1.- Hay cosas que despiertan curiosidad de una manera extraña. No es la cosa en sí, ni tampoco (del todo) el modo como uno llega a conocerla, sino la relación que de pronto descubrimos entre la cosa y la persona con la que se vincula de un modo inevitable. Si nos hemos pasado la vida ( lo que es un decir ) leyendo obras de Roberto Graves como sus poemas, o sus novelas históricas, o como sus ensayos del tipo “La Diosa Blanca”, o “Los Mitos Griegos”, y de pronto, un buen día, encuentra uno que desde el año de 1924 el autor de “Rey Jesús”, o de “Yo, Claudio”, esto es, R. Graves, ya había publicado su “The Meaning of Dreams” (Londres; Cecil Palmer), pero que su primera traducción al castellano no se produce hasta junio del 2007, (Ediciones Península, Barcelona. Traducción de Karen Müller. Con el título de “El sentido de los sueños”.), y que es desde un año antes cuando uno se ha comenzado a plantearse la posibilidad, e incluso la conveniencia, de escribir un pequeño libro sobre sueños, de una manera un tanto inconsciente y a la vez muy plenamente convencido uno de ello, la noción de sin-cronicidad (no exactamente al modo como la explica C. G. Jung, pero sí de una manera aproximada) se instala en nuestra mente y durante cierto tiempo nos da qué pensar. ¿Por qué, si el tema de las cuestiones oníricas me había interesado desde hace décadas, y sentido a veces extrema curiosidad por esas cosas casi desde niño, era ahora, cuando iba forjando una idea en concreto, me topaba con ese autor y ese libro? ¡Hacía años que leía cosas de Graves, pero ignoraba esa faceta suya y por supuesto esa obra!
Quien tenga la curiosidad de acudir a una entrada anterior en este blog, la titulada “Sueños, Palabras, Energías” podrá comprobar que era un día 10 de junio del 2006 cuando remití a Álvaro Marinetto un correo electrónico donde le proponía un tipo de trabajos con sueños, que él se avino a realizar, y cuyos resultados fueron, a mi juicio, de interés para ambos y también para otras personas involucradas en el proyecto de indagaciones que por aquellos años ya nos ocupaban. Las fechas, al igual que los textos en ellas escritos, no pueden inducirnos a error: hay un modo de sin-cronicidad de determinados hechos en las vidas de muchas personas y no siempre está a nuestro alcance lograr explicarla. Aclaremos aquí que el término “sin-cronicidad”, en el sentido estricto en que lo usa Jung en un libro así titulado, nosotros lo estamos usando de una manera mucho más laxa y menos proclive a las cosas misteriosas que en ocasiones topamos en nuestras mentes.
A veces tiene uno la impresión de que determinados sucesos, o cosas a conocer, no llegan a estar a nuestro alcance hasta que la propia vida nos ha predispuesto para ello. Incluso casi se diría que nos ha ido preparando nuestra propia trayectoria vital para asumir el hecho o el suceso que sea. ¿Que esto que digo puede parecer algo “irracional”? Es posible, pero la cuestión está en determinar si todo lo que ocurre en la vida es enteramente “racional”. Y si realmente no existen cosas y procesos, acontecimientos que a nuestros ojos parecen ser “irracionales”. Y si digo “a nuestros ojos” he querido decir a “los ojos de nuestra mente”, o sea: a nuestras entendederas.
El libro de Graves que antes citamos es sumamente interesante. Una de las cosas que se plantea ya en él es la relación entre el potencial onírico y la poesía. El capítulo último de su libro, el octavo, que va desde la página 101 hasta el final, (página 125, : el libro de R. Graves es de esos que por su brevedad se hacen doblemente gratos, a salvo las excepciones de grandes obras cuyo fin uno nunca quisiera alcanzar), está dedicado a ese tema, “Sueños y Poesía” se titula, y comienza analizando un poema de J. Keats, “La bella dama sin compasión”, (en traducción de Carlos Alvar).
2.- Y dichas estas cosas, pasemos a ciertas cuestiones referentes a palabras, a sus sentidos y valores, los símbolos implícitos en ellas a veces, para luego seguir en esta línea de exposición de unas temáticas con afinidades entre sí y que, a veces, se diría que muy frecuentemente se solapan. Hasta tal punto las cosas son en este ámbito de un modo muy peculiar que se podría afirmar que sin la simbolización intrínseca a los procesos oníricos, ni existiría la poesía tal y como la conocemos ni, -muy posiblemente-, el mismo lenguaje que hablamos: En muy diferentes lenguas y muy distintas familias lingüísticas, es cierto. Pero en todas, “poesía”; y también en todas “lenguaje”.
