Donde se cruzan Sueños y Pensamientos

21 Abr

Sueño de Jacob

Introducción aclaratoria.-

El título de esta entrada se inspira, de manera deliberada, en el de un libro de Taisha Abelar, “Donde cruzan los brujos”, que en el año 2001 iba por la 7ª edición, siendo la primera de marzo de 1994. Tiene una Introducción de Carlos Castaneda. Por el momento, ni los libros de C. Castaneda, ni de sus “discípulos” o seguidores Florinda Donner y Taisha Abelar, ni otros de similar orientación serán objeto de tratamiento en esta primera fase de abordaje de los sueños, que estamos haciendo aquí, en este blog. Tal vez se haga una excepción en el caso de la doctora en psiquiatría, y autora de un libro muy curioso titulado “Entrar en el Círculo”: Olga Kharitidi, la autora, escribió el libro en 1996 y se tradujo del ruso al español en ese mismo año. Relata una experiencia personal muy interesante, pero que sólo roza, o si acaso confluye parcialmente, con el tema que nos ocupa.

Los otros autores antes citados sólo serán objeto de nuestra atención cuando se aborde el tema del chamanismo, desde la Prehistoria, (en un estupendo libro de Jean Clottes y David L. Williams, “Los chamanes de la prehistoria”, en Ariel), hasta la actualidad. Aquí y por ahora los únicos “brujos” que aceptamos son esos que se llaman Sueños y Pensamientos. Y no está de más aclarar desde ahora que el tema del chamanismo lo abordaremos sólo por las más que posibles implicaciones que tiene en ciertos tipos de lenguaje cifrados, así como en el uso específico que ellos, los llamados “brujos”, hacen del soñar.

1.- Leer y aprender son cosas que podemos hacer por propia voluntad; pero no sucede lo mismo con el pensar. El pensar ha de ser estimulado, como el fuego por una corriente de aire, y sostenido por algún interés en el tema que está en juego. Este interés puede ser de tipo puramente objetivo o solamente subjetivo.”

Arthur Schopenhauer, en “Pensar por sí mismo”. Al final de esta nueva entrada procuraré dar las referencias bibliográficas exactas de los textos que vaya utilizando. De ese modo, citado sólo autor y obra en el decurso de nuestras palabras, entiendo que facilitamos la tarea lectora, y sólo los expresamente interesados en las fuentes que se hayan usado, tendrán al final los datos precisos.

El texto de A. Schopenhauer podríamos ahora utilizarlo para iniciar una crítica de nuestros sistemas de enseñanzas, pero el objetivo ahora es otro muy diferente. Y más grato aunque quizá también sea, o lo parezca, menos necesario. Advierta el lector que he escrito en plural lo que nombra a los sistemas de enseñanzas que en nuestra breve historia que va del antiguo Bachillerato con dos Reválidas, (una, al acabar el 4º curso; la otra, al acabar el 6º), seguidas de un curso que entonces se llamaba Pre-universitario y del que uno se examinaba fuera de su centro de estudio, ya se tratara de centro privado, público, religioso o laico, siempre y cuando desde dicho centro se le hubiera a uno dado el pase a lo que hoy se llama Selectividad.

Ese plural, -y termino esto, so pena de meterme en lo que quiero evitar: la crítica a los sistemas de enseñanzas hoy en boga-, se justifica en la enorme cantidad de idas y venidas, de vueltas y revueltas, y de ahora esto luego lo otro que cada tres por tres los regímenes de poder han tenido a gala ir haciendo desde sus centros de decisión. Hemos tenido en esto más meneos y saltos que los que tenía la famosa ardilla en la fábula, que creo recordar se llamaba “La ardilla y el caballo”, de Tomás de Iriarte.

Algo semejante ocurre con los sueños: no caen, en principio, bajo nuestro control. Soñamos la inmensa mayoría de las veces como digerimos o como respiramos, sin la intervención directa de nuestra voluntad. Pero esto no siempre es así : he conocido casos de personas que han logrado en esto del control voluntario de su soñar auténticas proezas. Ya hablaré más adelante de dos de ellas, Silvia y Mercedes, que eran amigas y fueron un tiempo alumnas mías. Y si ellas o alguna de ellas lo desea, se dé a conocer con más detalles y precisión, que no soy yo persona de poner en los papeles a otros sin su previo consentimiento. Incluso los nombres (Silvia, Mercedes) podrían haber sido intencionadamente cambiados por mí ahora, pese a recordarlas bien, pues no sólo eran excelentes personas sino que además, con sus auténticos logros en los sueños, me dejaron francamente admirado. Luego de años de práctica nunca pude hacer cosa tal.

