto es algo que a estas alturas de los tiempos podemos aceptar con la seguridad de que nos marcará un camino por donde transitar sin grandes sobresaltos cuando nos queramos hacer cargo de los valores y las cargas significativas de los textos creativos (poemas, poesía, literatura) que queramos entender. Y todo ello, sabiendo que para entender hay un inevitable camino, (si exceptuamos el de la “común-unión, o comunión, del tipo ósmosis), y es el de la interpretación. En cierto sentido ( son palabras de Lledó) “interpretar es vivir”.

Todo poeta sabe que su obra es “abierta”, y contiene una especie de “athanaton sperma” (seguimos citando, aun cuando aún de memoria, a E. Lledó), esto es, una especie de “semilla inmortal e infinita”. Es obra abierta a un sin fin de lecturas, pues en el fondo lo que la obra propone, tras de haber el poeta establecido un “diálogo interior” con su íntimo espacio espiritual y con el mundo que de afuera le viene y a veces hasta le hiere, tras de eso, el poeta busca la expresión y con ella abre el diálogo “con el otro” : el lector. Pero dejemos las citas recordadas y vamos mejor a las palabras exactas que nos van a ser muy precisas para dejar encajado y en su lugar más justo lo que con-forma la palabra poética de Juan Gaitán.

Nota.- Pensaba que en dos o tres entregas podría abarcar lo que de cada poeta, o por mejor decir, de cada poema quería decir. No es posible: es poco el espacio que me marqué, así que seguiremos con este texto, donde hay algo creo que interesante de resaltar, y que es esa identidad sugerida   por el autor, Juan Gaitán, entre  el verso o el poema y el poeta mismo: es uno de los centros de atención de la propia Filosofía del Lenguaje. Volveremos sobre ello.

3 respuestas a «Eternidad número 3»

  1. Con esta forma de desentrañar los textos, es sumamente fácil amar la literatura, y en particular la poesía.
    Seguiremos pendientes de tus análisis literarios.
    Saludos

    • Querida amiga (permite que te llame así: tu comentario al texto me da pie) creo que te puede interesar lo que sigue del poeta ( y gran amigo mío) Juan Gaitán, que acaban de poner el los blogs de La Opinión de Málaga.
      Juan además publica todos los viernes, y es gran periodista. Es agradable ver que lo que se escribe se va leyendo.
      Gracias, y hasta pronto

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