Que esto que acabo de decir forma parte de la hipótesis que pretendemos ir desarrollando, es cosa sobre la que no tendría que insistir . Pero lo hago, y hasta voy más allá: en el libro de Horward Gardner sobre las múltiples inteligencias, (creo recordar que él distinguía claramente hasta cinco modalidades, excepción hecha de una que considera “inteligencia personal de cada individuo”, algo así como lo que los griegos llamaban “idios” : “lo propio”, de donde nuestra palabra “idiosincracia”), en ese libro, repito, echo de menos lo que se podría llamar “inteligencia onírica”.
Esto, naturalmente, habré de razonarlo de manera suficiente y con la claridad que el caso requiere, so pena de caer en un absurdo sin-sentido. Ahora bien: H. Gardner acertaba plenamente, en nuestra opinión, cuando asociaba la “inteligencia lingüística”, de una manera claramente preferente, a la poesía. Pero es que ambas cosas, lenguaje y poesía, tienen una raíz común en su génesis primigenia ( que procuraré rastrear en palabras y raíces de palabras) con lo que estamos considerando: los símbolos oníricos. Y antes de seguir : no nos dejemos atrás, pues hemos de volver a ello, esa magnífica pintura que hay en la gruta francesa de Lascaux, (descubierta en 1940), y que se llama “El Sueño del Chamán”. Sobre eso hablaremos también más adelante.
Hay una serie muy variada de palabras que proceden de una única raíz indoeuropea : MEN- De ahí, palabras tan dispares en apariencia como “pensar” ( y derivados de diversos estados mentales), o como “memoria”, y “acordarse”, “reminiscencia”; o como “manía” ( en el sentido griego clásico de “estado de locura”), o “vidente, adivino”. Y ese término, que se pone de pronto de boga, “mantra”, del sánscrito. O como “amonestar”. Quien por excelencia era “La Amonestadora” en Grecia es la Diosa Juno, con el sobrenombre de “Moneta”, que vale por “que amonesta”. Y como junto a su templo se acuñaban monedas, de ahí vino que se les llamara así a óbolos, denarios, y demás acuñaciones para operaciones comerciales: monedas.
Pero el término que ahora más nos interesa es el que, con la vocal /o/ y un sufijo llegó a dar la palabra griega mousa, latín musa. Un Museo era un lugar dedicado a las Musas, y la Música su origen poético. Júpiter y Mnemosine residían las artes liberales, y la palabra “musga”, forma semipopular de “música” significaba “compañía de músicos callejeros, comparsas carnavalescas”. Y de ahí viene también eso de “dar la murga”. También la palabra “amnistía” (olvido de los delitos políticos”) viene de ahí.
Nosotros ahora nos quedamos con las palabras reminiscencias y estados de la mente que recuerda, y con ese valor supremo en la Antigüedad de Las Musas. Y nos preguntamos si son o son los sueños “cosas que vivimos dormidos y que recordamos (o no, depende) al despertar”, y “cosas de las que nos suelen quedar reminiscencias” en la vida de vigilia, recuerdos o reminiscencias que luego “la Musa personal” de cada uno convertirá en obra poética, musical, artística. ¿Cuántos relatos, cuentos, poemas y otros tipos de creaciones literarias son resultados de sueños, cuántos? Por ahora, esa era cuestión que teníamos que abordar, pues como se verá las cosas no se quedan ahí, aunque sí por hoy, tras de comentar muy brevemente un curioso sueño de Juan Eduardo Cirlot, que él mismo publicó.
3.- Un sueño de Juan Eduardo Cirlot.
La obra “80 Sueños” la publicó Juan Eduardo Cirlot en 1951, Los sueños aparecen numerados, con las cifras normales arábigas que usamos, y en el que ocupa el lugar 4 cuarto, podemos leer:
4
La “mujer de París” salió de la obscuridad y se me acercó. Estaba desnuda y su cuerpo era como de barro gris, viscoso y mojado. Sin embargo, no me producía repugnancia, sino una gran felicidad poder estar allí, junto a ella.
Estamos ante una imagen onírica de una extraordinaria sencillez, y al mismo tiempo de una gran fuerza. J. E. Cirlot condensa en muy pocas palabras una gran cantidad de posible información para muy diversas “lecturas”, (rehuyo la palabra “interpretación”, aplicada a los sueños), y uno se queda pensativo sobre la validez o el absurdo de tratar siquiera de realizar esas posibles “lecturas” del escueto relato, magistral, de un sueño altamente simbólico.