Diré qué fueron capaces de hacer con sólo haber tomado de mí, (en las clases donde dedicaba yo algún tiempo a tratar de enseñar un mínimo control de los sueños), unas notas muy simples. Con esas notas elementales, y ya ellas por su cuenta, lograron ser capaces, cada noche que se lo proponían, continuar el sueño de la noche anterior retomándolo donde lo habían dejado, y así durante días. Y además, en el sueño estaban las dos juntas, quiero decir que soñaban el mismo sueño cada noche. Y todo eso lo llevaban a cabo como un simple acto de voluntad que ambas, de común acuerdo y por su cuenta, se propusieron. Y ahora le planteo al lector de esto si hay o no hay motivos para afirmar que ciertamente existe lo que en anterior entrada en este “Palabras, bosques”, de La Opinión de Málaga llamé “inteligencia onírica”.

Naturalmente haré otras reflexiones conducentes a llevar al ánimo del lector la base no desdeñable de esta hipótesis aquí propuesta: es una realidad eso que llamamos “Inteligencia Onírica”. Aun cuando todavía la Ciencia que estudia la mente humana no la haya detectado o reconocido. Mas todo llegará: hay tecnología para hacer eso y más.

2. Decía Gastón Bachelar algo así como que era una tarea primordial de los poetas “des-aferrar en nosotros una materia que quiere soñar”. Creo recordar que la frase de Bachelar, autor de libros tan interesantes como “La poética del espacio”, entre otros, tendía a proponernos que lográsemos, con nuestras actividades del espíritu, (como la poesía, por ejemplo), “liberar esa materia” que sub-yace en cada uno de nosotros, y que es preciso dejarla soñar. Si es casi literalmente cierto que nuestro organismo físico y biológico está fabricado con materia estelar, como la misma Tierra que habitamos, como el Sistema en que la Tierra está inserta, como la totalidad del Cosmos que conocemos, no menos cierto es que nuestros pensamientos en gran medida están fabricados con la materia misma que los sueños. Pero es que además, y esto no se olvide, lo que Howard Gardner llama “Inteligencia Lingüística” y vincula directamente y de manera muy especia a la Poesía, otro autor de muy notable prestigio y fiabilidad, Albert Béguin, en su “El Alma Romántica y el Sueño”, lo pone en práctica en un estudio de gran interés y profundidad sobre poetas románticos alemanes y franceses que no tiene el más mínimo desperdicio. A. Béguin publicó la primera edición en francés de su libro en 1939. La edición que yo manejo desde hace tiempo es la segunda reimpresión, ya traducida al castellano, y es de 1993. Las fechas les darán sin duda a los lectores una idea de la constante demanda que sobre esta obra se mantiene. Y la razón entre otras cosas es para mí muy sencilla: sobre tratarse de un libro magistral, aborda un tema que tiene un interés tan extraordinario para el común de las personas, que son pocos los que conociendo algo del tema o simplemente estando interesados en el mismo, desdeñan la obra de Albert Béguin.

Y un autor muy dedicado a tratar estos temas, si bien de una manera que podría suscitar críticas en algunos sentidos que ahora dejamos de lado, Pierre Fluchaire, en su obra “La Revolución del Sueño”, escribe lo que sigue, y que tiene cierta relación en cuanto a lo que se hace posible en el mundo del sueño cuando lo tratamos de solapar con el del pensamiento y la voluntad de la vida de vigilia, y que antes ejemplificamos en el caso (real) de Mercedes y Silvia. Dice así:

“Voy a explicarles cómo mi padre descubrió un extraño secreto del cerebro: cómo acordarse soñando de las cosas, gentes y lugares de antaño, tal y como los vio y conoció él mismo, incluso de cosas que no recordaba. A esto le llamaba “soñar la verdad”, y por una larga práctica, había alcanzado en este arte la perfección”. (pág. 202. op.cit.)

El texto que cita P. Fluchaire es más extenso, pero para nuestros propósitos lo he dejado ahí: de algún modo creo que conecta con eso que vengo llamando “inteligencia onírica”, y que he ejemplificado con casos conocidos directamente por mí, y yo diría que incluso implicado (yo mismo) en ellos involuntariamente, y sobre lo que de momento poco más vamos a añadir, por no hacer en exceso extensa esta entrada.

3.- Debemos ir poniendo punto y seguido a esta entrada. Ahora me limitaré a tratar de engavillar algunas de las cosas ya dichas, y a poner al lector ante los datos bibliográficos que prometí ofrecer al principio: es tarea, la de adjuntar la bibliografía básica que use en estos textos del blog, que no quisiera dejar de poner en constante práctica. Tan necesario lo creo que, llegado un momento, y dadas las cosas que se pueden afirmar en determinadas ocasiones, los propios lectores lo exigirían.

Sin duda muchos de ustedes habrán tenido ocasión de conocer a personas que dicen “ yo nunca sueño”. No son muchas las que dicen tal cosa, pero las hay. Y sí que sueñan, lo que ocurre es que no sólo, – como nos pasa a la mayoría -, olvidan lo que sueñan, sino que además, quizá desde muy jóvenes y por razones contundentes, ( : pesadillas, por ejemplo), se acostumbraron a no echar cuenta de los sueños, a olvidarlos si es que al despertar les quedaba algún resto de recuerdo de lo soñado. De hecho, soñamos todos los seres humanos y buena parte de los no humanos por la sencilla razón de que la función onírica es clave para el normal desarrollo del cerebro, para la restauración constante de las células y neuronas, y esto desde que se nace. Los niños recién nacidos tienen que dormir mucho porque su organismo lo necesita para crecer y desarrollarse. Y los adultos tienen (tenemos) que dormir, a secas, porque de lo contrario se caería en la locura y finalmente en la muerte. No exagero.

Se han hecho pruebas ( que se sepa, no con humanos, aunque vaya usted a poner la mano en el fuego sobre estos particulares…) en Laboratorios de Sueños, y ya se sabe que el orden de cosas que nos son imprescindibles para continuar vivos y en estado saludable son primero el aire, respirar. Sin respirar podemos vivir unos pocos minutos, no muchos. Luego, el agua, beber. Sin beber nada de nada podemos estar días, tampoco muchos, pro ya no son minutos, ya son días. Luego, comer, los alimentos sólidos. Sin comer se puede sobrevivir digamos que un espacio de tiempo comprendido entre uno y dos meses. Habrá quizá casos excepcionales de personas que hayan sobrepasado esas cifras, pero serán pocas. Y el dormir/soñar se sitúa entre la bebida y la comida. El sueño ,en su fase llamada REM, es tan preciso que si a una persona sana se le colocan electrodos que se activen en cuanto vaya a quedarse dormido, aunque esté en situaciones óptimas de descanso, alimentación, cuidados varios y demás, si se le impide lo que se llama “conciliar el sueño”, primero se vuelve irritable, luego comienza a desvariar, más tarde aparecen síntomas de locura que se van haciendo más y más evidentes, y finalmente muere. Uno de los nutrientes elementales de la vida humana y de su cerebro se llama sueño.

También habrán conocido ustedes a personas que con gran facilidad recuerdan sus sueños, si no todos, buena parte de ellos. Son personas que esa zona de su cerebro inteligente la tienen más dotada o más activa que el resto. Y a no pocos les habrá pasado acostarse o irse a dormir con una duda o uno problema por resolver y encontrarse con que al despertar se ha despejado la duda; el problema se le aparece resuelto. ¿Qué serie de fenómenos, posiblemente de naturaleza electromagnética la mayoría de ellos, han tenido lugar en el cerebro del durmiente en tanto soñaba/dormía? Los que fueren. Eso, se está hoy día investigando de manera muy específica y directa en los centros de investigación y universidades de los principales países del mundo desarrollado, entre ellos el nuestro, España. A este tipo de personas que con facilidad resuleven problemas mientras duermen, despejan dudas, y tienen facilidad para recordar sus sueños, les considero poseedoras de una especial inteligencia onírica. Y añado: lo de recordar los sueños es algo que está a la mano de quien quiera tomar esa flor al paso por la vida. El método es muy sencillo, como la mayoría de ustedes sabrán sin duda. De todos modos, nos ocuparemos también de eso en una posterior entrada en el blog.