Por lo pronto pensamos que en el seno de su incomparable sabiduría y honda percepción de todas las cosas que pertenecen al mundo del hombre y que rozan o casi se adentran en los mundos de los misterios que rodean al hombre, uno tendería a pensar en la Kábala. El número 4 en hebreo se representa con la letra Daleth, y se escribe como una línea vertical en cuya cima reposa, formando un ángulo recto hacia la izquierda, otra línea esta vez horizontal, casi de las mismas dimensiones. Pero aún cuando el propio Juan Eduardo Cirlot en su edición de 1951 ilustró la cubierta de sus “80 Sueños” con la imagen de un perfil masculino, típicamente hebreo y barbado, tomada de la “Kabbala denudata” de Knorr von Rosenroth (Frankfurt 1684), desistimos de ese camino por una razón muy elemental y que todo lector entenderá: para acudir a la Kábbala como instrumento que nos ayude a “leer” este sueño del gran polígrafo y poeta mayor de todo el siglo XX, tendríamos que saber de Kábala por lo menos la mitad de lo que sabía el propio Cirlot. Y ese no es nuestro caso. Esto significa que la lectura que se haga habrá de ser mucho más simple, humilde por supuesto, como mera hipótesis de lectura, y nada más.
El elemento que predomina en el breve relato del sueño es Tierra. La tierra primordial, la tierra apta para amasar figuras, el barro mojado. Elemento del que fuimos (cuenta el Génesis en su inicio) los hombres por un Dios Creador. ¿Es una imagen de Gea, de Gaia, lo que sueña Cirlot, y es por eso que al sentirse junto a la propia alma mater nutricia que es el planeta Tierra no sólo no siente repugnancia sino que experimenta junto a aquella “mujer de París” una gran felicidad? No lo descarto, aunque soy consciente de lo pobre y poco penetrante de mi lectura. Pero tampoco me atrevo a ir más allá. Años antes, en su poemario “En la llama” (1945) y en el texto poético titulado “Tus estatuas”, Cirlot escribió este verso:
“/…/ “Escucha largamente las canciones del barro
las palabras del yeso...”
¿Es el sueño 4 una posible “canción del barro” que no ha escrito esta vez, sino que ha visualizado y vivido en ese peculiar estado onírico propio del creador nato? Pudiera ser. Nosotros de momento, aquí dejamos estas cosas, conscientes de lo mucho que se nos queda por decir, y de lo muchísimo más que nos falta por saber, y que a no dudarlo, nos seguirá faltando de por vida.
Es cosa que debería haber dicho antes: este sueño de Juan Eduardo Cirlot no está siquiera leído en su preámbulo, por así decirlo. Hemos de ver qué otras cosas dice el propio JE Cirlot en su magnífico Diccionario de Símbolos (por ejemplo, de «barro») y qué otras partes de su monumental obra poética tienen relación con el texto ahí arriba escrito.
Gracias
Muy buen post.
Hago lo posible, señor abogado. Pero aún me quedo corto, me temo.
Gracias por su Comentario.
La mujer de barro del sueño de Cirlot ¿Era Eva?
P.D: Ya conocía tu novela «Piel de fondo» por estar citada en mis apuntes de oposiciones. Es un orgullo para mí tener a un colega que ya es un clasico de la Literatura.
Pensé que podría ser Eva, con lo que en el imaginario de Cirlot la Eva del Génesis no es creada a partir de una costilla de Adán, sino también del barro, como el propio varón.
Luego he pensado que quizá se trata de una «visión lúcida y ginemórfica» de GAIA, la Tierra concebida como un Todo Vivo. Gea o Gaia, como sabes, es quizá la primera Diosa… ¿Tal vez esa Reina de los Cielos de la que se queja Yavéh en el Génesis?
Gracias por tus Comentarios, pero no creo ser un clásico, Lola. ¡Qué más quisiera yo! (Tampoco me quita el sueño no serlo, conste)
Un cordial abrazo
Pero hay más. Lola.
En la Obra de JE Cirlot se debe entrar con armadura y dobles espadas. Es obra de un auténtico genio del saber, de la erudición hecha sangre vivificada, y del manejo extraordinario entre las palabras, los ritmos (estudió y fue un buen músico), los mitos, el mundo onírico, el surrealismo…
Por eso, toda «lectura» de simples versos suyos, o de «sueños hechos imagen directa», debe ser -creo- muy cuidadosa. Hay que contextualizarlos con cierto rigor. Y eso resulta apasionante pero de largo trabajo.
Repito: Muchas gracias.
(Muy oportuna, por cierto, tu última entrada, la de Sesé. ¡Genial!)
Anoto: Cuando digo que me quedo corto, no trato de ser humilde. Como mi tío carnal y padrino Modesto Laza Palacios, tiendo a ser un tanto «molesto laza zerón», y a veces algo «in-modesto».
Es que es la realidad: apenas se entra un poco en una tema, nota uno cuánto ignora de lo que creía saber algo más. Y curioso: eso, no anonada, sino que plantea un reto. Y un reto que a ser posible debe aceptarse.
Si algo tengo de humilde es sólo esto: nunca me creí por encima de nadie. Y como contraveneno a eso: no me considero (salvo las excepciones de rigor, los santos y los sabios) por debajo de nadie.
Con todo, muchas gracias, señor.