Personalmente creo que el elemento lingüístico, la palabra, el pensamiento, es un factor aglutinante de estas actividades, y que por eso, entre otras razones, la creación artística y determinados factores oníricos suelen aparecer tan ligados, hasta el extremo de que no son pocas las obras literarias que deben su existencia a algún sueño que tuvo su autor. Pero eso, y otras cuestiones más, serán ya tema de otros textos venideros. Y ahora, vayamos a la bibliografía. Los autores de los que creo debo citar las obras de que me he servido son cuatro: Schopenhauer, Béguin, Bachelar, y Fluchaire. No creo preciso dar bibliografía de Tomás de Iriarte, y en cuanto a Howard Gardner ya está citado en una entrada anterior con la obra que usamos en su momento.

Los libros y autores en anteriores entradas no citados son:

Pensamiento, palabras y música” de Arthur Schopenhauer. Traducción de Dionisio Garzón. EDAF. Madrid, 1998

“La Poética del espacio” de Gastón Bachelar. Breviarios del Fondo de Cultura Económica, Octava reimpresión en español, México. 2005. La traducción la hizo Ernestina de Champourcin.

“El Alma Romántica y el Sueño” de Albert Béguin. FCE. Traducción de Mario Monteforte, revisada por Antonio y Margit Alatorre. Ya se dijo antes que la obra es de 1939 y que manejábamos la reimpresión segunda, de 1993.

“La Revolución del Sueño” de Pierre Fluchaire. Traducción de Marga Latorre. Manejo la primera edición, de octubre de 1992. Este libro, curiosamente, aunque el título en francés es “La Révolution du Rêve”, y en la portada se traduce correctamente en singular, luego en el interior se pasa a decir “… de los sueños”, y ya no se abandona el plural de esa palabra, sueños. Una minucia.

5 respuestas a «Donde se cruzan Sueños y Pensamientos»

  1. Muy interesante Manolo, como siempre. Creo que el trabajo con nuestros sueños es una fuente inagotable, ya que se puede trabajar con ellos y conseguir mucho si te lo propones, los cuidas y te lo crees.

    La experiencia que nos cuentas se Silvia y Mercedes me parece fascinante. Yo personalmente no recuerdo haber conseguido nada parecido, lo más próximo ha sido despertarme a mitad de la noche (ya fuera exaltada por el propio sueño o por otro motivo) y al volver a dormir retomaba el sueño con el que estaba.
    En algunas ocasiones, esa segunda parte de mi sueño parecía no tener nada que ver con el anterior, de hecho pienso que me iba a otro lugar y yo misma forzaba mi sueño y volvía al anterior porque me interesaba. Era como si viajara de una ciudad a otra, como si estuviera en un lugar y pensará «yo no quiero estar aquí, esto no es lo que yo quiero ver», entonces no sé como ni por qué, aparecía en otro lugar.

    Un saludo y gracias Manolo.

  2. Gracias, Noemí. Tú siempre has sido una fantástica soñadora. Creo que te lo dije desde casi el principio. Lo único que ocurre es que cada uno desarrolla primero lo que más está a flor de piel en su naturaleza. También influye la intensidad que se le dedica a la tarea, pues el tiempo suele ser el mismo: muy poco. Pero cuenta la constancia (hacerlo todos los días, eso de dedicar una atención a lo onírico, a los sueños, y hacerlo con intensidad, o como se suele decir, con los cinco sentidos puestos en el tema). Y los logros, como bien sabes, suelen ser siempre muy favorables y positivos.
    ¿Retomarás algún día los sueños? ¡Ya te puedes valer por ti misma desde hace tiempo! A mí sólo tendrías, si acaso, que consultarme de vez en cuando algún detalle. Un cordial abrazo y mis saludos para Samuel.

  3. Pues sí Manolo, hace falta dedicación y tiempo, algo que quiero encontrar para retomar mi sueños.

    Un fuerte abrazo amigo y mentor.

  4. Cuenta conmigo, Noemí. El tiempo lo puedes encontrar en el mismo acto de disponerte a dormir. Es una simple operación mental lo que tendrías que hacer. Mentor, no: he aprendido mucho más yo de mis alumnos y alumnas como tú fuiste, que vosotros de mí. Amigo, sí, por supuesto. Ya sabes: ese tipo de amistad por la que el tiempo no pasa, y meses y años siempre fue ayer.
    ¡Anímate a re-encontrarte con tu soñar!
    Un cordial abrazo.

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